Los plátanos verdes que había comido el día anterior para aliviar el hambre terminaron por dañar el estómago de Luis Astuquillca, quien temía morir deshidratado en medio deAstuquillca no solo temía la aparición repentina de los terroristas, sino también llevarse a la boca algo que lo matara. Para eso requería fuego, pero no lo tenía. En la choza que ubicó halló ropa, una bolsa de sal y plásticos para protegerse de la lluvia, pero ni un encendedor ni mucho menos una caja de fósforos. Con una sola cerilla podía prender fuego y hervir el agua o cocinar los plátanos y asegurarse un buen alimento. Pero no había.
la selva donde lo acosaban los senderistas.
Como casi todos los días, apareció el sol y yo no había dormido nada. Esta vez la culpa la tuvo un agudo dolor en el estómago. El exceso de plátanos verdes me pasó factura. La diarrea me bajó de peso, me bajó de ánimo, me desarmó hasta el último ápice de entusiasmo que me quedaba. Y para remate, arrancó la lluvia muy temprano.
La herida en la pierna había parado de sangrar. Al menos podía levantarme y caminar. No obstante la lluvia, salí de la choza. Para cubrirme de la fuerte lluvia, me agencié de dos plásticos celestes, rafia y soguilla que había en la casucha. También llevé conmigo la bolsa de sal, para matar el hambre. Todo lo metí en un costal y me fui río abajo. Dos horas después de haber caminado entre el lodo, llegué al río.
El río estaba bravo y movido. A pocos metros de la orilla armé una pequeña carpita para cubrirme del agua que caía a chorros. Y esperé sentado varias horas, hasta que empezó a solear. Al menos tenía agua a la mano para calmar la sed, pero el dolor de estómago continuaba. La diarrea seguía. ¿Por qué?, me preguntaba. No tenía nada en el estómago. Me daba miedo deshidratarme. No quería ni imaginar morir por efecto de la incontenible diarrea.
LA DESHIDRATACIÓN
El dolor en el estómago me hizo recordar cuando una vez comí un plato de conchas negras. Fui directo al baño y no salí durante horas. Fue en setiembre del 2010, cuando me mandaron de comisión a Piura para neutralizar un violento desalojo de un mercado. Luego de cumplir con nuestro trabajo, le dije a mi compañero de promoción Collantes para comernos cebiche. Ese día nos fuimos a Catacaos porque la gente nos recomendó un conocido restaurante. El primer plato fue un trío: conchas negras, chicharrón de pescado y cebiche. Estuvo tan rico que me pedí otro. Después de devorarme todo me vinieron unos cólicos que me doblaban en dos. Las conchas negras estaban pasadas.
Antes de que llegara la noche, decidí avanzar hasta el monte a ver si encontraba otra choza. En el camino me topé con unos platanales y pese a que esa fruta me dañó el estómago, me llevé un ramo por si acaso, con la idea de sancocharlo en algún momento. Tenía la esperanza de encontrar un fósforo en otra choza. Tan solo un palito de fósforo podía cambiar el rumbo de mi vida. Pero ese día para mi mala suerte no encontré nada. Ni casa, ni gente, mucho menos pasó un helicóptero.
De pronto me di cuenta de que por el cansancio, por no saber la ubicación de dónde me encontraba, comenzaba a perder la noción del tiempo. Para guiarme, fijé en mi mente dos cosas: mi cumpleaños, el viernes 11 de mayo, y el día de la Madre, el domingo 13 de mayo. Me grabé en la cabeza los días que faltaban. Me acordaba especialmente del Día de la Madre, porque le había prometido a mi mamá regalarle una refrigeradora. Y eso lo haría sí o sí.
QUÉ PASABA EN EL PAÍS
Los desplazados no tienen a dónde ir
El fuego cruzado entre las Fuerzas Armadas y policiales y los narcoterroristas obligó al desplazamiento de poblados enteros de nativos de la etnia machiguenga y colonos en la provincia de La Convención, en el Cusco.
El desplazamiento se inició desde la mañana de hoy, con unos cien nativos que tuvieron que abandonar su hábitat en la comunidad de Inkari, sector de Alto Lagunas.
La alcaldesa de la provincia de La Convención, Fedia Castro, se trasladó con ayuda hasta Kiteni. Los nativos y los colonos no tenían dónde refugiarse ni nada qué comer.
Los nativos afirman que sus chacras, sus chozas y sus animales se perdieron debido al fuego de las tropas que buscan a los terroristas.
La situación de miseria de la población contrasta con los millones de soles que reciben las provincias de Quillabamba y los distritos de Echarate y Vilcabamba por concepto de canon gasífero y minero y por regalías gasíferas.
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23 may 2012
DEL S.O. ASTUQILLCA
“Tan solo un palito de fósforo podía cambiar el rumbo de mi vida” | LaRepublica.pe
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