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14 may 2012

HEROES POLICIAS

“Me arrastré para socorrer a Tamani - pero cuando lo alcancé estaba muerto” | LaRepublica.pe
En el primer día, los suboficiales Luis Astuquillca, Lander Tamani y César Vilca son “sembrados” en la zona de
la muerte. Creían que el helicóptero los recogería, pero no pudo ingresar por el fuego terrorista. Amanecieron y la cosa sería peor.
“¿Y ahora qué hacemos?”, le pregunté a Lander. El suboficial Lander Tamani Guerra, como yo, era experimentado.
“Hay que subir para que el helicóptero nos vea como sea”, me respondió.
Eran alrededor de las 7 de la mañana. Ese viernes 13 amaneció muy soleado.
“Hay que pasar ‘rancho’ (alimento)”, dijo Lander. Y los tres abrimos las raciones de combate que nos proporcionó el Ejército. Yo comí una barra energética y agua. Tamani y Vilca comieron lo mismo. Luego decidimos subir acompañados de los  silbidos de los pájaros y otras aves.
Habíamos caminado un poco más de dos horas y comenzamos a ganar altura cuando de repente fuimos atacados a balazos por los terroristas. Se produjo un enfrentamiento. Respondimos rápidamente el fuego. Parecían estar por todas partes. Todo indicaba que estaban ubicados desde posiciones desde donde dominaban el lugar. De pronto, por un grito, nos dimos cuenta de que Lander Tamani había sido herido.

“¡Carajo, Vilca, cúbreme para auxiliar a Tamani”, le grité a mi compañero. Vilca repelía furiosamente el ataque.
En medio de las balas me arrastré hasta el lugar donde había caído Tamani. Temía lo peor porque no lo sentía. En esa zona el follaje es muy espeso y enredado. Hasta que por fin lo encontré y me dispuse a auxiliarlo en el acto. Pero cuando lo observé Tamani estaba muerto. Le habían disparado en el pecho. Probablemente fue un francotirador. Su muerte fue instantánea. Eran las nueve de la mañana, había mucho sol y mucho calor. La muerte de Tamani nos sacudió.
No quise avisarle con gritos a Vilca que Tamani había muerto para no revelar mi ubicación a los terroristas, así que regresé a mi posición. Cuando me disponía a darle cuenta de lo que había ocurrido, Vilca gritó.

“¡Me han disparado! ¡Me han disparado! ¡Carajo, me han disparado!”, decía.

Fui corriendo a socorrerlo.
"NO QUIERO MORIR"
Al encontrarlo, bañado en sangre y gimiendo de dolor, me entró una ira incontenible y con mi fusil Kalashnikov respondí al fuego de los terroristas que venía de diferentes frentes. Estaban escondidos en la espesura de la selva. Habré disparado como unos 20 minutos. Ni bien observaba que algo se movía, ahí le metía bala. Hasta que se fueron.
Me quedé solo en la inmensidad de la selva en compañía de mi compañero fallecido, Lander Tamani, y del otro, gravemente herido, César Vilca.
Al auxiliar a Vilca noté que tenía una pierna herida. Le hice un torniquete para neutralizar la hemorragia y conseguí estabilizarlo. Al notar que estaba consciente, le dije que Tamani estaba muerto:
“¡Mierda! Ahora no debemos dejar que nos agarren a nosotros, Astuquillca. ¡Nunca! Somos Dinoes”, me contestó.
“Voy a ver a Tamani. Tú me cubres la retaguardia”, le indiqué.
Arrastrándome  unos cinco metros, llegué a Lander Tamani. Para verificar, le toqué el pulso. Efectivamente, estaba sin vida. Entonces tomé su Kalashnikov para que los terroristas no se lo arrebataran y me fui donde estaba Vilca.  Ahí desarmé el fusil y lo arrojé por el monte. Luego cambié el apósito de Vilca. Se quejaba mucho por el dolor.
“Promoción, no puedo caminar. Estoy mal”, se lamentaba Vilca.
“No te preocupes, yo te voy a sacar de aquí”, lo animé.  Lo tomé del brazo y lo arrastré hasta sacarlo de la “zona de muerte”. Para aliviar el peso, oculté su mochila en un lugar seguro y lo llevé río abajo. Pero como la bajada era muy parada y peligrosa, optamos por quedarnos en la mitad del camino. Ahí nos cubrimos en la espesura de la selva.

Mientras tanto, mi promoción César Vilca se tomaba a cada momento la pierna y se quejaba, a veces con quejidos muy fuertes.

“Promoción, me voy a morir, me voy a morir”, me decía.
“No, promoción, no te vas a morir. Tienes que ser fuerte”, lo aleccionaba.
CONSIGNA DEL DINOES
En esos momentos recordé una consigna sagrada: “Dinoes no abandona Dinoes”. Eso es lo que le dije a Vilca como si fuera su superior:
“Escuche, suboficial César Vilca, Dinoes no abandona a Dinoes”.
Y así fue desde ese momento en que lo atendí para curar sus heridas.
Ese viernes 13 de abril, debido al tenaz enfrentamiento, a la muerte de mi compañero Tamani y a la grave condición de Vilca, hasta el hambre se me había quitado. Solo tomaba agua que nos dieron en Kiteni, junto con una mochila americana que formaba parte del equipo de combate.
Por la tarde descansamos. Eran como las cinco cuando Vilca me pidió agua. Es entonces me cuenta que ya no teníamos agua. Solo pude darle algunas gotas de su depósito para mojarle los labios. Vilca estaba débil. Así que al llegar la noche lo metí  en una bolsa de dormir y lo arrastré a una zona segura.
La noche la pasé en vela. Vigilaba la zona con mi visor nocturno. Si alguien bajaba hacia nosotros, yo disparaba. Mientras Vilca descansaba, yo estuve toda la noche despierto. No podía ni pestañear porque no viviría para contarlo. Ni siquiera sentí las picaduras de las izulas (hormigas selváticas) que  subían por mi cuerpo. Estaba mimetizado en el monte.
Ese día viernes 13, nunca vimos el helicóptero. 
Humala viaja a Kiteni para supervisar la Operación Libertad
El presidente adelantó su retorno de la VI Cumbre de las Américas, en Cartagena, Colombia, para ir a Kiteni e informarse sobre la Operación Libertad planeada para rescatar a 36 trabajadores.
Según el ministro de Defensa Alberto Otárola, los terroristas habían sido acordonados en Alto Lagunas, y confirmó que el cabecilla del plagio es Martín Quispe Palomino, “camarada Gabriel”.
Se difundió audio que permite oír a los terroristas negociar con el Consorcio Camisea el monto del rescate. "¿Van a cumplir o no van a cumplir?", amenazaron.

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