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1 jun 2012

INTERESANTE.

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Reproducción de la columna ‘Las Palabras’ publicada en la edición 2234 de la revista ‘Caretas’.

Tucanos y coreanos
NADIE dijo que ser diplomático fuera fácil. Pregunten si no a los gastroenterólogos.  Adlai Stevenson sostuvo
alguna vez –y no le malogro la rima con la traducción– que la vida de un diplomático estaba compuesta por tres ingredientes: Protocol, Geritol y alcohol.
Sin embargo, a veces la diplomacia ofrece misiones interesantes, cuyos procesos y resultados hacen una buena narrativa. Como la historia de los tucanos y los coreanos. Aquí va.
Brasil fue un país importante para Ollanta Humala durante la campaña electoral. Eso tuvo contenta a mucha gente. Si se trataba de ser izquierdista (¿recuerdan?) mejor la influencia de Lula que la de Chávez.
Apenas electo, Humala viajó a Brasil. Ahí visitó a la presidenta Dilma Rousseff ,el 29 de junio del año pasado. De acuerdo con fuentes con conocimiento de causa, un entusiasmado presidente electo le propuso a Rousseff elevar el nivel de la relación bilateral de “alianza estratégica” al de “sociedad estratégica”.


Dilma Rousseff recibe al recién electo presidente del Perú Ollanta Humala en el Palacio de Planalto, en Brasilia, en junio de 2011 (Foto: Presidencia de la República de Brasil).
Eso fue música para los brasileños, que consideran el 2003 como el año que marcó el inicio de la “alianza estratégica” entre Perú y Brasil.
A partir de ese año, la relación entre ambas naciones se ha estrechado e intensificado continuamente. De la interoceánica a la integración energética y la creciente cooperación amazónica en seguridad, el intercambio crece y el acercamiento, con cerca de 60 compañías brasileñas activas en el Perú,.
Los brasileños son, hasta ahora, los más entusiastas por el proceso. “Perú es crucial geoestratégicamente [para Brasil]”, me dijo una fuente familiarizada con el pensamiento de Itamaraty.
La relación creció fluidamente con García, como pueden recordarlo si se dan una vuelta por Chorrillos; y parecía que con Humala iba a llegar a un cenit diplomático.
Así fue durante los primeros meses. En especial en el ámbito de seguridad, que presentó desde el inicio varios problemas y desafíos concretos que resolver.

En noviembre del año pasado, el ministro de Defensa y ex canciller brasileño, Celso Amorim, vino al Perú y entregó al presidente Humala una carta de la presidenta Rousseff indicándole la decisión de “cooperar con el Perú en todo lo posible”.
Humala no solo estuvo de acuerdo sino que buscó acelerar la cooperación y pidió que Amorim volviera para desarrollar la cooperación “en toda la línea”.
Amorim volvió, en efecto, un mes después, un poco antes de Navidad del año pasado.
Luego, en febrero, el entonces ministro de Defensa, Alberto Otárola viajó a Brasil y fue recibido por la presidenta Rousseff.
Lo que estaba en conversaciones era un plan de seguridad bilateral que comprendía desde la vigilancia radárica y satelital de la vasta frontera común hasta la cooperación naval en el mantenimiento y modernización de los submarinos peruanos y la repotenciación del SIMA, entre otras cosas.
Pero la parte fundamental de la cooperación de seguridad se iba a dar en el ámbito aéreo. Donde el concepto de cooperación venía entrelazado con el de transacción.
La FAP estuvo, por ejemplo, claramente interesada en el avión de vigilancia R-99, fabricado por Embraer. Pero el precio resultó ser demasiado alto.


BRASIL ofreció a Perú participar en el proyecto, (junto con otras naciones sudamericanas) de la fabricación del transporte militar KC-390, cuyo objetivo será competir con los Hercules C-130.
Pero el esfuerzo central se orientó a solventar la necesidad peruana de renovar la decrépita flota de aviones de empleo táctico ligero y, a la vez, de resolver la escasez de aviones de instrucción.
En el pasado, el Perú suplió ambas necesidades en gran parte con los aviones Tucano. Fueron fundamentales en la interdicción del puente aéreo del narcotráfico en los ’90; y tuvieron un desempeño digno en la confrontación con Ecuador en 1995. Pero hoy, los pocos aviones que todavía vuelan son carcochas con alas.
Fabricante, al fin, de esas respetables aeronaves (hay todavía unos 600 tucanos de servicio en el mundo), Embraer hizo una oferta mixta de renovación y modernización al Perú.
Con una financiación al 100% del Banco de Desarrollo Económico y Social de Brasil, Embraer ofrecía venderle al Perú 12 aviones Super Tucano y renovar completamente, modernizar, a 10 aviones Tucano.


Tucano T-27.
¿El costo? Dado que el crédito era por el monto total del precio, no había misterio: $230 millones de dólares.
¿Cómo se dividía? Aunque las fuentes brasileñas han rehusado proporcionar cifras, es muy probable que la modernización de cada Tucano costara alrededor de $ 2.5  millones de dólares.  Y cada Super Tucano cerca de $17 millones de dólares.
Esto último no parecía precisamente una ganga, teniendo en cuenta lo que se sabe que pagaron los colombianos, chilenos, ecuatorianos y dominicanos por sus Super Tucanos. Bastante menos. Claro que la aviónica cambia mucho los costos, pero esa es una palabra casi tan abusada como la de democracia.

EMB-314 Super Tucano de la Fuerza Aérea del Ecuador.
Sin embargo, todo el proceso de cooperación y transacción parecía avanzar fluidamente. A comienzos de abril, por ejemplo, el embajador de Brasil Carlos Lazary Texeira, informó que la presidenta Rousseff visitaría Lima a fines de mayo.
Entonces, súbito y sorpresivo, entró otro avión en competencia. Poco antes del viaje del presidente Humala a Japón y Corea, los brasileños se enteraron que la decisión peruana, expresada por el Presidente, era la de comprar los aviones coreanos KT-1 en lugar de los Tucanos y los Super Tucano.

Lee Myung-bak, presidente de Corea del Sur recibe a Ollanta Humala en la residencia presidencial de ese país (Foto: Andina).
El KT-1 es un avión desarrollado y construido en Corea del Sur. Su equivalente es el Tucano y no el Super Tucano. Siendo relativamente nuevo, no tiene el prestigio del Tucano. Pero vino respaldado por un gobierno dispuesto a competir con todo para hacerlo ganar.
“Es un tema de costo-beneficio”, me dijo una fuente calificada del ministerio de Defensa, “no hay punto de comparación entre las ofertas de Corea y Brasil”.
La palabra clave, dijeron, es “offset”.  Es decir, cómo compensa, en un ambiente altamente competitivo, el país vendedor la decisión de comprarle su producto.
Los coreanos, todo indica, ofrecen fabricar los aviones y desarrollar la tecnología con el Perú.


Avión KT-1 de fabricación coreana.

EL brusco cambio de situación sorprendió y puso lívidos a los brasileños, sobre todo mientras duró el viaje de Humala. Por un momento, la tradición de Itamaraty de expresión imperturbable pareció ligeramente perturbada, aunque compuso prontamente la figura.
¿Confiaron mucho en la decisión de Humala? Parece que sí, porque la competencia con los coreanos ya estaba planteada desde el gobierno de García. “Tuvimos un programa de adquisición tanto con Brasil como con Corea”, me dijo Jaime Thorne, ministro de Defensa hasta el fin del gobierno de García.
“Se iba a comprar entre 8 y 10 Super Tucanos… ofrecieron overhaulear [sic] los Tucano (…) y se trataba de comprar como 24 KT”.
Según Thorne, el Super Tucano “es imbatible en lo táctico [pero] el KT es muy bueno para escuela de pilotos (…) Si las cosas estaban equilibradas, podía hacerse ambos. Y Brasil ofrecía buena financiación”.
La opinión de Thorne coincide con las de oficiales de la FAP a quienes entrevisté sobre el tema.
Luego de la sorpresa y el mal disimulado enojo, los brasileños parecen haber aceptado el desafío coreano. “¿Se sienten como la novia (o el novio) vestida para la boda, y que ve entrar a otra novia a la limusina?” pregunté a un experimentado profesional brasileño. “Hasta donde sé” contestó, “ninguna novia se ha subido a la limusina y menos se ha casado todavía”.
El enojo brasileño ha sido indisimulable. Por mucho que insistan ahora los diplomáticos que la cancelación de la visita de Rousseff a Lima en mayo no tiene nada que ver con el tema, lo cierto es que se la daba por confirmada apenas un mes atrás.
Pero mientras la competencia se intensifica, la perspectiva termina por aclararse para algunos. Una fuente familiarizada con el pensamiento diplomático brasileño, expresó que, ganen o pierdan, “el Perú es [para nosotros] mucho más importante que doce aviones”.

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