Respuesta a Fernando Rospigliosi
y el Vrae
Escribe César Hildebrandt
El problema de Fernando Rospigliosi es que no sólo es avaro del
entendimiento sino que se ha impuesto el extenuante papel de experto en casi
todo lo que tenga que ver con el Vrae.
Y esto nos conduce al otro papel inverosímil que Rospigliosi interpreta
en el teatrín de los medios: el de observador virginal. Rospigliosi habla como
si
jamás hubiese sido tocado por un cargo público. Habla como teórico porque quizá le horroriza recordar lo que hizo (y no hizo) en la práctica.
jamás hubiese sido tocado por un cargo público. Habla como teórico porque quizá le horroriza recordar lo que hizo (y no hizo) en la práctica.
Tenemos presente, sin embargo, que este hipercrítico crítico mordaz fue
dos veces ministro del Interior y, en el intervalo de ambas gestiones, director
nada menos que del Consejo Nacional de Inteligencia.
¿Y qué le debemos los peruanos a esas tres
gestiones? Bueno, unos uniformes policiales que se hicieron con tela inadecuada
(ni siquiera cuestiono el legal aunque desagradable contrato que firmó con su
amigo José Ugaz), un alcalde de Ilave (Cirilo Robles) linchado por las turbas
ante la mirada de la tele, una reforma policial que fue un fracaso absoluto,
una desactivación suicida de los aparatos de Inteligencia, una particular
desatención respecto del Vrae (cuya cosecha maligna padecemos hoy), un
incremento de la inseguridad ciudadana y, en el camino, un manejo tan
incompetente de la crisis de Arequipa (a causa del intento de privatizar dos
empresas eléctricas) que el Sur se alzó y Toledo tuvo que retroceder temblando
de miedo, mientras en el campo de batalla quedaba el cadáver de Glicerio Coa
Quispe, arequipeño caído en un enfrentamiento con la policía.
¿Y qué hizo Rospigliosi cuando su valedor Toledo, el impresentable tío
de esos sobrinos salidos de un cómic gótico, castañeteaba los dientes? Pues
renunció aduciendo que no estaba de acuerdo con el retroceso gubernamental y
recomendando que las empresas eléctricas Egasa y Egesur se vendieran de todas
maneras, a cualquier costo social, a la empresa belga Tractebel. Siempre él tan
transnacional.
Allí sí que Toledo terminó de conocer el sentido que Rospigliosi tiene
del “juego en equipo”.
La verdad es que el único “juego de equipo” que Rospigliosi asume como
un deber es el que mantiene, desde hace años, con la embajada de los Estados
Unidos. En nombre de ese juego, por ejemplo, difamó a la fiscal de la Nación
Adelaida Bolívar, acusándola virtualmente de cómplice del narcotráfico. Y todo
por no aceptar el señorío de la DEA y la intromisión grosera de sus agentes,
muchos de ellos tan corrompidos como los peores policías nativos.
Más tarde, en el 2007, Rospigliosi llamó “miserable” a la doctora
Bolívar por admitir un pedido de la Quinta Fiscalía Provincial de Arequipa y
señalar que Rospigliosi no requería, como ex ministro, de antejuicio político
por estar acusado, en el caso de Glicerio Quispe, de la autoría mediata de un
homicidio (delito común). Es posible que la fiscal se excediera, pero de allí a
llamarla “miserable” hay un largo trecho. Lo que pasa es que Rospi tiene la
boca floja y el hígado en estado de crónica emergencia.
El paso de Rospigliosi por el ministerio del
Interior podría resumirse de un plumazo: sólo después de que la turba matara a
patadas al alcalde Cirilo Robles la jefatura regional policial recibió la orden
de Lima de enviar 200 policías “a restablecer el orden”. Como en el caso de
Arequipa, el “orden” de Rospigliosi en Puno vino con su respectivo difunto.
El domingo pasado, en “La República”, Rospigliosi se ocupa otra vez de
mí argumentando que mi artículo sobre el Vrae se basa en lecturas de folletos
senderistas y discursos de José. Y, con su divertida soberbia, añade este
párrafo:
“¡Qué sencillo sería el análisis político si se limitara a leer programas y escuchar discursos! Eso, por supuesto, es una ridiculez...”
“¡Qué sencillo sería el análisis político si se limitara a leer programas y escuchar discursos! Eso, por supuesto, es una ridiculez...”
Así como antes, inspirado en el premio Jerusalén, me llamó “antisemita”
por llamar criminal al ejército israelí que mató a 300 niños en Gaza, ahora
Rospigliosi me acusa de limitarme a los textos y de no ver la realidad.
Pero eso no es lo que he hecho, precisamente. Lo
que hice fue reseñar el discurso del nuevo senderismo y dar cuenta de la
situación de la lucha antisubversiva. Porque hay una línea directa entre el
discurso político de “José”, las “hazañas” de su banda maoísta, los 20 fusiles
Galil capturados y la situación de la lucha en el Vrae.
No es que “José” lance un discurso desvinculado de la realidad. El
asunto es que su proclama triunfalista está sostenida en las 39 muertes y en
las más de sesenta bajas por lesiones que ha producido en el Vrae. No es el texto,
Rospi, sino el ominoso maridaje que hay entre el texto neosenderista y los
partes de guerra que se están teniendo que escribir.
No acostumbro guiarme por las palabras y las proclamas. Si así fuera
creería, por ejemplo, que Rospigliosi es toda una autoridad en materia de lucha
antisubversiva y narcotráfico.
Rospigliosi dice que las huestes de “José” y compañía “son sicarios del
narcotráfico” y que el discurso político es un parapeto para sus fechorías.
Pues yo pensaba casi lo mismo, hasta que tuve acceso a ciertas informaciones y
a los documentos que, en octubre del 2008, difundió el senderismo vigente en el
Vrae.
Y ahora me parece que anduve errado y que Rospigliosi se equivoca
profundamente: “José” y su banda crecerán en la medida en que se sirvan de los
cupos del narcotráfico, como reconocen en los documentos que reseñé en mi
columna, y en la medida en que la población los apoye, como viene sucediendo. Y
sus textos revelan una organización paramilitar, un programa político de largo
alcance, unas tácticas ominosamente eficaces para captar a los lugareños
(cocaleros y narcos incluidos) y un aprendizaje aprovechadísimo de los
“errores” sanguinarios de Abimael Guzmán.
Rospigliosi piensa que como el narcotráfico está metido en el Vrae, la
política ya no existe. ¿Ignora este especialista global que los talibanes y la
amapola han sido aliados durante muchos años? ¿Y eso, acaso, le quita contenido
político al fundamentalismo afgano?
¿O cree Rospigliosi que como las FARC también han incursionado en la
protección del narcotráfico han abandonado, por eso, su proyecto político?
Rospigliosi dice que como el problema es la droga, la policía tendría
que hacerse cargo. Y arguye que la Fuerza Armada corre el peligro de volver a
corromperse aceptando sobornos de las firmas del Vrae.
¿Pero es que Rospigliosi ignora de qué policía estamos hablando? No, no
puede ignorar tamaño problema. No puede ignorar que estamos hablando de una de
las policías más corrompidas del mundo. Una tan corrompida que ni siquiera él,
dos veces ministro del Interior, pudo cambiarla un ápice.
Hablamos de una policía que descubre cada semana a uno de sus miembros
dirigiendo o integrando una banda de secuestradores, ladrones o asesinos. De
una policía que no puede ni siquiera restablecer la paz en los barrios de Lima
más infectados por la delincuencia. De una policía que necesitará años y otros
presupuestos para adecentarse.
Esa es la policía que Rospigliosi quiere que combata a la avezada banda
de “José”.
La solución en el Vrae no es sólo militar, desde luego. El nuevo Sendero
se mueve en los amplísimos espacios que el Estado ha olvidado por décadas. Y
“José” y los suyos han descubierto que hay muy poca gente que en esos valles
defienda el orden que para ellos es miseria, la democracia que para ellos es
letra muerta y el Estado que para ellos es el padrastro infame.
Y si el problema es político, nadie, desde la responsabilidad, puede
sugerir que sea la policía la que se encargue del Vrae.
¿Que el ejército pueda ser tentado y caer en la corrupción?
Claro que sí. Por eso se requerirá de una vigilancia cotidiana y
política desde los ministerios de Defensa y del Interior. Porque la policía
debe seguir en el Vrae, subordinada a las Fuerzas Armadas, y hacerse cargo de
las interdicciones y los decomisos de insumos químicos. Y tanto militares como
policías deberán de vigilarse recíprocamente.
Militares, policía, infraestructura, Estado, sector privado, Banco de la
Nación, colegios, médicos, acciones cívicas, cultivos alternativos: todo deberá
combinarse para quitarle a “José” y sus pandillas asesinas el escenario
propicio en el que ahora se mueven. Todo, dentro de la ley, será válido para
quitarle el agua a la pecera.
Decir que el problema del Vrae es un asunto policial es subestimar no
sólo el tema sino menospreciar a los lectores.
Lo más curioso de todo esto es que Rospigliosi no quiere a las Fuerzas
Armadas peruanas en el Vrae pero sí está muy a gusto cuando los militares
estadounidenses se pasean a sus anchas por esa zona. Cuando algunos se
alarmaron por la autorización que dio el gobierno de Alan García a la presencia
de 150 militares de los Estados Unidos en el Vrae (mayo del 2008), Rospigliosi
salió de inmediato a decir que “estas críticas son producto de la ideología que
ve mal todo lo que venga de los Estados Unidos y de la ignorancia de la gente
que no sabe de qué se trata el apoyo humanitario”.
En esta anuencia, yanki por adopción, se había convertido el hombre que
hasta 1980 proponía, como militante de la ultraizquierda, la lucha armada en
contra del sistema. O sea, partir de Lenin para llegar a John Wayne.
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