¿Está el alma en los ojos? Mirada, autorreferencia e ilusión del yo
- Autor: pijamasurf
- Publicación: 07/09/2012 11:25 am
¿Es cierta la conocida frase de que “el alma reside en los
ojos”? ¿Es la mirada ese lenguaje personal que expresa nuestro yo más
íntimo, nuestra subjetividad más propia?
La Sagrada Familia con el niño San Juan el Bautista, Caravaggio (Óleo sobre tela, Detalle)
La capacidad racional del ser humano, la
posibilidad que tenemos para el llamado pensamiento complejo, se
encuentra en el origen de la transnaturalización: la diferencia tajante
entre el mundo natural y el mundo humano, entre el animal y el hombre.
Una escisión traumática que intentamos subsanar o reprimir,
paradójicamente, con este mismo recurso que nos separó definitivamente
de ese jardín edénico.
Dentro de estos, mención especial merece
la noción de alma, de espíritu, de yo: ese núcleo personalísimo que
creemos irrepetible y que ha tenido nombres tan distintos a lo largo de
la historia según se le considere bajo una perspectiva religiosa,
filosófica, psicológica, estrictamente racional o según los
descubrimientos de la neurociencia contemporánea.
Sin embargo, pese a todos estos cambios
de nombre y de paradigma, la mayoría de nosotros sigue creyendo en la
existencia del alma —y, además, como asegura la consabida frase, que la
mirada es la ventana de esta.
Prueba de ello es un experimento llevado
a cabo por psicólogos de la Universidad de Yale en el que los
participantes intuyeron que si en algún lugar de su cuerpo era posible
constatar la existencia del yo, del alma, este sería cerca de los ojos o
en su interior mismo.
En los experimentos, los investigadores
mostraron personajes de caricatura a los participantes, con un pequeño
objeto (una mosca, un copo de nieve, etc.) cerca de alguna parte de su
cuerpo (el rostro, los pies, etc.). La idea era que esos pequeños
objetos simularan ser el alma de los personajes, solo que quien lo
interpretara así debía hacerlo en función de la parte del cuerpo más
cercana: ¿qué parece más coherente? ¿que el alma resida en los pies o en
el torso? ¿en las manos o en la zona genital?
Casi todos los participantes —que iban
de niños de 4 años a adultos— identificaron el lugar del alma con una
zona cercana a los ojos del personaje de caricatura, sin importar lo
fantasioso que fuera este.
Para Christina Starmans, la
investigadora responsable del estudio, parece ser que es “es una
intuición compartida universalmente”. Starmans y sus colegas se
adelantan además a quienes podrían argüir que esta se trata de una
noción culturalmente adquirida, una idea que reproducimos
involuntariamente por tenerla sumamente interiorizada:
La naturaleza
indirecta de nuestro método y el hecho de que estos juicios sean
compartidos por adultos y prescolares, sugiere que nuestros resultados
no reflejan un entendimiento culturalmente aprendido […], pero, en
cambio, tal vez se encuentre enraizado en un sentido más intuitivo o
fenomenológico de dónde residimos en nuestro cuerpo.
Y si bien estas conclusiones podrían ser
disputadas —como de hecho lo han sido— al menos son estimulantes para
pensar un poco en este que es uno de los pocos rasgos que podríamos
llamar verdaderamente humanos.
En efecto: si existe algo que sea
netamente nuestro, a un tiempo característico de nuestra especie y
expresión individual, ¿qué mejor que pensar en la mirada? La mirada como
una especie de “lenguaje personal” (a la manera de Wittgenstein) que
una persona utiliza a partir de su esencia misma: de esa colección de
vivencias, aprendizajes, recuerdos, aspiraciones y pensamientos que se
agolpan y se atropellan en la expresión que dirigimos por medio de
nuestros ojos: de amor, de miedo, de reprobación, de aliento, de
impotencia, de gozo, de tristeza. Y, además, a diferencia de lo que
planteaba el filósofo austriaco, un lenguaje que aunque emana de una
fuente profundamente subjetiva, encuentra comprensión en el otro, en
alguien que lo entiende y sinestéticamente lo “escucha”, lo descifra y
lo vuelve asequible.
Es posible, como aventura el célebre
Douglas R. Hofstadter, que el alma, el yo, la identidad, solo sean un
asunto de autorreferencia, una ficción creada por la capacidad que tiene
nuestro cerebro de pensarse a sí mismo. Pero, aun si esto es cierto, si
es una mentira en un mundo que de por sí es posible que sea una suma de
ilusiones, es también uno de los pocos asideros en el que podemos
confiar nuestro germen de humanidad, la razón que justificaría encarar
la realidad con estricta joie de vivre.
A propósito del alma y la mirada, compartimos el documental Janela da alma,
de João Jardim y Walter Carvalho, en el que a través de entrevistas a
personajes como José Saramago, Oliver Sacks, Wim Wenders y otros, se
explora la misma idea.
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