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19 nov 2012

BAR PISELLI (NOTA DE GIOVANNI RAFFO)


EL BAR PISELLI
A principios de año, los amantes de la Lima antigua lamentaron el cierre del bar y bodega Piselli, que desde 1915 sazonó la esquina barranquina de Pedro de Osma y 28 de Julio. Pues bien, cuando el público aplaude, el telón se vuelve a levantar es obligación. El bar ha reabierto en la misma esquina pero en la acera de enfrente, trasladando todo el mobiliario, incluidas las mesas de
fierro antiguo y la barra original hecha de cedro de Nicaragua. Las nuevas sillas han sido hechas a la usanza clásica. Segunda vida para un reducto muy querido por la bohemia limeña, lugar favorito de poetas como Juan Gonzalo Rose y César Calvo, políticos de todas
las tiendas –se recuerda un encuentro fortuito y tenso entre Jorge del Castillo y ‘Popi’ Olivera– y hasta John Wayne. El actor se hizo un asiduo del Piselli en la década del 50, cuando andaba en amores con la peruana Pilar Palette, que a la postre se convertiría en su tercera y definitiva espo
sa. Tal vez veía el Piselli y pensaba en sus westerns. O tal vez el chilcano y el capitán –trago casi extinto en estos días, pero aún presente en la carta– eran demasiado buenos.

Julio Ramón Ribeyro tenía dos elementos rituales que acompañaban su labor de escritura: el tabaco y el trago. Se requiere siempre de una «embriaguez moderada» para iniciar el lento despliegue de palabras, intentando atraer recuerdos y perfilar creaciones. Es la primera vez que no sigo su consigna: debo guardar el luto. El martes 20 de enero, el bar Piselli cerró sus puertas tras casi un siglo de albergar a intelectuales y alcohólicos. Aquellos soeces parroquianos que cada tarde lo inundaban de copas y lágrimas asistieron al funeral de la que fue una de las bodegas más características de Barranco.
EL PISCO ES PERUANO.

EL BAR PISELLI
 A principios de año, los amantes de la Lima antigua lamentaron el cierre del bar y bodega Piselli, que desde 1915 sazonó la esquina barranquina de Pedro de Osma y 28 de Julio. Pues bien, cuando el público aplaude, el telón se vuelve a levantar es obligación. El bar ha reabierto en la misma esquina pero en la acera de enfrente, trasladando todo el mobiliario, incluidas las mesas de 
fierro antiguo y la barra original hecha de cedro de Nicaragua. Las nuevas sillas han sido hechas a la usanza clásica. Segunda vida para un reducto muy querido por la bohemia limeña, lugar favorito de poetas como Juan Gonzalo Rose y César Calvo, políticos de todas las tiendas –se recuerda un encuentro fortuito y tenso entre Jorge del Castillo y ‘Popi’ Olivera– y hasta John Wayne. El actor se hizo un asiduo del Piselli en la década del 50, cuando andaba en amores con la peruana Pilar Palette, que a la postre se convertiría en su tercera y definitiva esposa. Tal vez veía el Piselli y pensaba en sus westerns. O tal vez el chilcano y el capitán –trago casi extinto en estos días, pero aún presente en la carta– eran demasiado buenos. 

Julio Ramón Ribeyro tenía dos elementos rituales que acompañaban su labor de escritura: el tabaco y el trago. Se requiere siempre de una «embriaguez moderada» para iniciar el lento despliegue de palabras, intentando atraer recuerdos y perfilar creaciones. Es la primera vez que no sigo su consigna: debo guardar el luto. El martes 20 de enero, el bar Piselli cerró sus puertas tras casi un siglo de albergar a intelectuales y alcohólicos. Aquellos soeces parroquianos que cada tarde lo inundaban de copas y lágrimas asistieron al funeral de la que fue una de las bodegas más características de Barranco.
 EL PISCO ES PERUANO.

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