Lima, defendida hasta el holocausto de miles de limeños
La famosa
hacienda San Juan del valle de Surco, que fuera propiedad de los
jesuitas entre 1581 y 1767, pertenecía al momento de producirse la
invasión militar chilena a los herederos de don José Manuel La Puente,
abogado limeño. En la misma zona del valle surcano se ubicaban, entre
otras, las haciendas Chacarilla del Estanque, La Palma, Tebes,
Monterrico Chico (de los Osma). Todas estas
propiedades rurales, que
datan del siglo XVI, fueron el escenario en que nuestras fuerzas se
batieron valerosamente por la defensa de Lima en el verano de 1881.
De acuerdo con
el censo general practicado en 1876, el valle de Surco contaba con 22
haciendas, en las que se cultivaba caña de azúcar, alfalfa, trigo y
frutas, empleándose para ello a trabajadores negros y chinos,
principalmente. Su población se distribuía entre el pueblo de Surco (770
habitantes), dos caseríos y las ya mencionadas haciendas (1,064
personas).
Como sabemos,
luego de las derrotas en la campaña de Tacna y Arica, el escenario de la
guerra se trasladó a la capital del Perú. Así, durante la mayor parte
del año 1880 el puerto del Callao permaneció bloqueado por la armada
chilena. El 19 de noviembre se produjo el desembarco de sus tropas en la
bahía de Pisco y el 22 de diciembre desembarcó otro grupo en Chilca,
iniciando el avance sobre Lima hasta establecerse en el valle de Lurín.
El ejército
peruano, distribuido en cuatro cuerpos al mando de los coroneles Miguel
Iglesias, Belisario Suárez con su comandante Néstor A. Scamarone Suárez,
Justo Pastor Dávila y Andrés A. Cáceres, marchó a encontrarse con el
enemigo y tomó posesión de la cadena de montes extendida desde el Morro
Solar hasta el cerro San Francisco, detrás de la hacienda Monterrico
Chico, ocupando un frente de cerca de 14 kilómetros. Esta era la primera
línea de defensa. La segunda, formada por los civiles del ejército de
reserva, al mando del empresario Dionisio Derteano, se estableció en los
“reductos” entre los acantilados de Miraflores y la hacienda Monterrico
Chico, ocupando unos 8 kilómetros.
El día del
enfrentamiento –jueves 13 de enero de 1881– los cuatro cuerpos se
encontraban distribuidos de la siguiente manera: a la derecha, hacia el
mar, el primer cuerpo de 5,200 hombres, al mando de Iglesias, ocupaba el
Morro Solar y los cerros Santa Teresa; en el centro, el cuarto cuerpo,
con 4,500 hombres al mando de Cáceres, se extendía desde la cúspide de
los cerros Santa Teresa hasta la hacienda San Juan; a su izquierda el
tercer cuerpo, que contaba con 4.300 hombres, dirigido por Pastor
Dávila, ocupaba los cerros denominados Pamplona, Cascajal y San
Francisco, hasta Monterrico Chico. El segundo cuerpo, al mando de Suárez
y Scamarone (este último herido con tres balas), quedó como reserva a
la retaguardia de San Juan, con 2,500 soldados. El ejército chileno, en
tanto, se organizó y distribuyó en tres divisiones con más de 29,000
hombres.
La batalla se
inició a las cuatro y media de la madrugada y se prolongó hasta las
nueve de la mañana, aproximadamente. Fueron horas en las cuales los
soldados peruanos hicieron grandes esfuerzos por contener el ataque de
los invasores. Pero fracasaron: Iglesias fue tomado prisionero, las
tropas de Pastor Dávila fueron arrasadas y las de Cáceres obligadas a
retirarse hacia Surco, mientras los chilenos tomaban el Morro Solar e
iban desplazándose sobre la hacienda San Juan, donde se instalaron para
reconstituir su ejército y colocar su hospital de campaña. Por la noche,
el pueblo de Chorrillos fue incendiado y saqueado; la misma suerte
corrió el pueblo de Barranco al día siguiente. Una nueva batalla, la de
Miraflores, con los mismos resultados (15 de enero), decidiría
finalmente el destino de nuestra capital.
Más tarde,
durante la década de 1920, la hacienda San Juan fue subdividida y
vendida en cuatro partes: San Juan Grande (a Ignacia Rodulfo de
Canevaro), San Roque (a Luis y Esteban Cámere), El Estanque y Monte Rico
Chico (a Alberto Salomón) y Vista Alegre (a Daniel Cornejo). Es en el
primero de estos cuatro lotes que subsiste hoy la antigua casa-hacienda
–prácticamente en ruinas– y la iglesia, construida luego del terremoto
de 1746 y restaurada en 1992 por la Municipalidad de Surco. El complejo,
declarado monumento histórico en diciembre de 1972, pertenece
actualmente a la Fundación Canevaro. En su patio se erguía majestuoso,
hasta el 1 de enero del 2001 (en que se desplomó), un antiguo pino desde
donde, según cuentan, un niño héroe divisó al ejército chileno en su
avance desde Lurín y fue muerto por un disparo de los invasores.
Demostrando al
mundo su elevado sentimiento nacional, resistiendo casi sin medios de
protección y de ataque en las batallas de San Juan y Miraflores –hace
132 años– los habitantes de Lima, secundados por los restos que quedaban
del Ejército regular, supieron morir peleando en defensa del suelo
patrio. La batalla duró desde las cuatro y media de la madrugada, hasta
las dos y media de la tarde. Diez horas de lucha continua. Solo en San
Juan murieron 6 mil peruanos, y hubo más de 4 mil heridos. Loor a ellos y
gloria a nuestros héroes. Mi abuelo jamás me permitiría olvidar lo
sucedido.
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