Jaime Bayly: “La política es una forma inferior de religión”
Es difícil no pensar en Lord Henry, el corruptor de Dorian Gray, “con su voz grave y musical y con el peculiar movimiento de la mano” al entrevistar al escritor y periodista Jaime Bayly (Lima, 1965). Eterno coqueto de sí mismo, observándose en ese espejo que son los otros, se atusa el cabello y marca los ritmos de manera cadenciosa con sus manos. He ahí un seductor,
un dandy, que ha engatusado a todos los géneros con el hechizo de su palabra; coronando cada una de ellas con su inconfundible sonrisa de niño volteriano en un colegio de la obra. Pero también existen otros Bayly, poco conocidos aquí, como el periodista liberal, el creyente borgiano y, sobre todo, el superviviente de una fantasmagoría familiar que le condenó a su único bálsamo infalible: la escritura.
Un contexto: el joven Bayly, de la mano de su madre, frente al edificio de La Prensa, en Lima. ¿Podríamos datar ahí el inicio de tu biografía pública?
Sí, eso fue en enero de 1981. No había cumplido 16 años. Mi madre me llevó al periódico, el periódico me llevó a tener una columna diaria —Banderillas—, la columna me llevó a la televisión, a un canal de Lima, cuyo dueño leía la columna y me dijo “quiero que hagas en la televisión lo que haces en el periódico“. Y dos años después, noviembre de 1983, estaba “condenado” a la vida pública porque salía en la televisión de Perú.
Tal como lo cuentas fue una pequeña bola de nieve que fue haciéndose grande poco a poco.
Exactamente. Más aún, peor aún, llegué a la vida pública de la mano de mi madre. Mi madre, intentando salvarme o reformarme, me llevó al periódico. Su intención no era introducirme en la vida pública, era adecentarme, corregirme moralmente. No sabía ella que al conseguirme un trabajo allí me estaba metiendo en un manicomio y posteriormente en el burdel de la televisión. Si mi madre ahora, con 72 años, fuese consciente de las devastadoras consecuencias, no lo habría hecho.
¿Cómo era el mundo de la prensa en la Lima de los 80? ¿Existía tanto enconamiento político como presentas en tu novela (Los últimos días de la Prensa)?
Sí, sí. El enconamiento político ha existido desde que existe la política, desde que existe el poder, pero era distinto. No era mejor, como erróneamente dice Vargas Llosa. Él cree que los jóvenes de ahora son tontos comparados con los de hace 40 años, cuando él no tenía 75, sino 25. Yo no comparto esa observación: creo que los jóvenes de ahora son más inteligentes, lo que no es su mérito… es algo genético, algo que tiene que ocurrir: los hijos, por lo general —con raras excepciones—, mejoran a los padres. Por eso la teoría se llama de la evolución, y por eso Internet existe ahora, y no lo hizo en la Alemania nazi, ni existía cuando yo llegué a La Prensa en el año 1981. Lo que tal vez no advierte Vargas Llosa es que los jóvenes de ahora, siendo más inteligentes, tienen otros intereses. No es que sean más frívolos, no es que sean más estúpidos, tienen otros intereses. No pierden el tiempo como lo hacía él, cuando era joven, que había que hacer la revolución. Los jóvenes ya saben que esas grandes ambiciones terminan como el culo. Tienen ambiciones más modestas, pero más tranquilas y, a la postre, más viables.
Recuerdo un personaje en esa novela, tu superior en la sección de relaciones internacionales, que te pregunta “¿Qué es Francia? Una República; ¿Qué es el Reino Unido?, una Monarquía; ¿Qué es el Perú? Una puta mierda ” y que luego es todo un paradigma de la paranoia anticomunista del tiempo.
(Risas) Sí. Y es un personaje anticomunista visceral, paranoico, que he ido encontrando en otros lugares. En España, incluso. Un personaje por quien siento una estima natural. Desde luego, creo que están locos… pero los veo ahí, metidos en su trinchera, peleando contra enemigos imaginarios, y encuentro un punto quijotesco en ellos. Ese hombre, Arnaldo Zamorano, está inspirado en un hombre que murió y que fue, como cuentas, mi primer jefe en La Prensa. Era un hombre muy decrépito, muy estragado por el tiempo, encorvado, solitario, amargado, que veía comunistas en todos los reporteros de la redacción. A uno de ellos lo terminó arrojando por el balcón. ¡Y no eran comunistas! ¡Tenía desplegado sobre su escritorio un mapa, y en éste tenía cruces con los puntos donde iban a caer los misiles intercontinentales!
Todo un personaje de Teléfono Rojo, de Stanley Kubrick
Claro. Y era un jodido viejo perdido en el centro de Lima. Pero él sabía, en el Kremlin, cuándo iban a disparar los misiles. Y además, ¿cómo coño un misil lanzado desde Moscú iba a caer en Lima? En fin, estaba convencido y me lo contagiaba. Uno no se da cuenta, siendo como su padre, como su primer jefe… como esos personajes chiflados. Me decía “yo no voy a ser así“… y he terminado siéndolo: he pensando que me quieren matar; llego al hotel y pido una habitación sin vistas a la plaza, que Chávez me quiere matar, algo más protegido.
Hay una imagen muy poderosa en esa novela, muy desconocida para el gran público, y es la hacienda en ruinas de tu abuelo después de la ocupación y repartición agraria del general Velasco —el chino Velasco—. ¿Cuál sería la solución, entonces, para el problema de la tierra en estos países?
Bueno, es que eso a mí me marcó mucho porque mi abuelo había sido un hacendado y llegó un militar, tomó el poder con el aplauso de la mayoría —como suele ocurrir—, y decidió que había que confiscar las haciendas y entregárselas a los campesinos. El lema que usó fue “El patrón no comerá más de tu pobreza“. Y entonces, los campesinos se convirtieron en dueños: a mi abuelo le quitaron la hacienda, el patrimonio de toda su vida, sus tractores, sus campos de manzanos…
Sus amantes, también en la novela.
Sus amantes… todas las cholas que montaba a las orillas de cualquier río. De mi abuelo tengo infinitos parientes en ese valle de Perú, una vasta descendencia. Ahora, lo más cómico fue esto: uno de los hijos de mi abuelo, mi tío, era comunista y agitaba la reforma agraria. Él azuzaba a los trabajadores de la hacienda para que odiasen a mi abuelo. Cuando le quitan la hacienda… el que capitanea la toma es su hijo, que ni siquiera se convierte en propietario sino en mero agitador. El resultado fue triste porque por un lado tenías a mi abuelo —comprensiblemente desolado— y por otro lado lo que era una hacienda próspera se convirtió en una mierda. Los peones, que antes odiaban ordenadamente a mi abuelo pero que todas las semanas cobraban, ahora se odiaban todos entre ellos. Ya no había quien pagase. Lo anterior no era justo, pero lo que vino fue todavía más injusto. El remedio fue peor que la enfermedad.
Esto recuerda esa frase de Chateaubriand sobre la revolución francesa: ”… el pueblo soberano, cuando se convierte en tirano (…) es la presencia universal de un universal Tiberio”.
Claro, exactamente. El poder es una cosa perversa siempre, pero mira, este hotel pertenece a unos e imagínate que todos los trabajadores dicen “ahora no habrá un jefe“, “ahora todos seremos sus dueños“. ¿Sería eso posible? No. En las relaciones humanas, de toda índole, siempre existen los que mandan y los subordinados. No es posible, ni es deseable, un mundo igualitario.
Siempre hay un sujeto y un maestro, parece.
Exacto. Dado que en todo grupo humano hay una relación de poder, alrededor de qué debería estar organizado. Cuando una sociedad, el hotel o la hacienda de mi abuelo, se organiza con criterios religiosos, estamos jodidos. Esa es la peor forma política existente, la tentación finalista. Si mi madre o el Opus Dei controlan este hotel estamos jodidos.
Félix de Azúa citaba a Camus diciendo que el “el comunismo no deja de ser un cristianismo en putrefacción”.
Bueno, es una religión: tiene sus dogmas, además está reñida con la felicidad, es una religión que jode a la gente. Tienes que creer en ciertas cosas que no funcionan, que te alejan de la felicidad y que te vuelven más pobre y menos libre. Entonces, si este hotel estuviera regentado por el partido comunista también estaríamos jodidos. El Opus Dei mal, el partido comunista mal… La religión no funciona, ¿y la política? Es una forma inferior de religión, el Partido Popular es una iglesia, el PSOE es una iglesia. Tienen sus predicadores, charlatanes: son iglesias laicas. Pero son pequeñas iglesias, congregaciones; eso que llaman mítines políticos son como oficios religiosos. En un mundo ideal, que no existe, el poder debería estar organizado alrededor de la inteligencia, de la sabiduría. Los que saben más son los que deberían tener el poder porque lo van a administrar de un modo noble, recto, virtuoso. Si un intelectual fuera el dueño de este hotel, sería el mejor de los mundos, pero eso no va a ocurrir. Principalmente porque un intelectual, como la gente más sabia, no quiere salir de su casa, son genéticamente haraganes. Cuando encuentras a gente muy inteligente solo quiere, por lo general, que no la jodan. A lo que llegamos es que a las organizaciones donde menos campea la infelicidad son las que están regidas en el comercio, en el dinero. El poder lo tienen no los individuos que están poseídos con una verdad, religiosa o política, sino por una apetencia que parece mala, o eso es lo que nos han contado de niños los curas, que es la apetencia egoísta del dinero y que realmente no lo es. Los dueños del hotel, sigo con el ejemplo, tienen el poder, ¿y por qué son los dueños? Porque tienen algo que nosotros no tenemos: una ambición salvaje por el dinero, y saben cómo llegar a este. Creo, y con esto respondo tu pregunta de la hacienda, que las cosas funcionan menos mal cuando un grupo de gente está organizada aunque jerarquizada en torno a esa idea primitiva: el comercio, el intercambio, el afán de lucro, el dinero…
La amoralidad del comercio está magníficamente tratada en un libro de Juan Velarde que me recuerda a ti desde el título El libertino y el nacimiento del capitalismo. Allí unía el ascenso del librecambio en el siglo XVIII a la figura del libertino, Casanova, John Law…
Exactamente. La riqueza la crean los innovadores, y éstos son los que se atreven a romper las verdades, a empujar los límites. Los libertinos no solo desde un sentido sexual, sino moral e intelectual. Los otros, los que se portan bien u obedecen, no son capaces de reinventar el mundo. Los grandes inventos de nuestro tiempo, el propio ordenador, el teléfono móvil, ¿quiénes los inventaron? No fue una religión, no fue un político, no fue un intelectual… ¡No! Fueron espíritus o mentes transgresoras. Gente que pensó que las cosas no tienen que ser como son ahora y es necesario subvertirlas. En todo libertino anida un revolucionario, un amotinado, un jacobino, un revolucionario. Gente que piensa “yo puedo tumbar esta Monarquía“. A mí por eso me cae bien aquí la gente que dice “¿Por qué tenemos que tener un Rey?” Antes funcionaba… y los súbditos teníamos que pagar al Rey sus viajes, sus amantes y sus elefantes muertos, pero ¿por qué ahora? Cabe cuestionarlo, sin ninguna animosidad. Se deben cuestionar las cosas, no aceptarlas con un espíritu bovino.
¿Crees que ese pensamiento nacionalista y autárquico (que acabó con la finca de tu abuelo) sigue vivo todavía en la expropiación de YPF? Toda esa ideología que estaba en una de las biblias del alter mundialismo, Las venas abiertas de América Latina de Galeano.
Galeano vive muy bien. No ha llegado a abrirse las venas, es un burgués muy bien acomodado que vive en Montevideo. ¿Y sabes por qué? Porque sus libros se venden (risas). Se venden globalmente, además. El libro, mal que le pese al señor Galeano, es una mercancía. El señor Galeano tiene un buen pasar, merecido, por el capitalismo y el libre mercado y porque hay muchas personas que compran sus libros en muchas lenguas. La cosa tribal no funciona: lo que ha hecho Cristina en la Argentina es algo muy bárbaro, muy primitivo. Es como construirle un mausoleo a su marido muerto y llevarle la camiseta del Racing. Ella cree que porque es conmovedor es verdadero, y es todo lo contrario: es tan conmovedor como falso. Todo es mentira. Ahora, los argentinos pobres van a estar más jodidos. Y Cristina, y sus hijos Máximo y Florencia junto a sus apandillados, van a estar mejor. No han confiscado toda la empresa, además: Eskenazis tiene un 25 % y el Fondo de inversión un 17 %. Han jodido a los españoles, y es algo demagógico y antiguo. Es triste, porque nos hace pensar que un país como Argentina, que parece europeo, actúe como una tribu demente y antigua. El 64% de los argentinos han aplaudido lo que ha hecho Cristina. Por eso los argentinos, cuando yo trabajaba en La Prensa, fueron a invadir las Malvinas, porque un porcentaje importante aplaudieron a la junta militar. Y después estos mismos niegan el pasado, su fervor.
Hace poco se publicó en España un fanzine llamado Viernes Peronistas, que a los que tenemos un conocimiento menor del mundo de las dictaduras del Cono Sur nos parecía sorprendente: Perón y su régimen superaban con mucho todo lo que fue el franquismo.
(Risas) Te preguntas ¿Cómo coño es posible? ¿Cómo es posible que en Argentina, que es un país virtualmente inteligente, todo el mundo se declare peronista? Perón fue un auténtico rufián. Ningún político español dice “milité en el movimiento franquista”. Todo el mundo, todos los intelectuales, dan por hecho que Franco fue un cabrón, un tipo de mala entraña. Pero bueno, la ignorancia de los argentinos en ese punto es dramática: no saben quién fue Perón, no saben quién fue Evita. Pero tienen necesidad de endiosar, y lo mismo que hacen conCharlie García o Calamaro lo hacen con Perón. Es como Operación Triunfo aquí.
Cuéntanos tu implicación en la fallida elección de Vargas Llosa a inicios de los 90.
Apoyé mucho su candidatura: tenía un programa político en la televisión peruana. Es muy probable que mi contribución haya ayudado a que él perdiera. (Risas) Esto uno no lo advierte en el momento, y 22 años después creo que si me hubiera quedado callado lo hubiera ayudado más. Creo que algún daño lo hice. Por otro lado, creo que él se equivocó. Muchos se lo dijeron: Carlos Fuentes, Octavio Paz. Éste le dijo: “No, no, no. Esto acaba mal, ganes o pierdas, tú eres un escritor“. Por fortuna, creo yo, perdió por ser un escritor y no un político; habría que aprender de esa lección. Pero la vanidad es una cosa muy jodida, que siempre tira siempre…
Se suele citar muy poco en España tu faceta televisiva. Cuéntanos, aunque lo has hecho muchas veces, cómo llegaste a la televisión peruana.
Tenía 18 años, y me gustaba mucho ver la televisión, y el dueño de un canal de televisión leía mi columna en La Prensa. Por lo visto le hacía gracia y me llamó: “Por lo visto hay unas elecciones, y vamos a estar transmitiendo todo el día, desde las 8, que la gente va a votar“. Tenía muchos tertulianos, panelistas, opinólogos en Argentina. Los opinólogos son gente que opina y opina y no sabe lo que está diciendo: como yo. El dueño del canal llamaba a bustos parlantes, y uno de ellos se jodió, se enfermó, y me llamaron: “Tienes que remplazarle” Y me encontré sentado hablando, y probablemente todo lo que dije era equivocado, pero lo dije con convicción, creyendo que era momento capital… y probablemente era una mierda. Seguramente mis amigos del colegio se estaban riendo de mí, pero creo que estaba movido por un oscuro rencor hacia mi padre. Eso me dio el fuego esa mañana para hablar en televisión y lo que me sostiene en pie todavía, tristemente, es tratar de demostrarle a mi padre —muerto ya— que sus vaticinios no se cumplirían: yo no sería el perdedor o fracasado que pretendía.
¿Cuáles fueron tus influencias televisivas al pasar del noticiero al magazine? Se te ha llamado el Letterman hispano.
Que Letterman no se entere de eso, que me pone una demanda (risas)
Tienes también un cierto tono a Stephen Fry.
Oh, ¿lo viste en Wilde? ¿En la película de Wilde?
Me refiero más a un personaje como el de Los amigos de Peter.
Es una observación que te agradezco mucho. Uno va cambiando de maestros y yo nunca quise ser como mi padre, y esto me marcó mucho. Y me imagino que un niño medianamente feliz debería tener como modelo a su padre. Mi primer modelo era “no quiero ser como mi padre” Tampoco como mi madre. Luego vas buscando arquetipos,role models que dicen los americanos, y en algún momento fue Vargas Llosas, también. Quería ser como él: era el padre que había escogido. Pero en todo escritor, o en mí, se esconde un parricida. Así como maté a mi padre biológico, acabé enemistándome con Vargas Llosa, lo cual es una pena. Ahora tengo otros modelos, pero Letterman siempre ha sido, y pervive, desde los primeros años 80, con ese toque provocador…
La célebre entrevista con Madonna.
Claro. Ahora tú puedes ver todo, en tu ordenador, pero en ese mundo, con apenas 20 años, yo ya salía en televisión en Perú y yo ya viajaba. Viajaba todos los meses…esto sonará a “este es un viejo en el parque hablando…” Y yo llegaba a Miami, a la televisión, que no se podía ver en Perú de ninguna manera y vi a Letterman y antes a Johnny Carson, que estaba en la programación una hora antes. Eso para mí fue un auténtico deslumbramiento…
Pasar de Sábado Gigante a Letterman.
¡Exactamente! O de Kiko Ledgard, para la España de una sola televisión. Cuando vi el show de Letterman sentí como se sienten esos personajes en la novela de García Márquez, llega el circo al pueblo y ven el hielo. Es algo que te cambia la vida, tocar ese hielo. Esto en el 85, ha pasado más de 20 años, y sigo haciendo televisión, tocando el hielo, y sigo queriendo ser como Carson o Letterman. Seguramente no lo voy a conseguir nunca, pero lo que te mueve es perseguir esos modelos. Esto no lo he visto todavía en español; he visto muchas tentativas fallidas y aquí, el que mejor lo hace, es Buenafuente. Pero en América, en Miami… Mi modelo de escritor, ahora, esJavier Marías. Lo saludé la otra tarde en Barcelona y me gustaría tratar todo lo posible de acercarme a él. Ya en la trilogía, pero ahora en Los enamoramientos, nadie escribe el español con esa musicalidad y sonoridad.
¿Llegaste a recibir alguna amenaza por tus discursos anticastristas y antichavistas? Solías decir en tu programa que te perseguían matones de Chávez.
No, hombre, Chávez no es tan inteligente, pero sí me he sentido amenazado con correos, quizá escritos por mi ex-suegra o mi ex-mujer, pero uno se siente importante denunciando esas amenazas. Siempre está ese peligro germinal, no mandado por Chávez; simplemente un chavista loco que se siente humillado porque me meto con Chávez me mate, y así mataron a Isaac Rabin. Os voy a contar una historia divertida de estos tipos: yo conocí a un espía. No creo que quisiera matarme, pero quiso seducirme: venía todos los lunes a mi programa de televisión en Miami. Era llamativamente guapo, y como yo soy un gilipollas no pensé que fuera un espía. Él decía que era dentista, hablaba de mis libros con familiaridad y venía todos los lunes. Me miraba con intención, y soy muy vulnerable, no suelo oponer resistencia (risas). Le facilité mi señas, mi correo, mis teléfonos…Y un día, esto parece un pequeño cuento, no viene el invitado, y es una hora en directo. Digo “puta madre” y pienso ¿qué hago? Voy a pasar el micrófono y que el público me haga preguntas, mi pequeño ego, ya saben. Y entonces, se encienden las luces sobre el público y el dentista guapo sale en la televisión, lo que no está en sus planes. Hace una pregunta, algo que recuerdo muy amable, y llego a mi casa, abro mi correo; había ocho o diez mails de sus hermanos, cubanos en EEUU, que lo habían visto en televisión y sabían que era un espía. “Bayly, este es espía, es mi hermano, es espía castrista, trabaja en el G2” ¿Qué hago? Pensé, me voy a quedar callado, y ver si viene el próximo lunes, porque a lo mejor sus jefes lo vieron y abortaron la operación. Le dije —con mucho cariño, porque antes de espía era un hombre guapo (risas)—: “sé que eres un espía, pero te ruego sigas viniendo y sigamos siendo amigos“. Nunca más lo vi.
Se ha discutido mucho en España de la posibilidad de un humor de derecha, y curiosamente tú has llegado a la fórmula gracias a la parodia del comunismo latinoamericano. ¿Crees que gran parte de la izquierda carece de sentido del humor? Quiero decir, hay cientos de chistes de Bush… luego sale Castro en chándal y se quejan por esos chistes.
Sí. Pero mi crítica no es moral, es libertaria o libertina. Si en este momento estuviéramos en un hotel en la Habana tú y yo no podríamos estar teniendo esta conversación, o simplemente conectarnos a Internet. No hablemos de política; hablemos de la libertad que asiste a un individuo de conectarse libremente a Internet. Eso, si tú vives allá, está prohibido, y no es justo. En eso no soy de derechas o izquierdas; simplemente me jode que los que tienen el poder lo usen de manera tan abusiva. Cada uno, a ciertas edades, puede administrar el ámbito de su libertad. Tengo muchos amigos cubanos que cuando estás en Cuba, en su casa, no se pueden conectar a Internet. No digo un periódico de oposición, o una televisión fuera del gobierno. No es una crítica moralista, es de principios y sobre todo práctica y utilitarista, incluso hedonista. Creo que la gente tiene todo el derecho, y ahí discrepo con Vargas Llosa, de perder todo el tiempo en Internet y ser todo lo narcisistas que quieran. Es mucho mejor que ir a la guerra.
Pasando a la familia, existe siempre en tu obra literaria el recuerdo constante, enquistado, del rechazo familiar por tus dudas sexuales. ¿Habría sido tu vida diferente con una mentalidad más abierta, más Europea?
Sí, pero no hubiera conocido al espía (risas). No, eso está en cada espíritu humano: uno es lo que es, pero principalmente lo que hubiera querido ser. Uno nunca está contento con lo es, y está cotejando lo que pudo ser. Siempre estamos mirando atrás: “Y si hubiera nacido en otro tiempo; y si mi padre me hubiera querido“.
¿Has enterrado todos esos fantasmas del pasado? En El canalla sentimental parece que dejas la cuestión en suspenso.
No, no los he enterrado todos. Mi padre esta enterrado en un cementerio de Lima, y sin embargo sigue siendo una presencia muy viva en mí. No creo que consiga nunca enterrarle. Creo que la literatura, como bálsamo, y las pastillas… se lo decía anoche a mi mujer, Silvia. Yo me conforto en las pastillas, como mi madre se conforta con la religión. No puedo vivir sin ese bálsamo, sin esa paz de los hipnóticos y ansiolíticos. A mi madre Escrivá de Balaguer le da paz; yo cuando lo veo pienso “qué marica“. Es mucho más marica que Raphael o Camilo Sesto. E incluso que yo.
Cuéntanos qué suponía la educación del Opus en el Perú de los 70.
Bueno, yo prefiero mandar a mi hija a educarse a una cárcel, en serio (risas). A Carabanchel. Creo que va a salir mejor educada de un presidio que de un colegio del Opus. A ver, yo fui a la Universidad Católica, ¿cómo puede ser una universidad religiosa? La enseñanza, si uno aspira a conocer la realidad, tendría que ser abierta, libre, plural, porque lo otro es manipulación. Y te pone de espaldas a la realidad. No creo que las personas salgan mejor educadas de un colegio del Opus, mormón o judío. Son cosas incompatibles. La Universidad Católica en su tiempo, cuando yo estudié, no era de confesión religiosa total, pero ahora, en abril de 2012, el Vaticano quiere que sea controlada académicamente por la iglesia católica. Por suerte, hay un debate contrario, pero la iglesia católica quiere hacer honor a su nombre, y que se someta intelectualmente al Papa.
¿Es tan grande el poder político de la Iglesia en Latinoamérica? Un personaje como Cipriani, que cobra del Estado, es difícil de ver en Europa.
Me voy a meter en problemas familiares, porque Cipriani es amigo de mi madre. Y mi madre es una mujer muy rica porque su hermano era gay, y era dueño de una mina e hizo mucho dinero pero no tenía, claro, descendencia. Era un hombre muy inteligente, y quiero escribir una novela sobre él… era muy libertino. Y le gustaba pagar por el sexo, esto es algo que admiro, además de que le gustaban los negros. Este hombre poco antes de morir tuvo miedo, y la que estaba a su lado era mi madre y entonces le dejó muchísimo dinero. Pero ¿qué es la Iglesia católica? Es un partido político, una multinacional, una corporación con oficinas en todo el mundo, gigantesca. Cipriani es el jefe de la oficina del Perú, como Telefónica. Entiende instintivamente Cipriani, como todos los de su empresa, la forma de amigarse con el poder: siempre encuentran la manera. Cuando Vargas Llosa era candidato uno de los jefes se metía en el maletero del coche a riesgo de sofocarse para que no le vieran los periodistas. Mira como se humillaba ese cura cabrón para tratar de mamársela, figuradamente, a Vargas Llosa. ¿Por qué? Porque así juega la Iglesia. Pero ganó Fujimori. La célebre toma de la embajada de Japón de unos terroristas en Lima, con 150 rehenes que celebraban el día de Japón, vio aparecer a Cipriani. Era el cura que entraba a la embajada con una Biblia y una guitarra para acompañarles. Dentro de la guitarra, por orden de la inteligencia de Fujimori, tenía un micrófono escondido. Ese es Cipriani: entra en calidad de cura, con los terroristas y los rehenes, y era el espía del chino. Esa es la historia de la Iglesia Católica: siempre está con el poder. Incluso con los nazis. Encuentran siempre la manera camaleónica de meter el micrófono en la guitarra. Gracias a ese micrófono un militar habló con el jefe de la inteligencia de Fujimori y planearon el rescate. Luego ha estado con todos: Toledo, García y con los Humala, a los que encuentra encantadores. Por eso estaba aterrado con mi candidatura a presidente. Le decía “Mamá, tienes que pagarme la candidatura.” Presidente o primera dama, pudiendo cumplir los dos papeles dignamente (risas). Era totalmente ridículo, como la mayoría de cosas en mi vida, porque mi madre me veía con estupor. Ella luego hablaba con Cipriani, y claro, no me consta, pero puedo oír el eco de su voz diciéndole “En nombre de Dios, no. Este candidato es nuestro enemigo natural.” Hablaba del estado laico, de los derechos de los gay, del aborto, y de que Perú no le pague dinero a la Iglesia. Y mi madre se replegó: interesante momento, ella tuvo que elegir entre ser madre de su hijo o ser hija de Cipriani. Y eligió Cipriani.
Acabamos la entrevista con la literatura. No se lo digas a nadie es un hito en la literatura queer hispana, y supuso tu consagración como escritor. ¿Te cogió desprevenido el éxito? ¿Te gustó que mucha gente se sintiera identificada con tu historia?
Claro que me cogió desprevenido el éxito; aún ahora lo estoy. Como dice una amiga peruana “no merezco“. Al mismo tiempo, conversando el otro día con Silvia, “Estoy jodido, y todo lo que escribo en la memoria de algunos lectores es menor a ese libro“. En general, se asocia a un escritor con una novela: García Márquez: Cien años de soledad. Y no La mala hora, que fracasó. Todo el mundo me asocia ya “Ah claro, el peruano ese que es gay” (risas), pero creo que he escrito novelas que son mejores y siguen con esa obra.
Nunca has pontificado como homosexual militante, tiendes más a este libertinaje que defiendes aquí. ¿Crees que todo ese frentismo, esas asociaciones, perjudican a la causa? Conseguidos los derechos, casi se convierten en un grupo de presión más.
Yo he querido ser homosexual militante, pero no he podido conseguirlo. ¿Sabes lo que me ocurrió con muchos amigos gais? Al decir que no soy completamente gay, el gay militante se eriza un poco al oír “puedo ser bisexual“; es esa marea de nadie, dejadme oscilar en ese terreno intermedio. Cada día es distinto del anterior: hoy puede ser un día bueno y mañana un día de mierda. Hoy puedes sentirte algo y luego lo otro. No es verdadero y falso: las cosas evolucionan. He amado algunos hombres y mujeres, pero la militancia, cuando hablamos del deseo o el amor, es una cosa peligrosa y la vida siempre te sorprende.
¿Cuáles fueron los autores clave en tu evolución como escritor? Conocemos que eres un borgiano incorregible. ¿A qué literatura te sientes más vinculado, a la peruana o a la argentina?
La mente más asombrosa y prodigiosa que conocí en el Perú es la de Vargas Llosa, pero tuve la inmensa fortuna de conocer a Borges… y no cabe la comparación. Lo siento por Vargas Llosa, pero toda la suma de la obra de este autor no es comparable a la maestría de Borges. Borges fue argentino por accidente; era un inglés, varado en Buenos Aires muy a su pesar, pero por algo murió en Ginebra y quisieron que le enterraran en Ginebra. Te mentiría si te digo que me identifico más con la argentina que con la peruana, porque la literatura de Borges no era argentina, era universal. Luego hay una literatura argentina, pero para mí Borges es el escritor más prodigioso, más admirable que he leído. Lo conocí dos años antes de que muriera. Borges se reía de todo, pero sobre todo de él. Del peronismo, del fútbol, de los militares, de lo argentino, esa cosa tan inflamada. Creo que fue un visionario y un hombre muy adelantado a su tiempo, muy moderno. Y veía la cultura como una cosa global, en movimiento, que viene de atrás y no se interrumpe.
Has pasado de los libros autobiográficos, de tan honda autodestrucción, a la ficción, a la creación de novelas cercanas a la serie negra, como Morirás mañana. ¿Ha sido difícil? ¿Cómo llegas a esta serie negra con el sello Bayly? ¿Qué autores del noir han sido influyentes?
Todo es difícil: vivir o sobrevivir. Escribir me resulta un esfuerzo. Pero hay una sola razón que me anima a escribir: me acuerdo de que me voy a morir muy pronto. Y elijo, entonces, este día que me queda como un día descontado. Somos un respiro, nada, en miles de años. Cuando uno recuerda que se va a morir y nadie le va a recordar, tus hijos con suerte apenas tres meses, y luego polvo y olvido. Por eso elijo escribir: encuentro en las palabras y ficciones un refugio desesperado. Encuentro en ese territorio una manera de aferrarme a la vida. Me preguntas por la literatura negra, y no tengo ni puñetera idea. Todos los autores del noir influyeron, pero influyó también estar más viejo, estar mal de salud y que un médico me dijera “su hígado está muy jodido y debe hacerse un trasplante“. Este médico fue una influencia mayor que cualquier escritor: envejeces, ves la muerte más próxima y terminas impregnado de todo eso.
¿Qué quedó de esa polémica con Marsé en el Premio Planeta 2005? ¿Te llegó a reconocer como escritor?
No tengo ni idea. Fue un buen momento, él estuvo muy bien. Nadie merece ganar un premio. Me lo entregó y luego me dijo que no lo merecía. Y me dijo “tu obra es una mierda y tú eres un mierda”. Y estoy completamente de acuerdo, sin duda. Marsé inspira un personaje en Morirás Mañana y es un viejo escritor retirado, amargado, llamado Aristóbulo Pérez.
Contaste con una amistad muy codiciada, la de Roberto Bolaño. Este afirmó algo agudísimo sobre ti :”Hay que tener huevos para publicar No se lo digas a nadie en Perú”. ¿Cómo era este Bolaño? ¿Cuáles son tus novelas favoritas del autor?
Gracias por recordar a Bolaño, y esa frase… pero yo no tengo huevos: huevos tenía Bolaño. Él tenía cojones. Él, siendo chileno, fue escritor y pobre como una rata en México, y luego pobre y escritor que trabajaba en los camping catalanes para ganarse la vida, aquí en España. Fue un gran escritor porque vivía auténticamente como escritor; yo no, no tengo sus huevos, yo hago televisión. No tendría sus huevos para pasar un invierno en Blanes, sin calefacción, ganándome la vida cuidando campings y follando suecas. Pero él era un grande. Todo lo que escribió me deslumbró: yo lo leí y él me leyó antes de conocernos, así que éramos amigos de esa manera. Esa es una manera muy feliz de comenzar una amistad. Por supuesto que Los detectives salvajes era una novela maravillosa, pero era el mejor en sus cuentos oscuros: Putas Asesina o Llamadas telefónicas, que son los que perduran.
Morirás mañana ha sido publicado en tres volúmenes allí, pero entera en España. ¿Alguna causa? ¿Como Bolaño con 2666?
Cuando la escribí, la sentí como mi última novela. Quería publicar cada novela separadamente, pero para mi fortuna Pilar Reyes me dijo “No, no, no te vas a morir y vamos a publicar la trilogía en un solo volumen“. Y tenía toda la razón.
En Morirás Mañana defiendes la venganza como motor narrativo de la novela. ¿Estás ajustando cuentas como supuesta novela póstuma?
Escribir es tal vez abrir una jaula, soltar la fiera y desatar todas las bestias dentro de ti. Que se maten entre ellas como lo que ocurre en mi novela. He tratado de postular la idea de que el rencor y la venganza no son necesariamente innobles; puede haber una justificación moral, un acto redentor, odiar a alguien. Uno es los amigos que elige y los enemigos que elige. Y hay algunos enemigos que uno no debe perdonar; los moralistas te dirán que debo hacerlo.
Estás ya cercano a un personaje de la Huysmans, de esos amorales de finales de siglo.
He matado literariamente con mi imaginación afiebrada a las personas que, si no fuera un pusilánime, mataría con mucho gusto. Y sublevándome a la idea de morir antes que ellos.
Vargas Llosa ha sido constante en esta charla. ¿Conservas tu relación con la familia, padre e hijo? Tuviste una polémica reciente referente a la elección de Humala.
No, públicamente estamos enemistados, pero sin embargo admiro a Vargas Llosa, tengo una deuda de gratitud impagable con él y soy un lector fiel.
¿Cómo van tus problemas de salud? Sueles citarlos de manera apocalíptica en tus columnas, dándote dos o tres meses de vida.
Alguna gente me dice, “acaba de morirte, cumple tu promesa“. No voy al médico: todo médico es mi enemigo. Pienso que me quieren sacar el dinero, matarme a destiempo. En eso soy como Bolaño, y no quiero trasplantes, que me dejen el hígado. Me dicen que deje las pastillas, pero no puedo, me muero antes, como podría morirme en cualquier caso. Quiero morir sedado.
Casi como la muerte de Huxley, con una sobredosis de LSD en sus últimas horas.
¡Es lo mejor! Quiero morir en una clínica suiza, donde pagas 10.000 euros y puedes hacerlo sin molestar a nadie, sin joderlo, sin dolor, sin nada. Y de una manera muy civilizada, pero mi madre sufriría mucho.
¿Te veremos alguna vez en la prensa española o en un programa de televisión?
No, no creo, no tengo salud para ello. Me ha costado mucho venir esta vez. Muchas veces, en los aeropuertos, me he sentido muy mal, que me iba a desmayar. No tengo fuerzas para venir y prefiero estar allá, que están mis hijas, donde supongo moriré.
Te vamos a dar unos nombres y nos gustaría que los definieras con una línea: Hugo Chávez.
El verdadero e incomprendido sucesor del Chavo del Ocho
Cortázar.
Un gato, una gata.
Zapatero.
Me encantaría darle un beso. Comerle la boca. Creo que le gustaría.
Gabriel García Márquez.
Un mago.
Ana Botella.
Con ese apellido tienes que ser alcohólica o estás jodida.
Cristina Fernández de Kirchner.
Es una viuda, ante todo.
Federico Jiménez Losantos.
Es mi amigo, y le tengo auténtico aprecio, aunque pierda muchos lectores por esto. Tiende a ser paranoico, creo que incluso más que yo, pero le encuentro un punto de ternura.
Ollanta Humala.
Es un militar, sólo militar que fue dado de baja.
Boris Izaguirre
Es difícil definirlo. Es un hombre muy inteligente, pero le importa demasiado la ropa. La otra noche estábamos con él, Silvia y yo, y le dije “Ahora va analizar la ropa que llevamos“. ¡Y lo hizo! Cuando dice “he tenido un conflicto con los zapatos“ es auténticamente él. Yo a veces le digo “No, Boris, no jodas, la ropa no es tan importante ¡defínete! ¡Da una opinión sobre Chávez!“. Mi único consejo: durante un mes viste ropa vieja y fea, mala ¡libérate de la moda!
Juan Rulfo.
La senda del perdedor, la tentación del fracaso, el destino trágico y el escritor triste.
Fujimori.
Ante todo, un japonés. Nunca subestimes a un japonés.
Pablo Escobar.
Un gran empresario. Un capitalista incomprendido: sólo quería hacer dinero. ¿No dicen los defensores del capitalismo que creen en el libre comercio? Bueno, Pablo Escobar y todos los narcotraficantes de nuestro tiempo son defensores del libre comercio. ¿Nos quieren vender cocaína? Bueno, yo quiero comprarle cocaína a Pablo Escobar (risas) ¡Ahí está la oferta y la demanda!
Isabel Allende.
Aquí tengo un problema: fui amigo de Bolaño, pero no quiero subestimar los libros de la Allende: tiene muchos lectores y traductores… algo habrá hecho bien. Siento respeto por ella pero sus libros, excepto Paula, no me conmueven. Vive en un lugar muy bello, se llama Sausalito, y siempre está encontrando una manera de comprarse una casa más grande en la colina. Bueno, mis respetos: que me perdone Bolaño, pero no me uniré al club de los que la tratan de cursi.
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