La manifestación policial empezó el sábado 1º de
febrero de 1975, y al día siguiente se extendió de comisaría en
comisaría, conformándose una comisión representativa que se instaló en
la sede de Radio Patrulla, en la avenida 28 de Julio del distrito de La
Victoria. Los policías amenazaron
con una huelga total de no atenderse sus reclamos; al fracasar las negociaciones, consumaron la amenaza y el martes 4 Lima quedó completamente desguarnecida. En las últimas horas de la tarde de ese día empezaron a sentirse las consecuencias, sobre todo por la congestión del tráfico y el aumento de atracos y delincuencia.
con una huelga total de no atenderse sus reclamos; al fracasar las negociaciones, consumaron la amenaza y el martes 4 Lima quedó completamente desguarnecida. En las últimas horas de la tarde de ese día empezaron a sentirse las consecuencias, sobre todo por la congestión del tráfico y el aumento de atracos y delincuencia.
Hacia la medianoche del 4 al 5 de febrero, unidades
blindadas del Ejército sitiaron Radio Patrulla exigiendo la entrega de
los dirigentes policiales y el fin de la huelga; al no haber respuesta, a
las cuatro de la madrugada se produjo la toma violenta del local.
Muchos policías huyeron y otros se rindieron. En los barrios colindantes
la población podía escuchar el tableteo de ametralladoras y estruendo
de tanques. Debido al cerco militar de la zona, que impidió el acceso,
nunca se pudo precisar el número de muertos y heridos entre los
huelguistas. La versión oficial negó que hubiese habido bajas, lo que
resulta harto improbable. Culminada su labor, el Ejército se retiró.
Las horas siguientes en las calles del centro de Lima fueron de incertidumbre. La gente temía salir de sus casas, pero poco a poco comenzó a darse cuenta de la falta de control. En la mañana, la protesta estalló tanto en Lima como en el Callao.
Las horas siguientes en las calles del centro de Lima fueron de incertidumbre. La gente temía salir de sus casas, pero poco a poco comenzó a darse cuenta de la falta de control. En la mañana, la protesta estalló tanto en Lima como en el Callao.
Turbas recorrieron la ciudad e incendiaron el Casino
Militar (situado en la Plaza San Martín), el local del diario Correo y
el Centro Cívico (donde se hallaban las oficinas del SINAMOS). Los
ataques a estos últimos, al parecer, estuvieron encabezados por
estudiantes apristas que trataron de dirigir la espontánea explosión
popular. Los vándalos se dirigieron a continuación hacia la sede del
diario Expreso, pero sus trabajadores bloquearon las entradas con
enormes bobinas de papel y se defendieron. Paralelamente se produjeron
saqueos de tiendas y supermercados.
Desde Palacio de Gobierno se ordenó la salida de las tropas de la segunda región militar con sede en Lima, a cargo del general Leonidas Rodríguez Figueroa. Las tropas, montadas en tanques, tanquetas y hasta helicópteros, salieron recién a mediodía y reprimieron a sangre y fuego tanto a los saqueadores como a los manifestantes.
Desde Palacio de Gobierno se ordenó la salida de las tropas de la segunda región militar con sede en Lima, a cargo del general Leonidas Rodríguez Figueroa. Las tropas, montadas en tanques, tanquetas y hasta helicópteros, salieron recién a mediodía y reprimieron a sangre y fuego tanto a los saqueadores como a los manifestantes.
Asimismo, mediante comunicado oficial, el gobierno
suspendió las garantías constitucionales y declaró el toque de queda a
partir de las 6 de la tarde. El día 6 se dispuso que el toque de queda
fuese a las 8 p.m. Más adelante fue a las 10 p.m., y, finalmente, a
medianoche, pero pasó algún tiempo sin que pudiera retirarse
definitivamente.
Desde el mediodía el Ejército ocupó la ciudad imponiendo el orden. El saldo oficial fue de 86 muertos, 155 heridos, 1,012 detenidos y 53 policías enjuiciados.
El gobierno acusó oficialmente a la CIA y al Partido Aprista de alentar los disturbios y protestas. Una caricatura publicada en el diario Correo representó a Víctor Raúl Haya de la Torre (líder del APRA) rodeado de matones incendiarios, con la leyenda: “Solo el Apra quemará al Perú” (parafraseando el lema aprista de “Solo el Apra salvará al Perú”).
Desde el mediodía el Ejército ocupó la ciudad imponiendo el orden. El saldo oficial fue de 86 muertos, 155 heridos, 1,012 detenidos y 53 policías enjuiciados.
El gobierno acusó oficialmente a la CIA y al Partido Aprista de alentar los disturbios y protestas. Una caricatura publicada en el diario Correo representó a Víctor Raúl Haya de la Torre (líder del APRA) rodeado de matones incendiarios, con la leyenda: “Solo el Apra quemará al Perú” (parafraseando el lema aprista de “Solo el Apra salvará al Perú”).
Los policías se sentían postergados por un régimen
militar que los consideraba como “fuerzas auxiliares” y no contaban con
representación alguna en los organismos de gobierno. Pedían además la
mejora de sueldos y el fin de los maltratos que sufrían. Esto originó
una protesta que terminó con serios incidentes de triste recordación.
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