La entrevista que presentamos a continuación data del año
2009, cuando el desde esta tarde Papa Francisco I era el Cardenal Jorge
Mario Bergoglio, radicaba en Buenos Aires y vivía para la labor
pastoral. Saque usted su perfil, estimado lector, a través de estas
declaraciones.
Entrevistador: En Buenos Aires algunos párrocos han tomado
iniciativas para facilitar e incentivar a toda costa la celebración
de nuevos bautizos. ¿Qué les empuja?
JORGE MARIO BERGOGLIO: La Conferencia del episcopado
latinoamericano que se desarrolló en 2007 en Aparecida nos llamó a
anunciar el Evangelio yendo a buscar a la gente, sin quedarnos
sentados en la Curia o en la casa
parroquial esperando que la gente
venga a nosotros. En el antepenúltimo párrafo, el documento de
Aparecida da un salto hacia atrás de treinta años y vuelve a la
exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI, que
describía el «fervor apostólico» como «la dulce y confortadora
alegría de evangelizar», de «proclamar con alegría la Buena Nueva
conocida gracias a la misericordia del Señor». Pero esto no se
expresa básicamente programando iniciativas o eventos
extraordinarios. Precisamente la Evangelii nuntiandi repetía que
«si su Hijo ha venido al mundo ha sido precisamente para
revelarnos, mediante su palabra y su vida, los caminos ordinarios
de la salvación». Es lo ordinario lo que se puede hacer en clave
misionera. El bautismo es paradigmático de esto. Creo que los
párrocos de Buenos Aires se han movido con este espíritu.
E: ¿Considera que la solicitud a la hora de facilitar el
bautismo va ligada a situaciones particulares y locales, o es un
criterio que se les puede sugerir a todos?
BERGOGLIO: La solicitud a la hora de favorecer de todos los
modos posibles la administración del bautismo y de los demás
sacramentos afecta a toda la Iglesia. Si la Iglesia sigue a su
Señor, sale de sí misma, con valor y misericordia: no se queda
encerrada en su autorreferencialidad. El Señor lleva a cabo un
cambio en aquel que le es fiel, le hace levantar la mirada de sí
mismo. Esta es la misión, este es el testimonio.
E: En el subsidio al bautismo preparado y distribuido por la
diócesis de Buenos Aires se responde a las posibles críticas de
quienes dicen que los sacramentos no han de baratearse y que hay
que mantener firmes los requisitos exigidos de preparación y
disposición. ¿Son críticas legítimas?
BERGOGLIO: No hay ningún tipo de barato. Los párrocos se atienen
a las indicaciones de los obispos de la región pastoral de Buenos
Aires, que respetan todas las condiciones que aparecen en el Código
de Derecho canónico, según el criterio-base expresado en el último
canon: la ley suprema es la salvación de las almas.
E: Según usted, ¿se justifican de algún modo los casos en los
que se les niega el bautismo a los hijos porque los padres no viven
en una situación matrimonial canónicamente en regla?
BERGOGLIO: Aquí esto sería como cerrar las puertas de la
Iglesia. El niño no tiene ninguna responsabilidad del estado del
matrimonio de sus padres. Y además, suele ocurrir que el bautismo
de los niños se convierte también para los padres en un nuevo
inicio. A menudo se hace una pequeña catequesis antes del bautismo,
de más o menos una hora; luego una catequesis mistagógica durante
la liturgia. Luego, los sacerdotes y los laicos van a visitar a
estas familias, para seguir con ellos la pastoral posbautismal. Y
con frecuencia ocurre que los padres, que no estaban casados por la
iglesia, piden venir frente al altar para celebrar el sacramento
del matrimonio.
E: A veces pasa que los ministros y los agentes pastorales
adoptan una actitud casi de “dueños”, como si estuviera en sus
manos el poder conceder o no los sacramentos.
BERGOGLIO: Los sacramentos son gestos del Señor. No son
prestaciones o territorios de conquista de curas u obispos. En
nuestra nación, tan amplia, hay muchos pueblitos adonde es difícil
llegar, por lo que el cura va una o dos veces al año. Pero la
piedad popular siente que los niños han de bautizarse lo antes
posible, y entonces en esos lugares hay siempre un laico o laica
conocidos por todos como bautizadores, que bautizan a los niños cuando
nacen, en espera de que vaya el cura. Cuando éste llega, le llevan a
los niños para que los unja con el santo óleo, concluyéndose así
la ceremonia. Cuando pienso en esto, me sorprende siempre la
historia de esas comunidades cristianas de Japón que estuvieron sin
sacerdotes durante más de doscientos años. Cuando llegaron los
misioneros los encontraron a todos bautizados, todos estaban casados
regularmente por la Iglesia y todos sus difuntos habían sido
enterrados cristianamente. Aquellos laicos habían recibido solamente
el bautismo, y en virtud de su bautismo habían vivido también su
misión apostólica.
E: Según algunos, sin adecuada conciencia y preparación el rito
sacramental puede convertirse en cosa “mágica” o mecánica. ¿Qué
piensa usted?
BERGOGLIO: Nadie piensa que no haya que hacerse catequesis.
Preparar a los niños para la confirmación y la comunión. Pero
siempre hay que mirar a nuestra gente tal como es, y ver qué es más
necesario. Los sacramentos son para la vida de los hombres y las
mujeres tal como son. Gente que puede que no sea de mucho hablar,
pero que tienen un sensus fidei que comprende la realidad de los
sacramentos con más claridad que muchos especialistas.
E: En su experiencia pastoral, ¿puede contar algún episodio que ponga de manifiesto este sensus fidei?
BERGOGLIO: Hace justo unos días bauticé a siete hijos de una
mujer sola, una viuda pobre, que trabaja haciendo limpieza y que
los había tenido de dos hombres diferentes. Yo la había conocido el
año pasado en la fiesta de San Cayetano. Me había dicho: padre,
estoy en pecado mortal, tengo siete hijos y nunca los he bautizado.
Había llegado a esta situación porque no tenía dinero para que
vinieran los padrinos que estaban lejos, o para pagar la fiesta,
porque siempre tenía que trabajar… Le propuse que nos viéramos para
hablar de ello. Nos hablamos por teléfono, vino a verme, me decía
que nunca conseguía encontrar a todos los padrinos y juntarlos… Al
final le dije: vamos a hacerlo con solo dos padrinos, que
representarán a los otros. Así que vinieron todos y tras una
pequeña catequesis los bauticé en la capilla del arzobispado.
Después de la ceremonia hicimos un pequeño refresco. Una coca cola y
bocadillos. Ella me dijo: padre, no me lo puedo creer, usted hace
que me sienta importante… Yo le respondí: señora, yo no tengo nada
que ver en esto, es Jesús quien hace que sea usted importante.
Fuente: Revista 30días
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