En la dinámica de los procesos naturales yace el código de la
creación, nota Kevin Kelly, una de las mentes imprescindibles para
entender el tecnopaisaje de nuestros días, que busca hackear la
divinidad.
La naturaleza es la fuente del
conocimiento humano; tanto el arte como la ciencia son fundamentalmente
el resultado de la observación y la imitación de la naturaleza. Es
posible que la religiosidad nazca también del azoro que produce observar
la naturaleza, del misterio de su sistema operativo, del fuego y la
tormenta, de la muerte y la transformación. La religiosidad es el
instinto de conocer este misterio y de reconectarse con el principio
generador. Y, a fin de cuentas, en un profundo entendimiento, llevar la
contemplación a la creación: un mismo proceso de flujo dinámico: cuando
observar la luz es igual a volverse el Sol.
“El hombre es fundamentalmente el deseo de ser dios”,
escribió Jean Paul Sartre. Sed de dios, más allá de la aparente ceguera
de la evolución, esta parece ser la consigna que mueve al hombre a
transformar la materia para vivir más tiempo, para viajar más lejos,
para conocerse mejor (en un acto reflejo con el universo). Aunque muere
el individuo, la sabiduría ciega del gen parece seguir impulsando la
carrera, a través de meme y del tecne, para alzarse –acaso como
un organismo colectivo capaz de encumbrarse sobre el abismo de la
disolución– sobre el aterrador espacio infinito y probar del Árbol del
Conocimiento.
De aquella separación inicial que la
religión describe como una caída al mundo de la ilusión y el
sufrimiento, sobrevive el anhelo de la unidad y del poder –el poder de
ser libres del azar y de crear nuestro propio destino. Este es el sueño,
quizá delirante, de la tecnología. Hemos perdido el paraíso pero,
creemos, lo podremos rediseñar en un futuro cercano –o al menos simular–
sirviéndonos de la genética, la neurociencia, la nanobiología, y la
física cuántica. Sólo tenemos que observar atentamente la naturaleza,
con la penetración científico-mística de personajes como Newton, puesto
que ahí debiera de estar el código de la creación, los secretos del
universo, el blueprint de dios.
Es difícil despojar a la tecnología de
una veta mística. Nuestra tecnología –aunque quizás, como la evolución,
tenga su propia agenda– obedece a un impulso utópico (la utopía no es
más que la política o la secularización del paraíso) y prometeico. El
hombre busca liberarse de la tiranía de los dioses a través de las
máquinas –extensiones de su cuerpo y de su mente que le otorgan poderes
similares a los de la divinidad. Usar a la naturaleza misma –porque no
debemos olvidar que la tecnología es siempre naturaleza transformada y
en ella no deja de transpirar la matriz planetaria– para vencerla.
Vencer al menos los límites del mundo en el que nacimos.
“El reino de lo nacido –todo lo que es
naturaleza– y el reino de lo hecho –todo lo que es construido por el
hombre– se están convirtiendo en uno. Las máquinas se están volviendo
biológicas y la biología se esta volviendo diseñada”, escribe Kevin
Kelly, el fundador de la revista Wired en su libro Out of Control,
al momento del más ferviente tecno-optimismo en los inicios del
Internet en los noventa. En esta fusión, Kelly no detecta nada del
pánico distópico que caracteriza a cierto puritanismo o a cierta
paranoia lúcida (como la Philip K. Dick). La naturaleza después de todo,
según el pensamiento gnóstico, platónico y hasta védico, no es más que
el artificio de Dios o de un demiurgo: la representación de una idea, de
un código –y como tal puede ser copiada y, sino mejorada, al menos sí
acelerada (en el caso de que se logre hackear) (la materia también puede
programarse). El sueño de la alquimia, de transformar el cuerpo en oro
(o en espíritu) continúa: y ahora acepta la incidencia de otros cuerpos,
de metales y minerales que refinen el procesamiento del mismo, hasta su
espiritualización (o transformación en hiperinformación: conciencia
pura)… Metales y minerales que pueden servir como vehículos para que la
conciencia pueda seguir existiendo, más allá de la mortalidad del cuerpo
humano.
Kevin
Kelly considera que observando los procesos de la naturaleza
atentamente podemos aprender a “crear algo de la nada”. Si bien la idea
de crear algo de la nada rápidamente nos coloca en un predicamento
lógico –puesto que todo lo que conocemos surgió a partir de algo
preexistente– se puede apelar la idea de que la naturaleza tiene
embebida la creación original, el primer instante del universo que se
repite en sus procesos –hay algo del Big Bang en la eclosión de una flor
y en el orgasmo que te engendró (un átomo es una microcreación de todo
el universo). Kelly se atreve incluso a enumerar las Nueve Leyes de
Dios, “que gobiernan la incubación de algo desde la nada”. Acontinuación
traducimos y comentamos –amenizamos– estas leyes que sirven como un
aperitivo para la llegada de la neobiología. Son sobre todo atisbos de
los patrones que rigen los sistemas emergentes de la biología y la
informática, que se autoorganizan y se comportan como un superorganismo,
metáforas de la Mente Colmena Universal –que también pueden leerse como
consejos de negocios para una nueva generación de CEOs que modelan sus
empresas conforme a la armonía de la naturaleza.
El ser distribuido: El
espíritu de la colmena, el comportamiento de una economía, el
pensamiento de una supercomputadora y la vida en mí están distribuidas
en una multitud de unidades más pequeñas (las cuales también pueden ser a
la vez distribuidas). Cuando la suma de las partes puede sumar más que
las partes, entoncer ese ser extra (ese algo de la nada) está
distribuido entre las partes. Siempre que encontramos algo de la nada,
lo hallamos surgiendo de un campo de múltiples posibilidades más
pequeñas interactuando entre sí. Todos los misterios que más nos
interesan –la vida, la inteligencia, la evolución –se encuentran en el
abono de grandes sistemas distribuidos.
Aquí Kelly juega con la idea de que
la conciencia es un sistema emergente que nace de la complejidad del
cerebro, de las relaciones entre las neuronas. Igualmente la vida nace
del caldo de cultivo de materia prebiótica que forma relaciones
complejas con el entorno, con las moléculas de la atmósfera, creando un
biosistema (o vivistema en sus palabras). La evolución que parece ser
un río acéfalo de mutación indeterminada, puede contemplarse como la
constelación de un único proceso vital que escala la pirámide de la
materia hacia la compeljificación de la conciencia.
Control de abajo hacia arriba:
Cuando todo está conectado con todo en una red distribuida, todo sucede
al mismo tiempo. Cuando todo sucede al mismo tiempo, amplios y veloces
problemas simplemente se mueven en la periferia de la autoridad central.
Debido a esto, el gobierno debe de surgir de los actos más humildes e
interdependientes realizados localmente en paralelo, y no de un comando
central. Una multitud puede cambiar su curso por sí misma, y en un
territorio de cambio rápido, masivo y heterogéneo, sólo una multitud
puede cambiar de curso. Para obtener algo de nada, el control debe de
descansar hasta bajo dentro de la simplicidad.
Dice Erik Davis en su libro “Techgnosis”: “Cuando todo se vincula con todo lo demás, la materia se convierte en mente”.
Cultiva incrementar el rendimiento
Cada vez que utilices una idea, un
idioma o una habilidad la fortaleces, la refuerzas, y haces que sea más
probable que la vuelvas a usar. A esto se le conoce como
retroalimentación positiva o ‘bola de nieve’. El éxito genera éxito. En
los evangelios, el principio de las dinámicas sociales se conoce como
“Al que tiene, se le dará.” Cualquier cosa que altere su medio ambiente
para incrementar su propia producción está jugando el juego de
incrementar el rendimiento. Y todos los grandes sistemas sostenibles
participan en el juego. La ley opera en la economía, biología, ciencias
de la computación, y la psicología humana. La vida en la Tierra altera
la Tierra para engendrar más vida. La confianza genera confianza. El
orden genera más orden. Aquellos que tienen, obtienen.
La teoría de los campos mórficos de
Sheldrake sostiene el imperio del hábito hasta un punto de transmisión
transpersonal. El sólo hecho de que alguien haya alcanzado un nivel en
el baloncesto como Michael Jordan o Kurt Gödel en las matemáticas hace
que cuando alguien toma un balón de basquet o se dispone a resolvera una
fórmula, tenga una memoria remota que le hace más fácil su tarea,
aunque esto sea casi incuantificable.
Crece por bloques
La única manera para crear un sistema
complejo que funcione, es empezar con un sistema sencillo que funcione.
Los intentos para instantáneamente instalar organizaciones muy complejas
—como son las economías de inteligencia o de mercado— sin crecerlas,
llevan inevitablemente al fracaso. Ensamblar una pradera toma tiempo
—aunque tengas todas las piezas. Se necesita tiempo para que cada parte
se pruebe con los demás. La complejidad es creada, al ensamblarla
incrementalmente, a partir de módulos simples que pueden operar de
manera independiente.
De nuevo, nada como imitar a las hórmigas o a las termitas.
Maximiza las periferias
En la heterogeneidad está la creación
del mundo. Una entidad uniforme debe adaptarse al mundo a través de
revoluciones ocasionales que destruyen la tierra, una de las cuales
seguramente la matará. Una entidad heterogenia por el otro lado, puede
adaptarse al mundo in miles de mini-revoluciones diarias, manteniéndose
en un estado permanente, más nunca fatal, de movimiento continuo. La
diversidad favorece las fronteras remotas, los alrededores, las esquinas
ocultas, movimientos de caos y grupos aislados. En los modelos
económicos, ecológicos, evolucionarios e institucionales, una periferia
sana acelera la adaptación, incrementa la resistencia, y es casi
siempre, la fuente de innovaciones.
La naturaleza ama lo raro. La
diversidad, el exotismo es la máxima estimulación. Lo otro, es lo sexy.
En los márgenes está el mercurio de la transformación. Así el mundo, a
través de la diversidad, se reta a sí mismo y se reinventa.
Honra tus errores
Un truco sólo funcionara por un tiempo
limitado, hasta que todos los demás también lo hagan. Avanzar más allá
de lo ordinario requiere un juego nuevo, o un territorio nuevo. Pero el
proceso de salir del método, juego o territorio convencional, es
indistinguible del error. Hasta el acto más brillante del genio humano,
en un análisis final, es un acto de ensayo y error. “El ser un Error y
ser Expulsado es parte del Diseño de Dios,” escribió el poeta William
Blake. El error, ya sea al azar o deliberado, debe convertirse en una
parte integral de cualquier proceso de creación. La evolución puede ser
considerada como un manejo sistemático del error.
“Si estás cometiendo errores,
entonces estás haciendo cosas nuevas, probando, aprendiendo, viviendo,
empujándote a ti mismo, transformándote y transformando tu mundo. Estás
haciendo cosas que jamás habías hecho y, aún más importante, estás
haciendo algo”, dice Neil Gaiman.
Persigue no optima; ten metas múltiples
Las máquinas simples pueden ser
eficientes, pero las máquinas complejas adaptativas no pueden serlo. Una
estructura complicada tiene muchos maestros y ninguno puede ser
atendido de manera exclusiva. En vez de esforzarse por optimizar
cualquier función, un sistema grande puede sobrevivir al “satisfacer”
(hacer de manera “aceptable”) una multitud de funciones. Por ejemplo, un
sistema adaptativo debe negociar entre explotar un camino de éxito
conocido (optimizando la estrategia actual), o desviar recursos para
explorar caminos nuevos (por lo tanto desperdiciando energía al probar
métodos menos eficientes). Tan vastas son las unidades entremezcladas en
cualquier entidad compleja que es imposible descifrar las causas reales
de su supervivencia. La supervivencia es una meta de puntos múltiples.
La mayoría de los organismos vivientes tienen tantos puntos múltiples
que son variaciones contundentes que funcionan por casualidad, en vez de
por rendiciones precisas de proteínas, genes y órganos. En crear algo
de la nada, olvida la elegancia; si funciona, es hermoso.
Busca un desequilibrio persistente
Ni la constancia ni el cambio incesante
sostendrán la creación. Una buena creación, como el buen jazz, debe
balancear la formula estable con notas desfasadas. El equilibrio es la
muerte. Sin embargo, al menos que un sistema se estabilice hasta un
punto de equilibrio, no es mejor que una explosión y morirá de la misma
manera. Un Nada, entonces, es tanto equilibrio como desequilibrio. Un
Algo, es un desequilibrio persistente —un estado continuo de surfear
eternamente en el borde entre nunca detenerse y a la vez nunca caerse.
Trabajar hacia el umbral líquido es el misterioso santo grial estático
de la creación y la travesía de todos los dioses amateurs.
Surfea el caos. Arrójate al abismo y
descubre que es una cama de plumas…La cascada del Tao, la cascada de La
Isla. Nunca te detengas –la salud es movimiento. Siembra crisis para
sacudir la mente anquilosada. La verdadera creación ocurre al límite.
Fuera de control.
El cambio se cambia a sí mismo
El cambio puede ser estructurado. Esto
es lo que los grandes sistemas hacen: coordinan el cambio. Cuando
sistemas extremadamente grandes son construidos a partir de sistemas
complicados, entonces cada sistema comienza a influenciar y finalmente a
cambiar las organizaciones de los otros sistemas. Es decir, si las
reglas del juego están compuestas de abajo hacia arriba, entonces, es
probable que las fuerzas que interactúan en los niveles de abajo
alteraran las reglas del juego mientras que este progrese. La evolución
—en su uso cotidiano— se refiere a como una entidad es cambiada con el
paso del tiempo. La evolución más profunda —como se puede definir
formalmente— se refiere a como las reglas de entidades que cambian con
el tiempo, cambian con el tiempo. Para sacar el máximo provecho de la
nada, se necesitan reglas que se cambien a sí mismas.
El tablero, el juego mismo, está vivo. No sólo evolucionan los jugadores, las reglas están mutando.
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