Los sociópatas (o psicópatas, según el contexto) están entre
nosotros, pero no todos cometen horribles crímenes; algunos de hecho
pueden ser bastante encantadores y exitosos.
Cuando pensamos en un sociópata o un
psicópata (términos que muchas veces se utilizan como
sinónimos según el
contexto clínico o social) solemos pensar en Ted Bundy o algún notorio
asesino serial: alguien capaz de torturar y manipular a la gente por el
simple placer de hacerlo. Pero la sociopatía, de hecho, podría ser algo
que se encuentra a bordo de mentes como la de los presidentes o los
líderes de empresas, es decir, de gente que debe funcionar de manera
perfecta en sociedad.
Se estima que 4% de los estadunidenses
presentan conductas sociópatas en su vida diaria, e incluso presidentes
como Theodor Roosevelt y John F. Kennedy han sido declarados sociópatas
debido a lo que puede interpretarse como una necesidad de dominación y
control absoluto.
La sociopatía es un desorden de
personalidad que se manifiesta en el trato con uno mismo y los demás, y
puede incluir conductas deshonestas y manipuladoras; para la literatura
médica, los sociópatas son encantadores, narcisistas y carecen tanto de
remordimientos como del control de sus propios impulsos. Robert Hare,
psicólogo criminal, diseñó una prueba en 1980 para el diagnóstico de la
psicopatía, el cuál es usado aún para determinar si un criminal puede
salir bajo fianza o merece penas más severas. Hace unos años, Hare mismo
afirmó que “es cuatro veces más probable hallar un psicópata en lo más
alto de la escalera corporativa que encontrarlo en la oficina del
conserje.”
En el libro Confessions of a Sociopath (“Confesiones
de una sociópata”), M.E. Thomas describe en primera persona el problema
de ser una abogada con un curriculum prestigioso, profesora
universitaria y sociópata de tiempo completo. Aunque es una persona
“normal” por fuera, Thomas cuestiona los fundamentos mismos de la
normalidad al confesar que fantasea constantemente con asesinar
personas, se distancia de sus amigos cuando estos tienen problemas
personales y dejan de parecerle divertidos, además de la lucha constante
contra los periodos de autodestrucción.
Otra clase de sociópatas son los
corredores de bolsa de Wall Street. Bernie Madoff, quien se encuentra en
prisión por defraudar fiscalmente por $65 mil millones de dólares a
accionistas y asociaciones caritativas alrededor del mundo (conflicto
tan grave que incluso uno de sus hijos se suicidó a raíz del incidente),
le preguntó a su terapeuta si creía que él era un sociópata. Ella
respondió que no, puesto que Madoff tiene moral y puede sentir
remordimientos: sabe que lo que hizo estuvo mal, aunque no pudiera
controlar sus impulsos. Pero el que Madoff haya logrado manipular a
tanta gente para hacerse con su dinero no permite hacer una barrera
definitiva entre lo que es un sociópata y el que no lo es.
Aunque Thomas afirmara que los
sociópatas o psicópatas no suelen matar gente, confiesa que desde niña
fantaseaba con matar a su padre con sus propias manos, además de
estrangular gente que veía en su rutina escolar, o ahogar bebés en la
piscina cuando era niña; aunque no lleven a cabo estas fantasías, los
sociópatas se entretienen en ellas sin consecuencias. Un entretenimiento
menos saludable, sin embargo, consiste en “arruinar a la gente”; en
palabras de Thomas:
“Sé que mi corazón es más negro y más
frío que el de la mayoría de la gente; tal vez por eso es que estoy
tentado a romper los suyos.”
¿Entonces es posible vivir
funcionalmente en sociedad siendo un psicópata, y cómo podría hacer la
sociedad para contener y aceptar a los psicópatas dentro del núcleo?
Muchos investigadores se muestran reticentes a aceptar que la sociopatía
y otras enfermedades mentales podrían ser catalogadas como formas de
discapacidad en un futuro cercano, sobre todo por la dificultad de un
diagnóstico preciso. John Edens, profesor de psicología de Texas
A&M, quien además evaluó psicológicamente a Thomas y confirmó el
diagnóstico de psicopatía, cree que “decir que alguien es o no psicópata
es un poco como dibujar una línea arbitraria en la arena”, pues mucha
gente muestra rastros de conductas psicópatas de manera más o menos
pronunciada que otras.
¿Qué hacer, pues, con los soldados que
vuelven de la guerra con estrés post-traumático, con el cirujano que no
tiene buen trato social pero que salva vidas con decisiones rápidas en
la sala de urgencias, con los inversionistas de Wall Street que juegan y
apuestan las fortunas de la gente por un rush parecido al de
los apostadores de Las Vegas y con la gente que rebasa los semáforos en
alto sin considerar la seguridad de los demás?
Para Thomas, la terapia simplemente no
funciona, y en su caso acredita el dedicar tiempo a su blog sobre
sociopatía y a la religión mormona por mantenerla relativamente estable.
“Tengo una tendencia naturalmente manipuladora”, dice Thomas, por lo
que la doctrina mormona, con el énfasis en que todos pueden cambiar y
las muchas actividades sociales que realizan, son una válvula de control
para su comportamiento destructivo. Sin embargo, aún falta mucho tiempo
y estudios comprender la naturaleza de trastornos de conducta como la
psicopatía, por lo que no debería sorprendernos de convivir a diario con
varios de ellos, tal vez más cerca de lo que nos imaginamos.
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