Psico-espiritualidad, auto-percepción sui generis, y simpáticas
bondades, son algunos de los ingredientes que componen a los mexicanos.
El
misterio sobre la psicología del mexicano ha sido analizada por
diversos pensadores a lo largo de nuestra historia, arrojando resultados
por demás disímbolos o reduccionistas que poco privilegian o hacen
justicia al verdadero valor de este enigma inconcluso. No pretendo
aportar una visión completamente novedosa, pero si una pauta para un
nuevo enfoque a partir de mis observaciones cotidianas del fenómeno
mexicano.
Hace un par de años el filósofo mexicano-catalán Roger Bartra, expuso en su libro La Jaula de la melancolía (1987) la teoría metafórica sobre la personalidad del mexicano y un animal endémico de nuestro país, el ajolote (ambyostoma mexicanum).
Este se caracteriza por conservar su estado larvario de forma
permanente, pero con la capacidad reproductiva activa, además de la
característica primordial en esta clase de anfibios que es su capacidad
para reconstruir su cuerpo en caso de perdida de alguno de sus miembros.
Esto parece a simple vista una suerte de formula de la eterna juventud,
y que además –hablando en sentido metafórico- nos permite camuflarnos
ante el enemigo y la adversidad.
En uno de los últimos libros sobre la mexicanidad que llegaron a mis manos: El excepcionalismo mexicano (2012) de Cesar Cansino, hace una revisión de los clásicos de la psicología del mexicano como son El Laberinto de la Soledad (1950) de Octavio Paz y El perfil del hombre y la cultura en México (1934) de
Samuel Ramos. El autor pone sobre la mesa la reconsideración de las
conclusiones de estos personajes sobre el supuesto complejo de
inferioridad del mexicano frente al mundo –además de nuestro
paternalismo característico y la tradición de estar siempre expuestos a
los vaivenes del resto del mundo, principalmente bajo el vecino del
norte,
A lo largo del texto reafirma con
ejemplos contemporáneos estás previsiones hechas por sus predecesores,
sin embargo, hacía el final del texto traspola completamente el sentido
de estas afirmaciones para aportar una nueva visión del problema. Está
primicia consiste en que el mexicano, según Cansino, tiene este carácter
reservado y ensimismado debido a que el fondo se cree y se sabe
superior que el resto de los países, en el fondo de nuestro ser existe
la certeza de que podemos igualar y superar a cualquier extranjero en
cualquier cuestión o situación.
Después de leer estas afirmaciones
surgieron en mi nuevos escenarios y otros no tan nuevos que pueden
sostener esta hipótesis, al plantear esta superioridad de la que como
mexicano me atrevo a decir que ya sospechábamos. Y me vienen a la mente
muchos rasgos culturales que hacen referencia a esta situación. Un
ejemplo de ello son todos los chistes atiborrados de ingenio en que se
presenta un problema a resolver entre digamos: un gringo, un alemán y un
mexicano en una cantina, donde siempre desembocan en soluciones
creativas por parte del mexicano, ganándole este a sus oponentes,
burlándose en el camino de la técnica y especialización extranjera,
resolviendo el problema con “maña” más que con fuerza, como decimos,
rompiendo así todos los esquemas de pensamiento occidental
característico. En este escenario cultural el mexicano siempre sale
avante y queda como el “chingón”, el que se escapa de todas a su manera,
en un dejo de engreimiento constatado, frente a la tradicional visión
inferiorista y aldeana que de nuestro pueblo se ha difundido durante
años.
¿Acaso después del terror psicológico
que vivimos durante el 2012 que infringieron la llamada Guerra contra el
Narcotráfico y el supuesto Armaggedon Maya, dejamos atrás algún tipo de
atavismo autoimpuesto?
¿Logramos por fin superar el estereotipo
del fantasma mexicano, deambulante entre el misticismo prehispánico y
la evangelización colonial? Me atrevo a decir que si, hemos perdido el
miedo, estoy seguro que si a un país le ha beneficiado la llamada
globalización –de la cual ya no se habla tanto, tal vez por haberse
convertido en una obviedad de la democracia moderna–, es a México, donde
gracias a internet hemos podido satisfacer nuestra curiosidad sobre el
mundo exterior, expresar libremente nuestra opinión, y así evolucionar
política y socialmente, como si dentro de nuestra crisálida lográramos
ver a través de un periscopio que no hay moros en la costa y es tiempo
de mostrarnos al mundo tal como somos.
Hago énfasis en que no es una critica o
que esté proponiendo que los mexicanos no seamos “serios”, simplemente
existe una sabiduría escondida que lo mueve hacía una vida placentera,
escapando de las necesidades impuestas por gran parte del mundo
occidental, como si supiera muy bien que la vida es para el deleite. Un
acercamiento a otras manifestaciones lingüísticas que ponen en evidencia
este comportamiento son las expresadas en diversas frases usadas por el
mexicano cotidianamente, por citar algunas: “navegar con bandera de
pendejo”, “hacerse guey”, o incluso hasta el “ser huevón” ejemplifica
muy bien esta característica rebelde que tenemos frente a la tiranía del
tiempo.
Esta conformación psicológica-espiritual
del mexicano puede ser el resultado de un eficiente sincretismo entre
mágica, razón y mucho de pragmatismo, lo que nos ha dado esta
singularidad surrealista que tanto llamó la atención a grandes mentes
como Buñuel o Eisenstein, la sociedad que no envejece a pesar de todos
sus pesares, la sociedad que se sabe reír de su propio y supuesto
infortunio.
Al parecer la tradición enteógena,
chamánica y metafísica tan arraigada (recordemos que en México existen
53 de las 200 especies de hongos enteógenos de la tierra) puede ser
parte de este desenfado frente al mundo material y esa facilidad para
escapar de la rutina que prevalece en nosotros, además de la paciencia
necesaria para aguardar, observar y percibir con la mente abierta, cual
fontanela, el mundo que nos rodea para finalmente salir y exponer
nuestra visión del mismo y demostrar el tamaño real de nuestro espíritu
–más allá de los nacionalismos decadentes instaurados por las
televisoras y el aparato burocrático, con personajes mexicanos que no se
parecen en nada a lo que somos actualmente.
Me gusta pensar que con la llegada del
quinto sol, florece una nueva sociedad con todas las herramientas
disponibles para demostrarle al mundo una forma sui generis de
disfrutar la vida y encontrar la felicidad, más allá del materialismo y
el formalismo imperante en el mundo capitalista, tal vez estamos listos
para despertar del letargo y tomar la brida de nuestro propio destino.
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