Carlos Tapia
Entre las reformas que se proponen para la
Policía Nacional del Perú está el fortalecimiento de las especialidades
que antes tenían la Guardia Civil (GC), la Policía de Investigaciones
del Perú (PIP) y la
Guardia Republicana (GR). Es una crítica solapada a la unificación policial hecha por el APRA en 1988. Sin embargo, siendo necesarias, no abordan el tema de fondo: la crisis de la actual identidad institucional.
Lamentablemente, se mantienen demasiados
aspectos comunes a los del Ejército. Tienen similares grados en su común
jerarquía, a pesar de que responden a funciones muy diferentes. Gozan
de las mismas condecoraciones, sueldos y beneficios para los altos
mandos. La justicia militar y policial funciona en el mismo fuero bajo
el mismo Código Penal. Y los policías a veces marchan mejor que los
soldados. ¡Subordinación y valor! Es el grito de las tropas ante el
reconocimiento de un jefe militar, y la Policía Nacional también copió
esta tradición del Ejército Peruano.
Pero, los soldados son diferentes a los
policías; los primeros viven acuartelados y se entrenan para la guerra,
para la destrucción y muerte del enemigo. El policía vive en un barrio o
urbanización donde todos sus vecinos son civiles. El policía es un
agente a favor de la convivencia pacífica de los ciudadanos, ya que la PNP
es, también, un servicio público. El soldado es tal cuando está armado;
sin armas nadie lo reconoce. En cambio, la autoridad del policía es
reconocida aunque no esté armado. Además, el uniforme y el arma no
definen al que los usa; los pilotos de aviones usan uniformes y grados,
los bomberos también. Y los guachimanes de una empresa privada pueden
usar armas.
Curiosamente, los héroes nacionales de la
Policía Nacional son dos insignes policías que tuvieron méritos
excepcionales en las guerras contra Chile y Ecuador. Y no se les da el
mismo reconocimiento a los cientos de policías que entregaron su vida a
favor de la paz ciudadana y en la lucha contra la delincuencia.
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