Joel Salatin, granjero holístico, ha
dado una de las más inspiradoras y confrontantes pláticas en TED que
hayamos escuchado hasta ahora. Su figura se suma al creciente movimiento
de “rebeldía orgánica”
que está cuestionando las políticas alimenticias de las grandes
ciudades y se avoca a regresar la
atención a la tierra, a la vida.
“Trillones de criaturas viven en la
tierra”, apunta Salatin en TED. “Toda una vida invisible de la que
dependemos por completo. Y sin embargo nadie habla de ello. Nosotros
tenemos 3 trillones de ellos adentro, una comunidad desesperada por que
los tomemos en cuenta. Pero en nuestra manera de pensar greco-romana,
occidental, reduccionista, lineal, fragmentada, compartimentada,
desconectada, sistematizada, individualizada, orientada a las partes no
tomamos en cuenta que este es un mundo de seres, no un mundo de
máquinas.
Salatin continua insistiendo que, debido
a que las industrias agropecuarias y farmacéuticas han decidido que
todo puede ser manipulado y no mejorado; que puede ser visto
“mecanísticamente” y no como un sistema vivo, se han desatado
consecuencias indeseadas como enfermedades, abortos espontáneos, etc.
“Una cultura que ve su vida desde ese punto egocéntrico, dominante y
conquistador verá a sus ciudadanos de la misma manera. A las culturas de
la misma manera”, dice.
Lo que sugiere, en lugar de ello, es que
en nuestras discusiones sobre tecnología hagamos un movimiento
fundamental hacia tomar en cuenta la biología, la vida. “Las máquinas no
pueden sanar, la vida sí puede sanar”. El paisaje: las plantas y los
animales pueden sanar. Hemos creado un sistema muerto de alimentos. “Los
herbicidas y pesticidas parecen ser mucho más sexies que la composta. Y hay mucho más sexo en una composta” concluye Salatin.
Habrá que pensar que, si nuestra comida
no se pudre, si es impronunciable o si no podemos hacerla en nuestra
cocina, probablemente no es algo que querríamos comer. La obsesión de la
ciencia es cómo hacer más con menos y cómo modificar genéticamente toda
la vida para que incremente la producción y bajar los costos ha
disminuido increíblemente la densidad nutricional.
Salatin nos insta a participar en la
comunidad de seres vivos que habitan en la tierra, en la comida, en
nuestras entrañas. “Es tan simple como tener gallinas en tu cocina: se
comen tu composta, te ayudan con tu jardín, son más limpias que los
perros… Si tuviéramos gallinas en nuestra cocina no estaríamos
preocupados por huevo no orgánicos o crueldad en las granjas”, apunta.
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