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En la idea de ‘magia’ confluyen diversos
fenómenos psicológicos, sociales, religiosos y culturales que la
convierten en un asunto multifactorial con incontables formas de
expresión no siempre visibles que la sitúan en el terreno del ocultismo.
La Encyclopaedia Británica ofrece una definición clásica: “Se trata de
un actividad ritual que, se cree, puede influir en los eventos humanos o
naturales
recurriendo al acceso a una fuerza mística que se sitúa más
allá de la esfera humana {es decir, a un poder sobrenatural)”.
En esencia, nos explica la misma fuente,
constituye la base de la mayoría de los sistemas religiosos, y esa es la
visión de los antropólogos contemporáneos, quienes se resisten a marcar
una diferencia entre magia y religión, pues ambas recurren a poderes
inmateriales y ‘superiores’ a los que percibimos en nuestra experiencia
cotidiana. El rasgo diferencial, en todo caso, es que la religión se
construye como un sistema más amplio de prácticas y creencias, mientras
la magia tiene una esencia más pragmática y mecánica que busca la
relación inmediata causa-efecto y se enfoca en la técnica.
No importa si es blanca o negra, benigna o
maligna, en el ámbito de la magia siempre hay tres elementos
fundamentales. El primero son los encantamientos. Se trata de fórmulas
rituales que pueden expresarse oralmente, por escrito o mediante la
disposición planeada de determinados elementos. En esta variedad pueden
incluirse las fórmulas, recetas y pociones mágicas.
Los antecedentes más remotos que se
conservan de su uso son papiros griegos y egipcios fechados entre los
siglos I y IV d. C, en los que se especifican procedimientos que
involucran el empleo de animales, y una serie de instrucciones para
conseguir el efecto buscado. Estos procedimientos son el segundo
elemento clave: el rito y su secuencia.
En cuanto al tercero, se trata de las
condiciones especiales de quien lleva a cabo el rito: el ‘hechicero1. De
acuerdo con los diversos marcos de creencias, goza de poderes
especiales que le permiten tener una comunicación directa con las
fuerzas que gobiernan al inundo y propiciar su voluntad.
Este conjunto de elementos está rodeado
de un halo secreto que incluye el uso de palabras y signos desconocidos
para las personas comunes y reservados como un saber esotérico. Por sus
supuestos poderes y conocimientos los magos gozaron de enorme poder
desde tiempos ancestrales, lo que les permitió influir en el desarrollo
de hechos históricos de muy diversa índole, como ocurrió con Rasputín
gracias a su cercanía con los Romanov.
Creencias básicas
En su artículo “Magical Thinking” publicado en la revista Psychology Today, Matthew Hudson señala las convicciones esenciales del pensamiento mágico:
1.- Cualquier objeto puede ser sagrado. Podemos
investir a cualquier cosa de supuestas cualidades sobrenaturales; el
caso más frecuente es el de los amuletos, pero también puede tratarse de
un anillo de matrimonio o alguna pertenencia de un ser amado.
2.- Cualquier cosa puede estar maldita. Los
objetos pueden contaminarse con elementos o “vibraciones destructivas”,
y hay que mantenerlos alejados para evitar que su daño se extienda; por
ejemplo, no es recomendable habitar la casa donde se cometió un
homicidio.
3.- La mente manda sobre la materia. El psicólogo Sigmund Freud
denominó a esta convicción la “omnipotencia de los pensamientos”, pues
creemos que tienen suficiente poder o energía como para efectuar cambios
en el mundo material.
4.- Los rituales traen buena o mala suerte. Una
serie de procedimientos simples o complicados (como los ritos que la
gente realiza en año nuevo) brindan una “ilusión de control”, aunque se
demuestre que no hay alguna relación causal entre éstos y los
acontecimientos futuros.
5.- Las palabras y los símbolos están investidos de poder. Más
allá de la realidad a la que se refieren se cree que un vocablo o un
signo valen por sí mismos y que manipularlos es manipular la realidad.
6.- Existe una jurisprudencia cósmica. Los poderes supremos determinan nuestra felicidad o nuestra desgracia y podernos apelar a ellos.
7.- El mundo está vivo. Más allá
de los seres vivos, se piensa que todo lo que nos rodea está animado de
alguna forma y presenta las mismas propiedades mentales que tenemos como
individuos.
Magia homeopática y magia contaminante
La rama dorada, del antropólogo Inglés James George Frazer
(1854-1941), es uno de los estudios más completos sobre el fenómeno de
la magia. En él, Frazer reconoce la existencia de dos tipos de magia:
homeopática y contaminante. La magia homeopática parte del supuesto de
que “lo semejante produce lo semejante, o que los efectos semejan a sus
causas”.
Consiste en creer que para dañar o destruir a un enemigo basta con dañar o destruir una Imagen suya, por ejemplo clavar alfileres en su fotografía o su figura representada con cera. Frazer Informa que se conoció hace miles de años en la India, Babilonia, Egipto, Grecia
y Roma. La magia contaminante “procede de la noción de que las cosas
que alguna vez estuvieron juntas quedan así después, aun cuando se las
separe.
En tal relación, todo lo que se haga a
una de ellas producirá efectos parecidos en las otras”. El ejemplo más
común en la magia negra es la manipulación del cabello, los recortes de
las uñas o trozos de ropa de quien se pretende dañar, creyendo que por
su cercanía original con la victima puede provocar efectos a distancia.
Carente de cualquier fundamento científico, “esta superstición es
universal”, aclara Frazer.
Misas negras
El acto ritual más importante de la magia
negra en el mundo occidental es una ceremonia en la que se profanan los
principios que el catolicismo considera sagrados para establecer un
pacto con las fuerzas del mal. Los ejemplos históricos del
procedimiento, consistente en una versión distorsionada de la misa
católica, se remontan al siglo XVI en una tradición desarrollada posteriormente en Francia por personajes históricos como la reina Catalina de Médicis y el Marqués de Sade.
No existe, sin embargo, un acuerdo sobre
los ritos que se realizan en el curso de éstas. Lo más probable es que
no cuenten con una ‘liturgia’ fija y que cada grupo de adeptos diseñe su
propia versión de prácticas comunes para ellos, como la invocación al
demonio, mediante frases y conjuros. La versión del satanista Antón
Szandor LaVey (1950-1997) inicia con una distorsión de la fórmula
católica “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, que se
convierte en: “En el nombre del magno Satanás, señor nuestro”.
La mayoría de los ritos incluyen
prácticas sexuales y la profanación de la hostia consagrada en la que,
de acuerdo con el catolicismo, se halla presente el cuerpo mismo de
Cristo.Esta se lleva a cabo manchándola con sangre humana, enterrándola
en el suelo o involucrándola en actos sexuales. La diversidad de estas
prácticas revela cómo, en realidad, nunca ha existido una Iglesia de
Satanás bien establecida, más allá de grupos minoritarios e
históricamente inconexos.
Cacería de brujas
Desde el siglo XIII la Iglesia Católica
consideró que cualquier uso de la magia era obra del demonio, y que
cualquier persona que pretendiera emplearla tenía pacto con él. En
Europa miles de mujeres que contaban con saberes tradicionales sobre
herbolarla! medicina y psicología en el ámbito rural se consideraron
Instrumentos del diablo, el que supuestamente se reunía con ellas para
darles Instrucciones. Fue así como se construyó la Imagen de la ‘bruja’,
y la Iglesia desarrolló una verdadera cruzada para combatirlas, ya que
ellas eran ula verdadera puerta al Infierno”.
En un periodo de 250 años que Inició en
el siglo XVI, cerca de 200 mil personas fueron ejecutadas por
acusaciones de practicar la magia negra; después de someterlas a
dolorosas torturas, eran colgadas, estranguladas, ahogadas o quemadas en
la hoguera. Los grupos más vulnerables a sufrir tales acusaciones eran
los ancianos, los enfermos, las viudas y las solteras (mujeres muy
guapas).
La gran mayoría de víctimas fueron
mujeres, lo que ha hecho pensar que la misoginia y el afán de dominio
fueron factores determinantes. La acusación de brujería sirvió para
fines como la avaricia y la ambición política, los maridos la empleaban
para librarse de sus esposas e Incluso hubo casos de niños que acusaron a
sus padres. Estas feroces cacerías llegaron a término con el siglo
XVIII, cuando el Impacto de las explicaciones racionales y científicas
producidas durante la Ilustración hizo que la mayoría de la gente dejara
de creer en la magia blanca y negra, y hasta en la religión formal.
Necromancia
También llamada ‘nigromancia’, es una
práctica esencial de la magia negra que consiste en la adivinación
mediante la consulta a los muertos. Es también una de las más antiguas.
Uno de los casos más representativos aparece en el Antiguo Testamento,
en el episodio del libro de Samuel en el que la bruja de Endor lo invoca
para ayudar a Saúl, primer rey de Israel, y también fue frecuente en
las culturas griega, egipcia y persa. La encontramos, asimismo, en
religiones primitivas de otros tiempos, como los cultos del África
centraly su derivación más significativa, el vudú.
El caso moderno más notable es el del
académico de Cambridge John Dee, quien en el siglo XVI practicó la
alquimia y la elaboración de horóscopos. En un célebre experimento
realizado en compañía del mago irlandés Edward Kelley hizo lo necesario
para revivir a un muerto de nombre Paul Waring. Por aquella época corrió
el rumor de que habían logrado conversar con él; sin embargo, no hay
prueba fehaciente de que lo hayan conseguido.
En el siglo XIX se pusieron de moda otras
formas de consultar a los espíritus: las sesiones espiritistas y la
lectura de la ouija. Sin embargo éstas no tenían propósitos malignos y
fueron más bien entretenimientos de salón.
El vudú
Una de las formas de magia negra más
presentes en el Imaginarlo contemporáneo es el vudú, cuyo nombre es una
distorsión del vocablo vodu que, en la lengua de Togo y Dahomey (actual
Benín), en África -de donde procedían los embarques de esclavos negros
con destino a las Antillas, en América-signiflca ‘misterioso’ o
‘sagrado’.
Los esclavos vivían en condiciones muy
precarias y para soportarlas fueron dando forma a una religión
sincrética que fundía las creencias africanas con elementos locales,
entre ellos los de la religión católica. Para el siglo XVII había
cobrado gran fuerza en Martinica y Santo Domingo, y en el XVIII ya se
practicaba en todas las Antillas.
Sus usos y creencias se fueron volviendo
cada vez más complicados. Se estableció una jerarquía divina encabezada
por una diosa madre secundada por deidades menores enfocadas a
necesidades específicas. Sus sacerdotes están Investidos de supuestos
poderes para invocar a dioses y espíritus, y abren para los fieles el
acceso a facultades mágicas como la protección, la curadón y la
adivinación.
Existen ritos especiales para revelar las
fuentes de Infortunio (por lo general, las personas que han usado la
magia negra en su contra) y medios para neutralizarlas. Entre ellos
destacan tos grl-gris: bolsas que contienen hierbas, cabellos, huesos y
uñas. Otro elemento distintivo son tos zombis, supuestos ‘muertos en
vida’ que no son sino personas sometidas a base de drogas pslcoactivas
que, de alguna forma, les hacen perder la voluntad.
El rey de los mercados
En nuestra América, los mercados o ferias
destinadas a rituales y magia abundan. Algunos están más escondidos,
como en nuestro país, pero a otros se llega con mayor facilidad.
El mercado de Sonora, ubicado en la zona
Centro de la Ciudad de México, pone en evidencia la persistencia de la
magia blanca o negra en la mentalidad de ciertos grupos. En su segunda
nave es posible encontrar puestos de brujos y chamanes que venden
pócimas, amuletos y hierbas que prometen hacer realidad deseos oscuros y
luminosos.
Hay polvos mágicos procedentes de Cuba y
Venezuela, manteca de cacao para limpiar el aura, la “Cédula de San
Ignacio” que aleja las malas vibraciones de casas y negocios, “polvos
del odio” para alejar y separar a las personas, baños hierbales de
“rompe-zaragüey” contra la envidia y la mala suerte, mezclas herbolarias
de “amansa guapos” para atraer a los hombres más apuestos, y el famoso
“Polvo del Corderito Manso” para neutralizar a los enemigos.
Los brujos que atienden los puestos
indican las recetas para usar estos recursos muchas veces con fines
malignos, como ocurre con el toloache, una planta que daña el sistema
nervioso central. Algunos aseguran tener contacto directo con Satanás.
De acuerdo con ellos, los objetivos que buscan los clientes son: suerte
en el amor, salud y éxito económico.
Las funciones de la magia
En su nivel superficial la magia busca fines prácticos corno atraer
la buena fortuna o propiciar las lluvias. Una corriente interpretativa
le adscribe una finalidad simbólica en las culturas primitivas:
establecer los fundamentos que regulan a una sociedad y preservar su
organización. En otros tiempos el mago era la autoridad que podía
decidir entre el éxito y la desgracia de las personas, según
se apegaran o no a ciertos códigos y
tabúes establecidos. Esta función no era muy distinta a la que
adquirieron las religiones formales en una etapa posterior. El mago se
transformó en el sacerdote, representante terrenal de la voluntad divina
y arbitro de la conducta humana, función que hasta la fecha tienen,
según la doctrina, los ministros de la religión católica.
A pesar de compartir la misma esencia,
las grandes religiones (vigentes o desaparecidas) condenaron la práctica
de la magia. El objetivo de esa condena, expresada en las cacerías de
brujas, consistió en consolidar un poder hegemónico en lo temporal. La
magia se tipificó como una práctica sucia y minoritaria; la Iglesia,
aunada al Estado, la persiguió como un delito que en diversos casos se
pagaba con la vida.
Sin importar la intención de estos ritos
mágicos, lo que realmente se expresaba era el afán de unificar una
religión monoteísta preservada por un estricto orden jerárquico y, con
ella, superar el politeísmo característico de los practicantes de la
magia.
En el caso del catolicismo este proyecto
se impuso a sangre y fuego, y escritos como el infame Malleus
Maleficarum (El martillo de las brujas) de 1486, marcaron pauta en la
persecución de las brujas. No obstante, toda la infraestructura de la
Santa Inquisición se desarticuló después de la llegada de la Ilustración
(siglos XV1I-XVIII), cuando la Iglesia perdió su control social y
comenzó la desbandada de fieles hacia otros credos.
En los siglos posteriores, en virtud del
proceso que dio forma a la cultura New Age, las religiones perdieron
fuerza pero se fortaleció un sentido de la sacralidad en el que
revivieron prácticas mágicas y ocultistas a través de medios literarios,
audiovisuales y el uso de antiguos símbolos.
Del día a la noche
Toda magia parte de los elementos
mencionados y emplea los mismos recursos. Sin embargo puede
diversificarse en tipologías de acuerdo con sus intenciones. La
clasificación más tradicional la divide en dos colores: blanca y negra,
cuyas connotaciones resultan evidentes. La magia blanca está vinculada a
la luz, la claridad y el día. La magia negra se relaciona con las
tinieblas, la oscuridad y la noche, que en el imaginario tradicional son
el ámbito del mal y lo prohibido. Se ha intentado definir otros tipos
de magia, identificándola con distintos colores, pero se trata de
clasificaciones sin un referente cultural sólido.
El criterio diferenciador de las dos
magias es la perdurable idea de la contradicción y el enfrentamiento
entre el bien (magia blanca) y el mal (magia negra); sin embargo, la
separación de los dos conceptos es relativamente reciente, pues en
tiempos de la hegemonía católica se condenaba a la magia en su conjunto
más allá de los fines que persiguiera.
El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica
(presentado el 9 de diciembre de 1992) durante el pontificado del beato
Juan Pablo II ya incluye un importante matiz diferenciador: “Todas las
prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende
domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un
poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud-
son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas
son más condenables aun cuando van acompañadas de una intención de dañar
a otro, recurran o no a la intervención de los demonios”.
La magia blanca va en pos de objetivos socialmente aceptables y emplea medios que gozan de esa misma calidad.
Por ejemplo, intenta propiciar el éxito o
la fortuna de una empresa comercial colocando una planta de albahaca en
sus instalaciones, o usa la misma hierba para que una persona afligida
por la ‘mala suerte’ se libere de ella mediante baños o ‘limpiezas
1. Los supuestos hechizos de la magia
blanca se enfocan en una serie de objetivos que son las aspiraciones
comunes de los seres humanos: conseguir amor, atraer dinero, tener un
buen trabajo y gozar de buena salud. Los magos tienen su propia ética.
En una de las infinitas páginas de Internet dedicadas al tema se
especifica que “la magia nunca debe usarse para dañar a nada ni a
nadie”.
Territorio de tinieblas
La magia negra se diferencia de la blanca
en que, por lo general -aunque sus practicantes anhelan también amor,
dinero y fortuna-, suele tener el propósito destructivo de perjudicar a
algún enemigo usando medios y ritos que no gozan de la aceptación social
y recurriendo a la potestad de fuerzas sobrenaturales asociadas a lo
negativo, en especial al demonio de la cosmovisión judeocristiana.
En algunos casos se entiende como
sinónimo de brujería, aunque la definición de este vocablo aceptada por
la Real Academia Española es moralmente neutra: “Práctica y conocimiento
mágico asociado a aquellos de los que, se supone, poseen poderes
sobrenaturales”.
Montague Summers (1880-1948), sacerdote,
demonólogo y erudito inglés autor del libro Witchcraft and BlackMagic,
asegura que todos los practicantes de la magia negra realizan una
transacción -tácita o explícita- con las supuestas fuerzas del mal: “Un
hombre que no sólo cree firmemente en el poder del mal, sino que
considera que puede interferir con los afectos y destinos humanos, puede
invocar y convertirse en devoto de ese poder, pidiendo a cambio que sus
malos deseos y propósitos destructivos se cumplan.
De este modo parece tener éxito al
establecer un misterioso contrato con el mal, del que parece ser amo en
un momento determinado”. Es decir, practicar la magia negra implicaría
aliarse a las fuerzas de la destrucción.
Sus procedimientos son mucho más
complejos que los de la magia blanca. Históricamente han incluido la
misa negra, que parodia la misa cristiana para adorar al demonio; los
rituales de iniciación al círculo de los magos; la invocación de los
espíritus del mal apoyada en instrumentos como amuletos y piezas de
indumentaria; la comunicación con los muertos o necromancia; la
adivinación con fines malévolos; el uso de filtros o fórmulas para
someter la voluntad de otros, y el uso de figuras simbólicas.
Una de éstas es el “Círculo mágico”, una
especie de manual gráfico empleado en el siglo XVI para invocar a los
espíritus, o los “Cuadrados de Abra-Melin” (mago real o imaginario del
siglo XVI), que servían para propósitos execrables como “suscitar
guerras y querellas”, “despertar la enemistad”, “provocar que alguien
sufriera desgracias en el combate”, “obrar una venganza genérica” y
“causar guerras en general”.
Aunque los ritos de magia negra que mejor
conocemos son los relacionados con el satanismo, su variedad ha sido
muy amplia en las distintas culturas y han adquirido siempre un color
local, como por ejemplo el vudú, el culto surgido entre los esclavos
africanos llegados a América, o los ‘trabajos’ que hasta la fecha se
practican en diversas comunidades latinoamericanas.
Alcanzan su máxima violencia en el caso
de los sacrificios humanos, como los que solían practicar los
‘narcosatánicos’ en México a fines de la década de 1989, y sus
inclinaciones destructivas también se evidencian en la profanación de
tumbas, sacrificios de animales y el uso de la herbolaria, cuyos efectos
nocivos no son sobrenaturales, sino químicos.
El pensamiento mágico
Los métodos de la magia se contraponen a
los de la ciencia. De acuerdo con el investigador Robert Todd Carroll,
autor de The Skeptic’s Dictíonary, éstos resultan comprensibles en
tiempos de nuestros ancestros, hace miles de años, pero hoy en día “sólo
indican una profunda ignorancia e indiferencia con respecto a la
ciencia y a una visión del mundo que resulta posible comprobar”. Carroll
reconoce que, sin embargo, la gran mayoría de nosotros regresamos al
pensamiento mágico de vez en cuando.
Ello no es peligroso si a través de la
reflexión y el pensamiento crítico reconocemos “que la buena suerte no
nos permitirá ganar la lote-ría, o que frotando el amuleto que nos dio
una persona amada tal vez sintamos su presencia, pero el vínculo que
guardamos con ella tiene que ver con la psicología y la biología, no con
el mundo sobrenatural”.
En el caso de la magia negra, el mismo
autor advierte que “acuchillar la imagen de un enemigo no le provocará
daño alguno”. Siguiendo la misma vertiente en su EncycJopedía of Gaims,
Frauds, and Hoaxes of the Occult and Supernatural, Sam Randi presenta
una postura radical: “Ninguna magia, sea del tipo que sea, ha alterado
de modo alguno la historia del mundo o siquiera de una de sus
partículas, a pesar de las mejores o las peores intenciones del mago”.
El pensamiento mágico es un razonamiento
causal que busca la correlación entre determinados actos rituales y un
efecto o recompensa, tal y como lo habría hecho María del Pilar Pérez,
más conocida como ‘La Quintrala”. En la psicología clínica se conecta
con la creencia de los pacientes de que pueden influir sobre la vida de
los demás con el poder del pensamiento, por ejemplo provocar su muerte
con malos deseos.
Su único poder tangible radica en la
sugestión, proceso por el cual entes guían o dirigen los sentimientos,
pensamientos o comportamientos de otras personas mediante la emisión de
determinada información.
De este modo es posible que las supuestas
víctimas de la magia negra sufran perjuicios por el temor que incita en
ellos. El caso más extremo es el de la muerte por sugestión que ocurría
en algunas culturas primitivas. Las personas morían sin una causa
orgánica visible o aparente de por medio, por el mero temor de haber
transgredido un tabú o haber sido hechizadas.
Existen diversos ejemplos históricos de
casos así. En 1578 el portugués Gabriel Soares de Souza refirió que
entre los tupinambas de Brasil era común que los indígenas fallecieran
por el miedo que les ocasionaba el saberse condenados por los chamanes
de la tribu.
Hoy día en el mundo occidental
muchas personas temen ser víctimas de un embrujo de magia negra y
recurren a psíquicos o practicantes de magia blanca. Existe un amplio
mercado de lo sobrenatural dirigido a ese público, y sus únicos efectos
son también psicológicos: después de una limpieza o al portar un amuleto
la persona ‘afectada’ por el mal se siente libre de peligro.
¿Desaparecerá algún día el pensamiento
mágico de la mente humana? En septiembre de 2010 la revista Psychology
Today dedicó un reportaje al tema y halló que surge por todas partes:
las creencias son herencia de generaciones anteriores o bien surgen de
manera espontánea. Además, el estrés o tensión emocional impulsan a
creer que una fuerza superior nos protege o nos condena.
Peter Brugger, jefe del Departamento de
Neuropsicología en el Hospital Universitario de Zürich, encontró que en
el pensamiento mágico está involucrada la dopamina, neurotransmisor que
el cerebro emplea para buscar y dar significado a las experiencias. En
un sentido positivo puede impulsar la creatividad; en un sentido
negativo, hacernos ver amenazas inexistentes.
Aunque exista la inclinación por creer en
la magia negra o surja el temor por sus efectos, es importante
desterrar el pensamiento mágico y reemplazarlo con las evidencias del
razonamiento y el examen detenido de los hechos y problemas que nos
rodean.
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