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29 nov 2013

DELINCUENCIA CIUDADANA

Pastillita para el Alma 28 – 11 – 13

Antes se comentaba que había Terciana en Balzas y Bagua, que en el valle del Utcubamba, entre el Tingo y Cáclic había Uta y que en algún rincón de Rodríguez de Mendoza existía Lepra, pues el tiempo ha pasado y las medidas sanitarias o la propia Naturaleza se encargó de detenerlas o apaciguar estos
males que ahora ya no nos preocupan. Nuestro Perú sufrió una gran embestida de las huestes terroristas que diezmaron nuestros pueblos y hasta que no nos tocó a nosotros o a nuestro entorno, éramos indiferentes de las desgracias que aquejaban a los pobladores humildes  del sur de nuestra Patria.
En la capital de la República, se escucha de asaltos y robos, de crímenes ante la vista y paciencia de transeúntes. Se arrebatan carteras, se asaltan y rompen lunas de los carros.  Ayer una niña de 17 años moría desangrada, por haber sufrido una herida en el cuello, ante la indiferencia de los que la miraban y no hacían nada por no verse comprometidos.
Ahora casi es pan de cada día de que hijos maten a sus padres, que padres maten a sus hijos, que las mujeres sean agredidas, ultrajadas y humilladas, que se violen a niños y la pedofilia esté enraizada en aquellos que antes eran personas respetadas y admiradas, no es raro que hermanos se odien por herencias o por cosas pueriles y se vuelvan enemigos irreconciliables y que amigos que antes eran inseparables, ahora se porten con total indiferencia, negando afecto y aprecio, a los que de lejos, llegan en busca de amistad y de cariño.
En la ciudad de Chachapoyas, hace pocos días, fue noticia que una persona fue asesinada con ensañamiento, mutilada e inclusive quemada en un colchón y que permaneció varias horas ardiendo  a la vera del camino, ante la indiferencia de los viandantes. En Rodriguez de Mendoza dicen que un hombre mató de tres puñaladas a una persona y casi ya nos hemos olvidado que nuestros alcaldes y autoridades son víctimas de sicarios que por unos cuántos soles acabaron con sus vidas.
La maldad está invadiendo irremediablemente a nuestra sociedad y creemos que es la inseguridad ciudadana una lacra despiadada que nos envuelve inmisericordemente, por culpa de los guardianes de la Ley o de las autoridades de turno. Insensatos de nosotros, definitivamente, no podemos culpar a las leyes ni a las personas que nos gobiernan. Somos nosotros los causantes de estar creando este monstruo que va creciendo ante la indiferencia de nuestra población. Creemos que los elementos de mal vivir se originan por el modernismo o ante la influencia de familiares de los presos por las cárceles de máxima seguridad,  o por la presencia de Institutos y Universidades que traen a jóvenes de otras latitudes, con otra formación moral, o por la existencia de discotecas, cantinas y bares o el aumento del alcoholismo y la drogadicción.
No somos conscientes que la célula fundamental de  la sociedad, es la Familia,  y que en estos últimos tiempos se ha descuidado. El padre de familia cree que es suficiente traer plata y comida al hogar, dar instrucción a los jóvenes y no entenderse de su formacion integral y que porque las madres trabajan o los sueldos son ínfimos, los niños pequeños, tienen que estar por horas  frente a un televisor, alimentándose de violencia y malos ejemplos.
Ya se terminaron las tertulias de sobremesa, los domingos de misa,  en unión de toda la familia, las visitas entre vecinos y las entrevistas con los maestros, que más que simples profesores de ahora, eran los amigos de la casa que compartían una tácita de café o chocolate, discutiendo el desarrollo educativo de los alumnos. Los maestros de ahora, cumplen un programa y sus clases los dictan con temor de ser denunciados. Ellos se olvidaron de la palmeta, los varillazos con ramas de membrillo o las horas de reclusión porque eso es agresión  psicológica a los niños y considerado delito, pero ayer eran métodos de formación de hombres de bien.
Las plagas de enfermedades endémicas desaparecieron por obra de la Naturaleza o por acción del hombre y ya no es una preocupación que nos haga doler la cabeza. El terrorismo, en estos tiempos casi esta desaparecido y si todavía existe, está circunscrito a una pequeña zona de nuestro territorio nacional en los Valles de los ríos Apurimac, Ene y Mantaro, además su gente, equivocada o no, peleaban por un ideal o por mentiras de transformación equivocadas. Ellos son un enemigo identificado que tarde o temprano va a sucumbir ante las fuerzas del orden.
Sin embargo, hay otra amenaza, mas temida que el terrorismo, que es la delincuencia ciudadana, donde el hombre no pelea por una idea equivocada, sino ataca por maldad con ensañamiento, alevosía y ventaja, a mujeres, jóvenes y ancianos y que va creciendo en forma alarmante ante la paciencia y la indiferencia de todo nuestro pueblo. Ahora es difícil salir a la calle en las grandes urbes sin tener en cuenta que podemos ser asaltados, que podemos ser víctimas de la gente de mal vivir, que nuestra vida corre peligro por la presencia de sicarios, pandilleros y asaltantes,  que por un par de zapatillas o por un teléfono, te meten un balazo o te hieren a mansalva.
Esta plaga maldita se va extendiendo, como un cáncer por toda nuestra Patria, incluso a ciudades tranquilas como la apacible Chachapoyas de nuestros recuerdos y nosotros seguimos  pensando y creyendo que todo es culpa de nuestras autoridades civiles y policiales y no nos damos cuenta que nuestra paz y tranquilidad, es tarea de todos nosotros. No tenemos la valentía de extender nuestras manos con la finalidad de ayudar a los que sufren o porque no tenemos la voluntad de organizarnos en juntas vecinales con la finalidad de protegernos, o hacemos campañas de acercamiento entre todos nosotros y mandamos al tacho nuestra indiferencia ante el dolor humano que, hoy en día, es el peor de los males en esta sociedad que va camino a desaparecer, lo que ya se muestra en barrios, calles, tiendas comerciales que se protegen temerosos con vigilantes acuciosos , rejas y cadenas que encierran a la gente decente para protegerse de los malhechores que caminan libremente por plazas y avenidas.
Estamos todavía a tiempo, enfoquemos nuestras acciones contra la Delincuencia Ciudadana, no volvamos a tener el mismo error que sucedió con las hordas de Sendero Luminoso y Túpac Amaru, que las dejamos crecer por nuestra indiferencia y porque no les dimos importancia y hasta los confundimos con abigeos.
Tengamos en cuenta que estos delincuentes actúan por maldad, escondidos en la oscuridad o ante la vista y paciencia de todos, son gente sin escrúpulos, que han perdido el miedo a la autoridad, muchos de ellos son jóvenes que saben que sus penas siempre serán castigadas en forma leve.
Seguir dejando crecer a la Delincuencia Ciudadana, es atentar contra nuestra tranquilidad y nuestra paz familiar, por eso arrojemos la indiferencia de nuestros comportamientos y vistámonos con la valentía que nos da nuestro derecho de ser hombres de bien y de buenas costumbres.
Jorge REINA Noriega
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