Pastillita para el Alma 28 – 11 – 13
Antes se comentaba que había Terciana en Balzas y Bagua, que en el valle
del Utcubamba, entre el Tingo y Cáclic había Uta y que en algún rincón
de Rodríguez de Mendoza existía Lepra, pues el tiempo ha pasado y las
medidas sanitarias o la propia Naturaleza se encargó de detenerlas o
apaciguar estos
males que ahora ya no nos preocupan.
Nuestro Perú sufrió una gran embestida de las huestes terroristas que
diezmaron nuestros pueblos y hasta que no nos tocó a nosotros o a
nuestro entorno, éramos indiferentes de las desgracias que aquejaban a
los pobladores humildes del sur de nuestra Patria.
En la capital de la República, se escucha de asaltos y robos, de
crímenes ante la vista y paciencia de transeúntes. Se arrebatan
carteras, se asaltan y rompen lunas de los carros. Ayer una niña de 17
años moría desangrada, por haber sufrido una herida en el cuello, ante
la indiferencia de los que la miraban y no hacían nada por no verse
comprometidos.
Ahora casi es pan de cada día de que hijos maten a sus padres, que
padres maten a sus hijos, que las mujeres sean agredidas, ultrajadas y
humilladas, que se violen a niños y la pedofilia esté enraizada en
aquellos que antes eran personas respetadas y admiradas, no es raro que
hermanos se odien por herencias o por cosas pueriles y se vuelvan
enemigos irreconciliables y que amigos que antes eran inseparables,
ahora se porten con total indiferencia, negando afecto y aprecio, a los
que de lejos, llegan en busca de amistad y de cariño.
En la ciudad de Chachapoyas, hace pocos días, fue noticia que una
persona fue asesinada con ensañamiento, mutilada e inclusive quemada en
un colchón y que permaneció varias horas ardiendo a la vera del camino,
ante la indiferencia de los viandantes. En Rodriguez de Mendoza dicen
que un hombre mató de tres puñaladas a una persona y casi ya nos hemos
olvidado que nuestros alcaldes y autoridades son víctimas de sicarios
que por unos cuántos soles acabaron con sus vidas.
La maldad está invadiendo irremediablemente a nuestra sociedad y
creemos que es la inseguridad ciudadana una lacra despiadada que nos
envuelve inmisericordemente, por culpa de los guardianes de la Ley o de
las autoridades de turno. Insensatos de nosotros, definitivamente, no
podemos culpar a las leyes ni a las personas que nos gobiernan. Somos
nosotros los causantes de estar creando este monstruo que va creciendo
ante la indiferencia de nuestra población. Creemos que los elementos de
mal vivir se originan por el modernismo o ante la influencia de
familiares de los presos por las cárceles de máxima seguridad, o por la
presencia de Institutos y Universidades que traen a jóvenes de otras
latitudes, con otra formación moral, o por la existencia de discotecas,
cantinas y bares o el aumento del alcoholismo y la drogadicción.
No somos conscientes que la célula fundamental de la sociedad, es la
Familia, y que en estos últimos tiempos se ha descuidado. El padre de
familia cree que es suficiente traer plata y comida al hogar, dar
instrucción a los jóvenes y no entenderse de su formacion integral y que
porque las madres trabajan o los sueldos son ínfimos, los niños
pequeños, tienen que estar por horas frente a un televisor,
alimentándose de violencia y malos ejemplos.
Ya se terminaron las tertulias de sobremesa, los domingos de misa,
en unión de toda la familia, las visitas entre vecinos y las entrevistas
con los maestros, que más que simples profesores de ahora, eran los
amigos de la casa que compartían una tácita de café o chocolate,
discutiendo el desarrollo educativo de los alumnos. Los maestros de
ahora, cumplen un programa y sus clases los dictan con temor de ser
denunciados. Ellos se olvidaron de la palmeta, los varillazos con ramas
de membrillo o las horas de reclusión porque eso es agresión
psicológica a los niños y considerado delito, pero ayer eran métodos de
formación de hombres de bien.
Las plagas de enfermedades endémicas desaparecieron por obra de la
Naturaleza o por acción del hombre y ya no es una preocupación que nos
haga doler la cabeza. El terrorismo, en estos tiempos casi esta
desaparecido y si todavía existe, está circunscrito a una pequeña zona
de nuestro territorio nacional en los Valles de los ríos Apurimac, Ene y
Mantaro, además su gente, equivocada o no, peleaban por un ideal o por
mentiras de transformación equivocadas. Ellos son un enemigo
identificado que tarde o temprano va a sucumbir ante las fuerzas del
orden.
Sin
embargo, hay otra amenaza, mas temida que el terrorismo, que es la
delincuencia ciudadana, donde el hombre no pelea por una idea
equivocada, sino ataca por maldad con ensañamiento, alevosía y ventaja, a
mujeres, jóvenes y ancianos y que va creciendo en forma alarmante ante
la paciencia y la indiferencia de todo nuestro pueblo. Ahora es difícil
salir a la calle en las grandes urbes sin tener en cuenta que podemos
ser asaltados, que podemos ser víctimas de la gente de mal vivir, que
nuestra vida corre peligro por la presencia de sicarios, pandilleros y
asaltantes, que por un par de zapatillas o por un teléfono, te meten un
balazo o te hieren a mansalva.
Esta plaga maldita se va extendiendo, como un cáncer por toda nuestra
Patria, incluso a ciudades tranquilas como la apacible Chachapoyas de
nuestros recuerdos y nosotros seguimos pensando y creyendo que todo es
culpa de nuestras autoridades civiles y policiales y no nos damos cuenta
que nuestra paz y tranquilidad, es tarea de todos nosotros. No tenemos
la valentía de extender nuestras manos con la finalidad de ayudar a los
que sufren o porque no tenemos la voluntad de organizarnos en juntas
vecinales con la finalidad de protegernos, o hacemos campañas de
acercamiento entre todos nosotros y mandamos al tacho nuestra
indiferencia ante el dolor humano que, hoy en día, es el peor de los
males en esta sociedad que va camino a desaparecer, lo que ya se muestra
en barrios, calles, tiendas comerciales que se protegen temerosos con
vigilantes acuciosos , rejas y cadenas que encierran a la gente decente
para protegerse de los malhechores que caminan libremente por plazas y
avenidas.
Estamos todavía a tiempo, enfoquemos nuestras acciones contra la
Delincuencia Ciudadana, no volvamos a tener el mismo error que sucedió
con las hordas de Sendero Luminoso y Túpac Amaru, que las dejamos crecer
por nuestra indiferencia y porque no les dimos importancia y hasta los
confundimos con abigeos.
Tengamos en cuenta que estos delincuentes actúan por maldad,
escondidos en la oscuridad o ante la vista y paciencia de todos, son
gente sin escrúpulos, que han perdido el miedo a la autoridad, muchos de
ellos son jóvenes que saben que sus penas siempre serán castigadas en
forma leve.
Seguir dejando crecer a la Delincuencia Ciudadana, es atentar contra
nuestra tranquilidad y nuestra paz familiar, por eso arrojemos la
indiferencia de nuestros comportamientos y vistámonos con la valentía
que nos da nuestro derecho de ser hombres de bien y de buenas
costumbres.
Jorge REINA Noriega
*AYÚDAME A AYUDAR*
reynor@terra.com.pe
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