Cabeza de turco: Es la persona a la que se hace blanco de
acusaciones por cualquier motivo. La expresión alude al tiempo de las
Cruzadas, en el que los turcos eran víctimas del odio de todos los
cristianos, que sentían una
especial preferencia por cortar sus cabezas.
Caérsele los anillos: Ser poco afecto a colaborar con los demás, sobre todo en el trabajo físico, eludir la responsabilidad.
Cada loco con su tema: Frase que sirve para explicar el apego que
cada uno tiene por su
propio parecer, al igual que los locos que, por lo
general, disparatan sobre un tema que es su obsesión. Antiguamente,
solían terminar la
frase con ... y cada lobo por su senda.
Cada maestrito con su librito: Frase usada para justificar la disparidad de criterio en el cumplimiento de un mismo objetivo. En la vida, todos
tenemos un método para desarrollar nuestras actividades.
Cada muerte de obispo: Muy esporádicamente, de vez en cuando, en
alusión a la longevidad de los prelados, que suelen vivir muchos años y,
por otra parte, los obispos no suelen ser jóvenes, de ahí lo de su
larga vida.
Caerse del nido: Descubrir una verdad a destiempo; ser ingenuo, como
los polluelos que por inexperiencia, suelen caer de lo alto, al
desprenderse del nido. Caerse la venda de los ojos: Desengañarse, descubrir la verdad
acerca de una persona o situación, sobre todo cuando lo que se descubre es negativo para uno. Caiga quien caiga: Es una de las frases más amenazantes que existen en todas las lenguas.
Calavera no chilla: Significa que la persona que gusta de la
diversión exagerada y la vida disipada no debe quejarse de las
consecuencias de su forma de vida. "Calavera", en sentido figurado, es
el hombre de poco juicio
dado al libertinaje. Calumniad, calumniad, que algo quedará: Frase
que algunos atribuyen a Voltaire y que el escritor Beaumarchais habría
incluido en su obra El Barbero de Sevilla. La expresión sostiene que
cuando se
insiste en la difamación, con el tiempo se logra instalar la duda en la
sociedad.
Cambiar de chaqueta: Algunos
adjudican el origen de este
curioso dicho al duque de Saboya, Carlos Manuel I, quien solía alternar
sus simpatías por Francia y por España usando un jubón (prenda antigua
ajustada que cubría desde los hombros hasta la cintura) de color rojo de
un lado y
blanco del otro. Pero lo cierto es que, con motivo de las guerras de
religión promovidas por la Reforma Luterana, se hizo usual que los
adversarios de cada bando (papistas y luteranos), para distinguirse de
sus oponentes,
vistiesen casaca y jubón de aspectos bien diferenciados. Debido a que,
por lo general, el forro de estas prendas era de color distinto al de la
tela, en determinadas circunstancias los parciales de una y otra
facción, ya sea para
desorientar al adversario o para hacerse pasar por uno de ellos, daban
vuelta la casaca. Esta treta hizo acuñar, con el tiempo, la expresión cambiar la chaqueta que
con el transcurso de los años comenzó a ser usada -con
sentido análogo- para criticar a quien de acuerdo con las circunstancias
cambia repentinamente de opinión o actitud política, en otras palabras,
se convierte en un "tránsfuga" (verdadero significado de esta palabra).
Cantar las cuarenta: Desahogarse con alguien, diciéndole lo que
piensa, aun cuando moleste al destinatario. El origen es el juego de
naipes conocido con el nombre de "tute", en el que se llama las cuarenta al
número de puntos del que reúne el caballo y el rey de un mismo palo, lo
que motiva que su poseedor esté obligado a "cantarlas".
Cargar con el mochuelo: En
los últimos años, se han
difundido en la Argentina innumerables cuentos que tienen por
protagonistas a integrantes de la colectividad gallega, a quienes se
endilga una marcada falta de inteligencia, lo mismo que su poco apego a
las costumbres higiénicas,
en contraposición con la noticia -ignorada por muchas personas- de que
el lenguaje gallego fue el primer romance (lengua derivada del latín)
que se habló a la perfección. De todas formas, esos relatos, que por lo
general son
originarios de estas latitudes, no lo son en cuanto a la originalidad de
la idea, ya que el dicho que ahora nos ocupa procede de la propia
España. Cuentan que dos jóvenes -uno andaluz y otro gallego- entraron
cierta vez a una
posada y pidieron al dueño del lugar algo para cenar. Como el mesonero
les dijo que sólo disponía de una perdiz y un mochuelo (especie de ave
rapaz nocturna de carne muy dura y poco sabrosa), el andaluz -que
llevaba la voz
cantante- se apresuró a decir que los trajese y que ellos se encargarían
de distribuir equitativamente las presas. Una vez frente a las aves
cocinadas, el andaluz dijo al gallego: -Elige, hermano, puesto que la
cosa es clara: o tú
te comes el mochuelo y yo la perdiz o yo me como la perdiz y tú te cargas el mochuelo.
Abrumado por tan "original" alternativa, el ingenuo gallego se tuvo que
comer el mochuelo mientras el avivado andaluz daba cuenta de la
sabrosa perdiz. Desde entonces, el dicho se usa para calificar todo
asunto o trabajo enojoso y difícil que recae sobre alguien en contra de
su voluntad, sobre todo si éste ha sido engañado.
Cargar con el muerto: Según
las leyes medievales, cuando
en la jurisdicción de una localidad era hallado el cuerpo de alguna
persona muerta en circunstancias extrañas, si no era posible determinar
la identidad del homicida, el pueblo donde había sido encontrado el
cuerpo estaba obligado
a pagar una multa llamada homicidium u omecillo. A causa
de esto, y con el fin de eludir el pago de la multa, cuando se hallaba
un muerto en las calles, los habitantes del pueblo en cuestión se
apresuraban y, de
común acuerdo, levantaban el cuerpo y lo trasladaban a alguna localidad
vecina, de manera que la responsabilidad del crimen recayera sobre ésta
y, en consecuencia, fuera ella la que debiera hacerse responsable de
pagar la multa
correspondiente. Con el tiempo, el dicho comenzó a aplicarse -en sentido
figurado- como equivalente de la pretensión de descargar sobre otro la
culpa por algún delito o falta cometida. En la actualidad, el dicho cargar con el
muerto conserva el mismo valor, aunque suele aplicárselo,
preferentemente, para referir a la responsabilidad que le cabe a alguien
en el pago de alguna deuda, sobre todo cuando se trata de cuentas
impagas o difíciles de
saldar, como cuando solemos decir -luego de una reunión de numerosos
comensales-: "Y ahora... ¿quién levanta este muerto?
Caro como aceite de Aparicio: Todo aquello cuyo coste es muy subido de precio o abusivo se dice que es caro como aceite de Aparicio.
El
aceite de Aparicio es una preparación medicinal para curar las llagas y
heridas inventada en el siglo XVI por Aparicio de Zubia. El alto precio
de esta pócima no se correlacionaba con el coste real ni la dificultad
para hallar sus ingredientes: aceite de oliva, hipérico, romero,
lombrices de tierra, trementina y resina de enebro, incienso y almáciga
en polvo. Quizás la fórmula permaneció en secreto y fue explotada en
exclusiva por el inventor de este aceite curativo.
¡Chocolate por la noticia!: Frase irónica con la que se pretende descalificar a quien afirma algo que ya todos conocen, ya sea porque es un hecho
consabido o bien, porque llegó tarde con la noticia.
¡Chúpate esa!: Exclamación de réplica cuando uno contesta algo que
sorprende y desagrada a alguien, sobre todo por lo justo e inesperado
de la respuesta. Entre nosotros, la frase originariamente era ¡chúpate esa
mandarina!, indudablemente, una curiosidad idiomática porque, entre
nosotros, es más habitual que alguien chupe una naranja y no una
mandarina.
Clavar a alguien: Dejar plantada a una persona, ya sea esperando en
una cita o despojándolo de algo que esa persona merecía. El origen es la
práctica delictiva de los antiguos salteadores de camino que se
ofrecían para
clavarles las herraduras a los forasteros, pero lo hacían dejando
algunos clavos flojos, para luego -cuando estos se detenían- asaltarlos y
robarles las pertenencias.
Colgar el Sanbenito: Entre
los antiguos usos de la
Iglesia primitiva y después, durante los tiempos de la Inquisición, a
los penitentes que lloraban sus culpas y mostraban arrepentimiento, se
les daba una vela de cera y se los arropaba con una especie de saco de
lana que,
previamente, había sido bendecido por el sacerdote o párroco del lugar.
De ahí, que a esa prenda se le llamase saco bendito, denominación que más tarde, derivó en las formas san bendito y, finalmente, sambenito.
Este hábito -que, en realidad, era una réplica del saco de penitencia
usado por los penitentes de la Iglesia primitiva- consistía en una
especie de escapulario de lana amarilla con la cruz de San Andrés,
llamas de fuego y otros
jeroglíficos estampados en la superficie. Pero, respecto de la
etimología de la palabra, hay quienes sostienen que proviene del nombre
de San Benito, cuyo significado pasó por designar primero al
"escapulario benedictino", luego
al "escapulario que se ponía a los condenados por la Inquisición" y
finalmente, "signo de infamia". El objetivo de penitencia de este
atuendo dio origen al dicho popular cargar o colgar a uno el sambenito, con el que se
expresa el acto de echar sobre alguien una culpa que no merece, como cuando decimos comerse un garrón, en alusión a idéntica situación.
Colgar la galleta: Dejar plantado a alguien, particularmente referido a
la relación amorosa, cuando uno de los integrantes de la pareja
abandona al otro.
Comer de gorra: Este
dicho nos remonta a la época en que
los estudiantes vestían de capa y gorra. Y sucedía que, como buenos
estudiantes, eran dueños de un apetito voraz a causa del tremendo
desgaste que significaba responder a las exigencias de las universidades
de entonces. Sumado a
esto, como muchos de ellos provenían de lugares distantes de las grandes
ciudades a las que acudían en busca de la excelencia educativa, no
tenían dónde recurrir cuando sus hambrunas eran insostenibles. Por eso,
debían agudizar su
ingenio y acudir a picardías propias de la edad para poder llevarse algo
al estómago. Uno de los recursos era meterse "de colado" en las fiestas
de bautismos, cumpleaños o casamientos importantes, repartiendo
reverencias y
ceremoniosos gorrazos (saludos hechos con la gorra) y permaneciendo
mudos y aislados durante la celebración para no ser detectados por los
anfitriones, pero dando cuenta de los apetitosos manjares que se servían
en la ocasión. De
ahí, que a esta clase de "invitados" se les llamase despectivamente capigorrones, de donde -por analogía- surgió la expresión comer de gorra,
en alusión al hecho de poder hacerlo merced a los saludos realizados
con
ese elemento. Mucho tiempo después, en este siglo, comenzaron a pulular
cantantes e instrumentistas populares que realizaban su actuación en la
vía pública y que recogían la limosna dada por los transeúntes, en un
sombrero o
gorra que depositaban en el suelo.
Como el maestro Ciruela: Frase con la que se censura a quien habla magistralmente u opina sobre una cosa de la que no entiende. La locución
completa habría sido originalmente como el maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela, incluso se dice que en un tiempo, pudo haber sido como el maestro de Siruela... en relación con el nombre de un pueblo de
Badajoz, provincia española cercana a la frontera portuguesa, sin otra intención que la rima con la palabra "escuela".
Como Pancho por su casa: Hacer algo con total libertad. Originariamente, la frase era como Pedro por su casa, proveniente de la locución
entrarse como Pedro por Huesca, en alusión a la toma de esa ciudad por el rey aragonés Pedro.
Como Pedro por su casa: Esta comparación se utiliza cuando alguien se conduce en casa ajena con tanta familiaridad y soltura como en la suya propia.
Quién
fue el tal Pedro al que alude el dicho, se desconoce. En Aragón
(España) se escucha una versión que dice: 'entrase como Pedro por
Huesca'. Aquí sí se reconoce al personaje, que no es otro que Pedro I de
Aragón (1070-1104), que en 1095 reanudó el sitio impuesto a Huesca por
Sancho I.
No
obstante, es posible que la frase original fuera 'entrarse como por su
casa', pero que luego se modificaría añadiéndole el Pedro.
Como quien no quiere la cosa: Con disimulo, como si uno no quisiera conseguir lo que realmente pretende.
Como quien oye llover: Sin interés, sin prestarle demasiada
atención. La lluvia se oye, es decir, "se percibe con el oído" (sobre
todo, el que está protegido de la lluvia), a diferencia de aquello que
se escucha, es decir,
"se oye con atención". Compás de espera: Silencio, corto tiempo que uno se toma para analizar una situación. Lo de compás procede de la simbología musical.
Con amigos así... ¡quién necesita enemigos?: Es una crítica a los que uno suponía amigos de verdad, pero en los momentos cruciales demuestran que
no lo son. Por eso, la frase expresa la referencia a los enemigos.
Con azúcar está peor: Si
bien no es un dicho muy popular entre nosotros, su origen no deja de
ser una
curiosidad muy pintoresca. Cuentan que el célebre músico navarro don
Juan Emilio Arrieta -para entonces director del Conservatorio madrileño-
se hospedaba en una pensión de la calle llamada "del Desengaño", de
cuyo baño salía
continuamente un olor nauseabundo. El músico se quejaba reiteradamente
ante la dueña y la instaba a que solucionara tan desagradable situación,
hasta que un día, al entrar en la casa, don Arrieta advirtió que el
olor aunque
distinto- resultaba aún más insoportable y repugnante que el anterior,
por lo que preguntó a la dueña. -¡Pero, doña Blasa! ¿Qué ha hecho usted?
-¿Qué he hecho?- repuso dolida la patrona. -¿Todavía no está usted
satisfecho, don
Juan? Pues, sepa que me la pasé toda la mañana quemando azúcar. A lo que
el músico respondió: -¡Ay, doña Blasa! ¡Con azúcar está peor! Esta
salida de don Arrieta fue tan festejada que ha quedado en el lenguaje
coloquial de
España para dar a entender que ciertos remedios, a veces, dan resultados
contraproducentes, de manera que en lugar de mejorar las cosas, las
agravan y empeoran.
Con bombos y platillos: Con mucho ruido, como cuando se da a conocer una noticia muy importante.
Con la cola entre las patas: Es la típica forma de huir que tienen la mayoría de los perros, manteniendo el rabo metido entre las patas traseras.
Se aplica a la persona que abandona un lugar totalmente humillado.
Con la soga al cuello: Pasando un momento de apremio, amenazado de
un riesgo grave, como cuando el ahorcado se siente a punto de morir,
debido a que la soga que le rodea el cuello comienza a apretar.
Con las glorias se olvidan las memorias: El que llega a lo más alto en una profesión suele olvidar a los amigos y los beneficios recibidos para
alcanzar ese logro.
Con las manos en la masa: Sorprender a alguien en el momento de cometer un delito o, simplemente, una acción prohibida. Equivale a la expresión
in fraganti y es una comparación con el hecho de estar preparando una masa (harina, agua y sal). Con una mano atrás y otra adelante: Alude a la pobreza y a la miseria, por las que a una persona sólo le quedan sus manos
para cubrir su desnudez.
Consultar con la almohada: Meditar el tiempo necesario antes de concretar un negocio o de tomar una decisión crucial, referido obviamente a las
horas de la noche, cuando uno se acuesta y antes de dormirse, reflexiona sobre cuestiones de su vida.
Contigo pan y cebolla: Es
una frase propia de la relación amorosa, por la que se manifiesta que,
por el solo hecho de estar juntas, dos
personas se conforman -metafóricamente- con comer únicamente estos dos
elementos, que suelen ser baratos para cualquier bolsillo.
Contra viento y marea: Luchar contra la adversidad, comparando la
acción con la lucha del marino que se enfrenta una tempestad en la que
tiene en contra al viento y a la marea.
Correr con el caballo del comisario: Contar
con ayuda oficial para obtener resultados positivos en algún asunto. En
las antiguas carreras de
caballos (cuadreras) había una de las competencias dedicada al comisario
del pueblo, cuyo caballo invariablemente "ganaba" la prueba.
Cortados por la misma tijera: Expresión familiar que se aplica a dos personas de idéntico carácter y del mismo parecer, que suelen compartir
defectos y virtudes, al igual que las telas cortadas juntas por el mismo patrón o molde.
Cortar el bacalao: Ser el que manda en una sociedad o cualquier grupo
de personas. El bacalao fue, durante mucho tiempo, un elemento básico en
la alimentación de los pobres, por eso, la misión de cortarlo era
reservada a los
jefes de familia.
Cortar por lo sano: Significa erradicar lo malo, lo insano de
una cosa. Cuando una planta está enferma, se corta la rama desde la
última parte que permanece sana y de esta manera se asegura que lo
enfermo será extirpado.
Costar un huevo: Ser algo excesivamente caro, como si al hombre le costara uno de sus testículos, y todos sabemos lo que sentimos al respecto.
Costar un ojo de la cara: Ser algo muy caro, excesivamente costoso, tanto que para pagarlo habría que entregar uno de los ojos.
Costar un triunfo: Lograr algo luego de muchísimo esfuerzo. La expresión está tomada del juego de naipes en donde se llaman triunfos las mejores cartas que permiten ganar una mano.
Creer en los peces de colores: Proviene de la época en que la moda era tener peceras con pececitos de colores y parece ser el resultado de la
analogía con el recurso del colonizador español que solía canjear, con los nativos, espejitos de colores por especies de valor.
Cría cuervos que te sacarán los ojos: Es una advertencia a aquellos que, en una profesión o actividad, forman desinteresadamente a sus
discípulos o sucesores, sin tener en cuenta que éstos, algún día, pueden traicionarlos para quedarse con sus logros.
Cría fama y échate a dormir: Cuando alguien es conocido por una característica que lo identifica, es difícil librarse de ella. Podría equipararse
con la frase genio y figura hasta la sepultura.
Cruzar los dedos: Gesto
cabalístico que consiste en cruzar los dedos índices sobre los medios,
con el fin de prevenir males o desgracias
personales. Suele realizarse este gesto cuando se menciona a una persona
ausente cuya presencia no es bien recibida, o bien cuando alguien jura
algo en lo que no cree realmente.
Culo de mal asiento: Cuando
una persona actúa de forma inconsciente, no se sujeta a un trabajo u
ocupación por mucho tiempo, o va de aquí para allá sin rumbo fijo, se
dice que tiene un culo de mal asiento.
La
expresión alude, no a las posaderas del hombre, sino al culo de las
vasijas, que cuando no es totalmente plano hace que aquéllas bailen.
Cuando el gato no está, los ratones se divierten: Habla de la necesidad de estar siempre atento y vigilando a quienes deben cumplir una
tarea, porque cuando uno tiene obligaciones, es responsable de que se cumplan.
Cuando el río suena, agua trae: Es obvio que el río trae agua, suene o no, pero la referencia está formulada a avisar a las personas sobre la
conveniencia de estar atentas a cualquier advertencia sobre movimientos y cambios que pueden afectar sus posibilidades.
Cuando hay hambre no hay pan duro: Cuando hay necesidad y se pasan momentos de apremio, no debemos exigir lo que exigiríamos en situaciones
normales.
Cuando las ranas críen pelos: O sea, nunca. Poca es la posibilidad de que, naturalmente, a las ranas les crezca el vello sobre su piel, por eso, la
frase se usa para expresar la escasa (o ninguna) posibilidad de que algo suceda.
Cuando (o donde) menos se piensa salta la liebre: Para
cazar liebres, el perro avanza sigilosamente por el campo hasta que, en
determinado
momento, la presa salta y comienza su huida para evitar ser abatida por
el disparo del arma del hombre. Para ello, hay que estar preparado,
esperando ese momento. En la vida, sucede lo mismo: debemos estar listos
para enfrentar
momentos cruciales.
Cuanto más alto subas, más duro será el caer (o más ruido harás cuando caigas): Advertencia para quienes, en su carrera ascendente, se
consideran autosuficientes y se vanaglorian de lograr el éxito sin ayuda
de otros, sin tener en cuenta que, en el momento del fracaso, el efecto
habrá de ser
resonante.
Cuanto más pronto, mejor: Para qué demorar los acontecimientos, ya sean buenos o malos. Si son buenos, los disfrutaremos antes; si no lo
son, cuanto antes los superemos, mejor.
Cuatro ojos ven más que dos: Las resoluciones consultadas salen mejor. Uno solo puede equivocarse, mientras que más de una persona pueden
ver con mayor claridad las dificultades.
Curarse en salud: Ser precavido y cauto para evitar un daño o perjuicio posterior. Hacer algo, antes de verse forzado a cumplirlo.
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