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6 ene 2014

LAS NUEVAS TENDENCIAS GEOPOLÍTICAS


Por Oswaldo de Rivero

Luego del corto período de la unipolaridad estadounidense el mundo no está marchando, como muchos creen, hacia un sistema donde el poder mundial es multipolar.

Para que exista un sistema multipolar sería necesario que las potencias más poderosas, Estados Unidos, Rusia, China y la Unión Europea, cooperen entre ellas para establecer un nuevo orden de gobernabilidad global, o caso contrario, se repartan entre ellas el dominio del mundo
Nada de esto está pasando, Estados Unidos no puede poner orden en el mundo y sus aliados, la Unión Europea y el Japón, están muy lejos de poder hacerlo. Por su parte, China y Rusia son tan solo dos grandes potencias regionales que no pueden ni quieren comprarse esta responsabilidad.

La China con 700 millones pobres, otros 400 con muy bajos ingresos, y tan solo una clase media de 200 millones, está todavía muy lejos de ser una superpotencia. Sin embargo, el mayor obstáculo para serlo es tener una población de 1,300 millones que se urbaniza masivamente copiando los patrones de consumo del american way of life.

Al promover este modelo de crecimiento insostenible, el partido comunista ha embarcado a China en un ecosuicidio. Hoy casi todos los ríos, lagos, las aguas del subsuelo y el aire de China sufren una de las más grandes contaminaciones del mundo. Según el Banco Mundial, esta polución causa medio millón de muertes anuales. Además, esta catástrofe ecológica está envuelta en una vasta corrupción que impide su solución y que se expresa en unas 90,000 protestas públicas cada año (cifra oficial)

La China para ser una sociedad globalmente atractiva y poderosa tendrá no solo que disminuir su enorme pobreza, sino, sobre todo, superar el problema cultural de querer vivir al estilo norteamericano y evolucionar de la dictadura del partido único hacia un régimen democrático.
Por su parte, Rusia, definitivamente no volverá a ser una superpotencia por la constante disminución de su población, por tener una economía primaria exportadora de hidrocarburos, que Rusia pretende presentarla como una economía desarrollada; y sobre todo, porque sigue como siempre gobernada por un régimen autoritario y conservador que la mantiene atrasada.
El mundo ha llegado así a una situación donde los Estados Unidos, que es la única superpotencia, ya no tienen poder para ser el sheriff global, pero ninguna otra gran potencia puede reemplazarlo.

Comenzamos a vivir así en un mundo cuya naturaleza geopolítica no es unipolar ni multipolar, sino un desorden “apolar”, es decir, un mundo anárquico y violento, donde no existe gobernabilidad global y cuyos síntomas son:
- Aumento de los conflictos armados, desde año 2000 han estallado 19 conflictos: 15 civiles y 4 internacionales
-Incremento de la delincuencia global, sobre todo del tráfico de drogas, armas, personas y de los delitos cibernéticos.
- Una economía global en crisis y sin gobernabilidad donde el Grupo de los 20 en la realidad es un Grupo 0.
- Una urbanización planetaria imparable e insostenible que lanza gases efecto invernadero que incrementan el recalentamiento global, y que además devora los tres recursos vitales para la supervivencia humana: agua, alimentos y energía.

Dentro de todo este desorden apolar ha surgido recientemente una nueva tendencia geopolítica debido a que los Estados Unidos se han convertido nuevamente en una gran potencia energética como resultado de la explotación del gas Shale y de nuevos yacimientos petroleros. Dentro de poco Estados Unidos va a producir, tanto o más petróleo y gas que Arabia Saudita y que Rusia, que son ahora los principales productores mundiales.

Esto hará que el petróleo del Golfo Pérsico, y por ende, el Medio Oriente, como región, ya no tenga la primera prioridad geopolítica para los Estados Unidos. Su retiro de Irak y Afganistán, su prudencia frente al conflicto israelí/palestino, también frente a la guerra en Siria y ante las caóticas situaciones en Egipto y el Líbano son una prueba de ello. Además, este desenganche de la política exterior norteamericana del Medio Oriente ha hecho perder influencia a dos de sus aliados. Israel y Arabia Saudita, quienes por más esfuerzos que hicieron, no pudieron impedir que Washington se sentara a negociar con Irán.

Ahora, la prioridad geopolítica de los Estados Unidos es la región Asia-Pacífico. Obama ya ha declarado que su país pretende convertirse en un “pívot” dentro de esta región porque es geopolíticamente la más importante del mundo. Sin dudas, la intención norteamericana es moderar las ambiciones hegemónicas de la China en Asia y el Pacífico, para lo cual cuenta con potencias aliadas asiáticas que quieren lo mismo, como son India, Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas, Vietnam e Indonesia.

En Sudamérica también se ha producido una nueva tendencia geopolítica que ha hecho anacrónico el viejo orden geopolítico sudamericano, donde Argentina pretendía rivalizar con Brasil; donde Chile era aliado del Ecuador y se autodefinía además como aliado del Brasil (sin serlo), solo para preocupar a Argentina. En el cual, Perú y Ecuador eran “enemigos” y nuestro país creía candorosamente que Argentina era su “aliado” contra Chile.

Hoy en Sudamérica esta surgiendo un nuevo orden geopolítico, en el cual Argentina sabe que ya no puede ser rival del Brasil, donde Ecuador considera que sus intereses nacionales ya no están en contradicción con los del Perú, y por ello, es cada vez menos aliado de Chile, que además no solo ha perdido su pretensión de ser aliado del Brasil, sino que continúa enredado en su eterno problema con Bolivia, un país que es hoy muy importante para el Brasil. A esto se añade la disputa marítima con el Perú, que si es ganada por nuestro país aumentara aun más el interés estrategico del Brasil en el Perú.

En este nuevo orden geopolítico sudamericano, Chile se está convirtiendo en un Estado solitario, en un bastión armado hasta los dientes. Una suerte de Israel pero sin enemigos reales, que intenta salir de su soledad estratégica con la Alianza del Pacifico.

Pero lo mas importante de esta nueva tendencia geopolítica sudamericana es que por fin los dirigentes brasileños sabe que es la hora del Brasil, que su país ya no tiene rival en Sudamérica para ser la potencia hegemónica y que para convertirse en una genuina potencia mundial, necesita ser bioceánico, tener presencia en el Pacífico, y que para ello, la alianza estratégica con el Perú es indispensable

Debido esta coincidencia de intereses brasileros y peruanos, desde que terminó la guerra con Chile, nunca ha existido un reacomodo geopolítico sudamericano tan favorable para el Perú. Por ello nuestra alianza estratégica con el Brasil debe seguir expandiéndose a nuevas áreas hasta lograr que el Perú y Brasil sean un nuevo espacio geopolítico que atraviese Sudamérica desde el Atlántico hasta el Pacífico y viceversa.

A pesar de esto, la política exterior de Humala se ha caracterizado por una asimetría estratégica, de naturaleza ideológica, que consiste en favorece más la Alianza del Pacífico que la alianza estratégica con el Brasil. Esto es un error geopolítico porque ambos proyectos son muy importantes para los intereses nacionales del Perú.

Sin embargo, existe el riesgo de que Chile, a pesar de estar muy interesado en la Alianza del Pacífico, ponga en peligro esta Alianza al no ejecutar el fallo de la Haya. Si esto pasa, ojalá no sea así, al Perú no le queda otra cosa que suspender todos los beneficios que le otorga bajo la Alianza del Pacífico. El Perú no puede tener una alianza con un país que no ejecuta un fallo Internacional que le es favorable.

En todo caso, con Alianza del Pacífico o sin ella, no podemos dejar de incrementar nuestra alianza estratégica con el Brasil porque esta alianza bilateral tiene más potencial estratégico para el Perú que la Alianza del Pacífico, que es sólo un instrumento económico multilateral que dependerá de lo que hagan muchos países.

Además, no sabemos si Chile quiere usar la Alianza del Pacífico para consolidar la hegemonía económica que ya tiene en el Pacífico sudamericano. En cambio, con la alianza estratégica con Brasil el Perú puede convertirse en un “pívot estratégico” entre el Pacífico y el Atlántico sudamericano. También ser un verdadero socio económico y aliado militar de una futura potencia mundial, como será el Brasil en el siglo XXI.

La alianza estratégica con Brasil, además de los componentes logrados, debe tener además lograr un importante componente militar, ya que en el mundo toda genuina alianza estratégica involucran una alianza militar. Esta se podría comenzar haciendo que las marinas del Perú y del Brasil efectúen maniobras anuales conjuntas en el Pacífico y en la Amazonía. Luego proyectarse esta cooperación a la fuerza área, al ejército y empezar joint ventures en la fabricación de armamento.

Si el Perú se convierte en un socio y aliado de la imparable hegemonía sudamericana del Brasil y cooperamos económica y militarmente en el Pacífico con esta potencia mundial emergente, obtendríamos por primera vez en nuestra historia, una “renta estratégica” que fortalecerá como nunca nuestro poder nacional.

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