NOSTALGIA
Somos hijos del Perú, de aquellos que crecieron cantando igualmente
boleros, rock, tangos y valses como aquel poema plasmado por César
Miró, "Todos Vuelven", el que en aquellas tiernas horas, nos hizo
aflorar lo más nostálgico de nuestro ser, para cuando por alguna razón
nos tuvimos que alejar de la patria amada.
Pero
no puedo darle todo el crédito sólo a estas 5 composiciones. Nuestros
padres
adoraban escuchar "Idolatría" tan igual como "El Choclo"; o acaso
"Cuesta Abajo", como "El Huerto de mi Amada" y también todas las
composiciones de Los Panchos, Pedro Vargas, Tito Guizar, Jorge Negrete o
Alfonso Ortíz Tirado y muchos más que sería largo enumerar.
En
esa época era imperativo que hubiese un radio en casa y crecimos viendo
en la sala, uno de la marca RCA Víctor, aquel del logotipo del
fonógrafo con un perro blanco. Aquel artefacto que entonces no se
llamaba "equipo", ya tenía su "Pick-up", con unas gruesas agujas para
surcar las líneas grabadas de los inmensos acetatos de antaño, que se
alquilaban para las fiestas de barrio.
En
ese radio receptor, nuestro padre seguía una de sus muchas aficiones,
que era escuchar por onda corta, emisoras de otros países y seguramente
se quedaron grabadas en nuestro subconsciente dichas imágenes y luego en
años mozos, incursionamos como radio aficionados en las bandas de 11 y
20 metros.
Crecimos
riendo con los guiones de Pedrín Chispa y el humor de la chola
Purificación Chauca; Carlos Onetto "Pantuflas"; el elenco de
"Loquibambia" y "Escuelita Nocturna", la prosa de Octavio Hinostroza
Figueroa, de Alfonso Tealdo y una taza de café con Gonzales Montolivo.
Somos
de los que crecieron con el tranvía, el acoplado, el urbanito y los
colectivos "Parada-Chacra", Chacra Colorada-Plza de Armas;
"Frigorífico-Bellavista", "Victoria-Viterbo", las lineas de ómnibus
"Tacna-Trípoli", "Cocharcas-José Leal", "Lima-Callao" y el colectivo del
triangulito "Santa Marina-La Punta".
La
pelota de trapo que hacíamos robándole las medias de nylon a "la vieja"
y que dribleábamos sorteando los carros que cruzaban las pistas del
barrio y cuidándonos siempre del "tombo" y "el caimán", sin olvidarnos
del "patuto". Era un honor que a uno lo nombraran para integrar el
equipo, pero había que ser bueno para que no nos mandasen de "arquero".
Nos
divertíamos sanamente jugando a los "ladrones y policías", "la pega" o
"las escondidas". No existía ningún juego electrónico salvo el cerebro
eléctrico que era un elemental tablero con preguntas y respuestas con un
foquito que se prendía cuando se acertaba la respuesta y lo más virtual
era un juego de "bolitas" y "ñocos" o acaso jugar a los cartones,
palito chino, run-run, mundo, mata gente, bolero o al trompo que
terminaba en la cocina" .... quien quema con huaraca ... pierde ...
Somos
de los que gozaron del fútbol de Barbadillo, Valeriano López, Vides
Mosquera, Tito Drago, Dimas Zegarra, Alberto "Toto" Terry, la "Lora"
Gutierrez, el "mocho" Rosasco, Felandro, Loret de Mola, Joe Calderón, el
"loco" Seminario, el "conejo" Benites, la dupla Grimaldo de la Vega,
los hermanos Donayre, "Huaqui" Gómez Sánchez, el paraguayo Riquelme y
muchos otros.
Tuvimos
el "privilegio", –si así se puede decir–, de conocer al negro "Bomba",
cuando solía llegar con su equipo de fútbol a una antigua cancha que
quedaba en la esquina de los jirones Belgrano y J. J. Pasos en Pueblo
Libre; y estuvimos en el Estadio Nacional, el fatídico día en que
prendiera la mecha para que la policía lanzara sus bombas lacrimógenas,
donde muriera tanta gente.
Fue
la primera vez, cuando siendo muy niños, veíamos tantos cadáveres
juntos, acomodados uno al lado del otro, entre los rieles del tranvía,
aquellos acoplados que alguna vez también solíamos "gorrear" cuando,
junto con la "patota" del barrio, nos dirigíamos hacia Barranco,
Chorrillos, la Playa de Pescadores, Agua Dulce, la Herradura y
Cantolao. Íbamos unas veces buscando un reparador "cebichazo", muchas
otras, para "cirear" a las bellas limeñas y chalacas, y también para
competir y ver quién llegaba primero a la plataforma que "Crema Nivea",
había colocado a unos 200 metros mar adentro, en Agua Dulce, Chuquito y
La Punta, si no nos falla la memoria ...
Nunca
hablábamos por teléfono, íbamos a las fiestas de promoción que
organizaban las alumnas de 5to. año de los colegios de mujeres, que
empezaban a las 07:00 pm y acababan a las 12 de la noche, a las cuales
no podíamos ir si no teníamos camisa blanca limpia y el veintiúnico
terno.
Los domingos asistíamos a misa de 12 para hacer ojitos a las chicas, a ver si nos ligaba algo.
Somos
de los que haciendo los mandados a la vieja, iba al chino o japonés de
la esquina y pedíamos "yapa" por el monto de lo gastado que generalmente
eran caramelos que el chino de la esquina identificaba con un número,
para diferenciar a los de perita, cucarachitas, trompitos, etc. Íbamos a
comprar "ron" para el "primus" y "kerosene" para la "cocina" marca
"Cuba" y los domingos el infaltable vino Sauternes para los tallarines
rojos que eran de cajón y que nuestro viejo disfrutaba.
Compramos
la fruta que se vendía en carretilla, la leche que se expendía en
porongos y el pan francés grande de 10 Cvs. y el chico de 5 Ctvs. de
harina blanquísima, el tolete, el pinganillo, el de cebada que se
vendían en canastas.
Crecimos
leyendo las novelas de Marcial La Fuente Estefanía y viendo las
"coboyadas" que se proyectaban en los salones de la Iglesia de San José
en Jesús María o los cines de barrio: Odeón, Lux, Metropolitan, Beverly,
Olimpo, Huáscar, Azul, Mariátegui, Colina, Barranco, Ritz, Fantasía,
Monumental, Hollywood, Ideal, 2 de Mayo, Pacífico, Avenida, Porteño,
Badell, Bellavista o Sáenz Peña, en cuyos "balcones" nos reuníamos para
molestar a los de "platea", o el Breña que no tenía balcón sino
"delantero". Era lo más satánico que hacía una "banda" o grupo de
amigos. También el día domingo íbamos al cine pero a lateral o platea
según el bolsillo, para hacer nuestros pininos de don Juanes.
Años
en los que si algo se arreglaba a las "trompadas", se terminaba con un
fuerte apretón de manos y mayor respeto por el rival. La mayoría de
veces, nuestros mejores amigos llegaron a ser con quienes nos dimos más
duro.
Crecimos
en la época en que se respetaba más a las damas y los ancianos, a
quienes se les cedía el asiento en los vehículos de transporte masivo y
el cobrador sólo dejaba subir la misma cantidad de pasajeros que bajaban
y sólo en "los paraderos"; tiempo en el que no existían las hoy
llamadas "combis asesinas".
Somos
de aquellos que aplacaron la sed con un "Pibe", un "Buen Humor", un
Skimo de fresa y cuando había plata una caja de bombones o un Alaska,
una "Cremolada" o raspadilla, o los "chupetes" o "adoquines", de
diferentes sabores que vendían las vecinas y los helados de "Taormina" o
"Parisi". Las raspadillas, ahh, esas si que refrescaban con sus jarabes
de colores.
Endulzábamos
el paladar con una "Melcocha" o un "Turrón", no el de Doña Pepa, sino
el que vendían en carretilla en la calle nuestro esperado "turronero" al
igual que el "zanguito", la mazamorra morada de "Tonchi".
En
la puerta del colegio llegaba un carretillero a ofrecernos los turrones
rojos, los de gusanitos o los voladores todos con una miel roja y
pegajosa y las bombas rellenas de crema pastelera, y nunca nos
enfermábamos.
Nos "empujábamos" los deliciosos panes con chicharrón y camote en el Mercado del Callao y deliciosos escabeches en el "Chimbombo" de Buenos Aires, y si queríamos comer bien rico, nos íbamos al Chifa "Chung Wha" arriba del mercado o al "Se salió el Pollo" de Chucuito con su inigualable ají, también cuando conseguíamos algo de dinero íbamos al Tip Top de la Av. Arenales por el helado de máquina o el Zambito cubierto de chocolate, y cuando se podía "un salchipapas".
Vimos a la abuela lavar con "boliche" y "añil" y más tarde con "Ace", producto que se presentaba como: "Ace lavando, yo descansando".
"Coca-Cola" era "la pausa que refresca", bebida que competía con la "Pasteurima" , "Bidú" y "Kola Inglesa". A quien no le endilgaron el aceite de hígado de bacalao, sin olvidar los purgantes (para lavar el estómago).
Crecimos viendo a los mayores peinarse con "Glostora" y olorearse con los perfumes que expendían por onzas de colores violetas, verdes, rojos, vendedores que caminaban con una maletita por todo Lima y Callao, pregonándolo. ¿Recuerdan a los vendedores ambulantes de un desodorante repitiendo.....Lander americano... Lander americano.....chocando los frascos?
Saboreábamos "Revolución Caliente", aquellas que hacían "rechinar los dientes"; las "humitas" que vendían simpáticas morenas, luego de un zimbreante "malambo" o "festejo" en plena pista, el vendedor de empanadas que llevaba en dos enormes canastas una en cada brazo.
Lo que papá o mamá decían, era orden, disciplina y no se nos ocurría siquiera responder insolentemente.
No había idea de que la marca de una ropa o "ropa de marca", nos pudiera hacer competir con nuestros compañeros, salvo los blue jeans con los que los pitucos del barrio usaban Lee y nosotros los nacionales.
Todo era diferente.
Nos "empujábamos" los deliciosos panes con chicharrón y camote en el Mercado del Callao y deliciosos escabeches en el "Chimbombo" de Buenos Aires, y si queríamos comer bien rico, nos íbamos al Chifa "Chung Wha" arriba del mercado o al "Se salió el Pollo" de Chucuito con su inigualable ají, también cuando conseguíamos algo de dinero íbamos al Tip Top de la Av. Arenales por el helado de máquina o el Zambito cubierto de chocolate, y cuando se podía "un salchipapas".
Vimos a la abuela lavar con "boliche" y "añil" y más tarde con "Ace", producto que se presentaba como: "Ace lavando, yo descansando".
"Coca-Cola" era "la pausa que refresca", bebida que competía con la "Pasteurima" , "Bidú" y "Kola Inglesa". A quien no le endilgaron el aceite de hígado de bacalao, sin olvidar los purgantes (para lavar el estómago).
Crecimos viendo a los mayores peinarse con "Glostora" y olorearse con los perfumes que expendían por onzas de colores violetas, verdes, rojos, vendedores que caminaban con una maletita por todo Lima y Callao, pregonándolo. ¿Recuerdan a los vendedores ambulantes de un desodorante repitiendo.....Lander americano... Lander americano.....chocando los frascos?
Saboreábamos "Revolución Caliente", aquellas que hacían "rechinar los dientes"; las "humitas" que vendían simpáticas morenas, luego de un zimbreante "malambo" o "festejo" en plena pista, el vendedor de empanadas que llevaba en dos enormes canastas una en cada brazo.
Lo que papá o mamá decían, era orden, disciplina y no se nos ocurría siquiera responder insolentemente.
No había idea de que la marca de una ropa o "ropa de marca", nos pudiera hacer competir con nuestros compañeros, salvo los blue jeans con los que los pitucos del barrio usaban Lee y nosotros los nacionales.
Todo era diferente.
No nos aceptaban borrones en los cuadernos, simplemente había que arrancar la hoja y empezar nuevamente y si insistíamos en cometer errores, teníamos que escribir cientos de veces, sacando punta a los lápices una y otra vez: "No debo .... ", etc., etc.
Una de las "armas", que se nos hubiese ocurrido llevar a la escuela era una "liga" para lanzar pequeños papelitos exactamente cuadrados, los que enrollábamos y doblábamos por la mitad, para lanzarlos como proyectiles, contra desprevenidos compañeros. Lo más mortífero, era apenas una "honda" o la olvidada "horqueta".
Y no somos viejos; no sentimos serlo en lo más mínimo, pues creemos que en lo "añejo" de los años que hoy llevamos a cuestas, todavía está el reflejo de aquella bella juventud que nos tocara disfrutar.
Igual nos sentimos tan niños como cualquier otro infante, cuando en un momento emotivo, desearíamos tener la presencia y el consejo de un padre que se nos adelantó en el camino.
El tiempo no existe, dicen los físicos tratando de explicar una serie de fenómenos que aun no entienden sobre cómo se inició todo este proceso: el anterior a nosotros y el que estamos viviendo y tal vez tengan razón, pues ya lo dice el tango "... que veinte años no es nada ...".
Ayer nacimos y hoy proseguimos ese camino.
Mañana, nos llevaremos todos esos gratos recuerdos y diremos, como también dijeran todas las generaciones que nos precedieron:
A
estas alturas de la vida, en la que uno comienza a comparar todo, a
cuestionarse todo, yo ahora no puedo decir que si todo tiempo pasado fue
mejor o no, y no lo puedo decir porque no me interesa, sólo me interesa
el saber que traté, que hice mi mejor esfuerzo por vivir cada instante,
cada experiencia de vida, sin limitaciones más que las de la ética, la
estética, la moral, los valores de lo bueno y de lo malo. Por eso ahora
no le temo a la muerte, porque todo lo que he hecho lo hice de corazón,
siempre tratando de ser mejor y de dar todo el amor posible!
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