La ganadora del Oscar afirma que: “Me di cuenta que la belleza no era una cosa que yo podía adquirir o consumir, era algo que yo sólo tenía que ser”
A lo largo de la historia de la
humanidad, la belleza y la fealdad han sido dos opuestos que han
impactado fuertemente en nuestra cultura. A través de dobles mensajes,
nos vamos educando a considerar que la primera debe ser una heroína
nata; mientras que la segunda, una chica mala.
A veces, sin darnos cuenta, entramos en
ese constante patrón de categorizar. Nos basamos en ideas
estereotipadas, en deseos reprimidos, en creencias que no cuestionamos
porque “han estado así toda la vida”, en modas que cambian con el paso
del tiempo. Fomentamos la continuidad de mitos relativos a este tema:
las bonitas no necesitan maquillarse, las feas son vulgares, una mujer
guapa es una “cualquiera”, las “gordibuenas” no son perfectas pero
tienen lo suyo, los mejores son los rubios, una mujer debe tener una
silueta de 90-60-90, hay chicos que tienen buen cuerpo siempre y cuando
se les quite el rostro porque están horribles, las personas con
sobrepeso o con discapacidad no tienen deseos sexuales, entre otras
incoherencias más.
Nos hemos bombardeado de tantas ideas
erróneas que, al final, nos afecta en la manera de percibirnos a
nosotras mismas. Así que, la ganadora del Oscar para la Mejor actriz de
reparto, Lupita Nyong’o, tomó la oportunidad de hablar acerca de los
paradigmas relacionados con la belleza y la raza. Les compartimos su discurso:
Quiero tomar esta
oportunidad para hablar acerca de la belleza, de la belleza negra, de la
belleza oscura. Después de leer una carta de una admiradora, quien
confesaba odiar su piel oscura hasta que me vio en la pantalla. Recuerdo
una época en que yo me sentía fea. Prendía la televisión y sólo veía
piel blanca, solía burlarme y bromear acerca de mi piel de sombras
nocturnas. Y cuando fui adolescente, el odio hacia mí misma empeoró,
como se pueden imaginar lo que sucede durante la adolescencia. Y una de
mis oraciones a Dios, el trabajador milagroso, era que un día yo
despertaría siendo caucásica. Traté de negociar con Dios, le dije que
dejaría de robar cubos de azúcar durante la noche sólo si me daba lo que
yo quería; que escucharía cada una de las palabras de mi madre y nunca
perdería de nuevo el sweater de la escuela, sólo si él me hacía un poco
más blanca. Pero creo que Dios no se impresionó con mis monedas de
cambio porque él nunca me escuchó. Mi madre solía recordarme que ella
pensaba que yo era hermosa, pero eso no era justo, ella es mi madre, por
supuesto que ella tiene que pensar que yo soy hermosa. Y entonces… Alek
Wek. Una modelo célebre, ella era oscura como la noche, y estaba en
todas las pasarelas y en cada revista y todo el mundo hablaba de lo
hermosa que era. Hasta Oprah la llamó una vez hermosa y eso lo convirtió
en un hecho. No podía creer que las personas estuvieran aceptando y
amando a una persona que se parecía mucho a mí, así de bella. Mi
complexión siempre fue un obstáculo a superar, pero de pronto Oprah
estaba diciéndome que no era así. Y mi madre solía decirme de nuevo: ‘No
puedes comer la belleza. Eso no te alimenta.’ Y esas palabras me
atormentaban y fastidiaban; realmente no las entendía hasta que
finalmente me di cuenta que la belleza no era una cosa que yo podía
adquirir o consumir; era algo que yo tenía que ser. Lo que mi madre
quería decir es que no puedes sostener ni apoyar tu confianza en la
manera que te ves. Lo que es fundamentalmente bello es la compasión
hacia ti y hacia las personas que se encuentran a tu alrededor. Esa
belleza inflama el corazón y encanta tu alma. Eso pasó con Patsey, la
recordamos por su belleza de su espíritu, aún si la belleza de su cuerpo
se desvaneció. Y espero que mi presencia en las pantallas y en las
revistas puedan llevarlas a ustedes, jóvenes, en un viaje similar. Que
sientas la validación de tu belleza exterior pero también trabajar
profundamente en ser belle por dentro. No hay sombra alguna en esa
belleza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario