Articulo prestado de http://gruposeguridadciudadanaperu.blogspot.com/2014/07/liderazgo-y-voluntad-politica-para-la.html
La marea criminal en el país continúa y amenaza convertirse en una
severa crisis de seguridad que ponga en jaque la gobernabilidad
democrática. Mientras la sociedad resiente todas sus amenazadoras
dimensiones, mucha de la clase política, el Estado, y el gobierno,
parecen reproducir, de distintas maneras, el mismo comportamiento que
tuvieron en otro tiempo frente al desafío terrorista. A pesar
de ello,
aún estamos a tiempo.
El nombramiento del nuevo Ministro del Interior, una persona
severamente cuestionada por graves denuncias en materia de derechos
humanos, su frenético activismo mediático, y las sucesivas y erráticas
declaraciones en materia de seguridad ciudadana, así como las medidas
que a trompicones ha ido anunciando en los días subsiguientes, lejos de
brindarle tranquilidad a la ciudadanía, le han notificado que no parece
haber ni cifras serias y confiables sobre todos los indicadores del
fenómeno criminal, ni un diagnostico preciso, ni menos una estrategia y
un rumbo claros, con objetivos meditados y metas cuantificables, dentro
de una línea de tiempo mensurable.
El peor dato es la ligereza con la que se aborda el problema. Esta
sugiere con mucha nitidez la ausencia de la voluntad política y del
liderazgo competente indispensable para enfrentar el problema, no solo
su percepción. Es verdad que han quedado atrás las sistemáticas
declaraciones de funcionarios del gobierno señalando que la sociedad
exageraba el fenómeno. Pero sigue en pie que este año la seguridad
ciudadana es el principal problema de la agenda pública, según lo anotan
varias empresas encuestadoras. Y que la sociedad peruana tiene la más
alta percepción de inseguridad de toda América Latina, 48.6%, según al
Informe Regional de Desarrollo Humano del 2013.
Esta percepción deriva de la experiencia cotidiana de la gente. Así
en el referido informe se muestra cómo el Perú, junto con el Ecuador,
tienen la tasa de victimización más alta de toda la región. Cifras
corroboradas por las estadísticas oficiales de medición de delitos de la
Policía Nacional; con base en ellas la organización especializada
Ciudad Nuestra encontró que entre el año 2007 y el año 2013 hubo un
incremento del 74% en el número de delitos por cada 100,000 habitantes.
Y, según encuesta propia, la misma organización encontró en solo un año
un incremento del 10% al 14% en los robos con arma de fuego.
Agréguese a esto un proceso de cambio de calidad en la actividad
delictiva en el Perú, derivado del surgimiento estadísticamente
significativo de delitos antes inexistentes. Entre el 2008 y el 2013 se
habrían producido, según fuentes policiales, aproximadamente 900
asesinatos por sicariato.
Las extorsiones, antes confinadas a una ciudad norteña, ahora se han
extendido en varias regiones del país, incluyendo la capital, Lima. La
Confederación Nacional de Comerciantes calcula en 50 millones de soles
mensuales la cifra que pagan sus asociados por este concepto. Súmese, la
recuperación para el Perú del lugar número 1 en el mundo como productor
de cocaína; la tala ilegal de bosques; la depredadora minería ilegal;
las mafias de chantaje y asesinato en la construcción civil; la trata de
mujeres, niños y diversas formas de semiesclavitud en nuestro
territorio.
La percepción de inseguridad de la gente se deriva de su experiencia
cotidiana. Lo responsable es cambiar esa realidad. Atacar solo la
percepción a través del activismo mediático es preparar un nuevo fiasco.
De hecho, mientras se televisan aparatosos operativos en un lado, por
otros continúan los ajustes de cuentas, los robos, las extorsiones, el
pandillerismo y demás componentes de la marea criminal.
La marea criminal no se deriva del crecimiento económico, como se
dijo para naturalizar el incremento delictivo como parte del progreso y
nuevamente intentar evadir responsabilidades. Contrariamente a ello, el
factor que parece explicar principalmente su incremento es el déficit
institucional y el déficit ético del que adolece el Estado, que
consolidan la corrupción y la impunidad como su modo usual de
comportamiento. Y por ello la mejora radical de la calidad de las
instituciones implicadas y el combate a la corrupción, que ahora se han
minimizado, son parte medular de una estrategia. Necesitamos
instituciones, no salvadores televisivos que las reemplacen. El país ya
sabe cómo termina eso.
Si la respuesta estatal ante la actividad delictiva se está revelando
claramente insuficiente, muchas veces la actividad opositora oscila
entre la indignación sobreactuada y la enunciación de políticas
populistas de mano dura que no han sido solución en ninguna parte del
mundo. Al contrario, cuando se han aplicado lo han vuelto más grande e
inmanejable. Así también se abdica de construir el liderazgo
indispensable para lograr la seguridad ciudadana. La mayoría de las
veces frente al crimen la sociedad peruana se encuentra sola, como lo
sabe quien quiera que haya sufrido un delito.
Solo cuando la presión de la sociedad es insoportable para las
autoridades –políticos, jueces, fiscales, policías, etc.- estas hacen su
trabajo, confirmando que cuando no se ha hecho así ha sido por
complicidad o complacencia, como lo vemos hoy en diversas regiones. Sin
duda, hay excepciones.
Ante esta situación, quienes firmamos, nos constituimos como un grupo
ciudadano que se esforzará por hacer el seguimiento acucioso de la
crisis de la seguridad ciudadana, sensibilizar a las instituciones y la
opinión pública sobre la gravedad de la situación y exigir a las
autoridades cumplir con seriedad las responsabilidades que han asumido.
Queremos impedir que la marea criminal avance y ponga en jaque la
gobernabilidad democrática y el progreso económico del país.
Por todo ello, exigimos que las más altas autoridades sinceren las
cifras de la criminalidad en el Perú, en el nivel de calidad estadística
en que se encuentren y se deje de estar festinando porcentajes y
números inventados para cada ocasión, en frente de los medios. Pedimos
que en su mensaje a la Nación del 28 de julio próximo, el Presidente de
respuesta a las inquietudes de los peruanos, exponiendo un estado veraz
de la situación, junto con el rumbo y la estrategia con que habremos de
lograr la seguridad ciudadana con gobernabilidad democrática.
En dicha estrategia urge declarar en reorganización a la Policía
Nacional, sin duda depurarla, pero también fortalecer los mecanismos
contra la corrupción interna, producir cambios significativos en la
gestión de sus recursos, incentivar el profesionalismo y la evaluación
del personal por resultados.
Urge, así mismo, distribuir y desplegar nuestros efectivos en las
calles con una perspectiva comunitaria, en estrecha coordinación con los
serenazgos, bajo el liderazgo real de los alcaldes, para combatir el
crimen común usando mejor lo que ya tenemos. Para ello y otros
propósitos igualmente importantes se debe eliminar el trabajo a medio
tiempo de los policías, también conocido como 24 x 24.
Urge, adicionalmente, crear pequeñas unidades de élite para la
inteligencia, investigación y combate eficaz al crimen organizado, que
sean altamente selectivas en su composición, que privilegien la honradez
y el profesionalismo de sus miembros, con recursos y tecnología
suficientes, y que se premien sus resultados.
Urge, igualmente, rediseñar y fortalecer fiscalías y juzgados
especiales para la investigación y la sanción penal del crimen
organizado, los que deben ser dotados de personal calificado ética y
profesionalmente y de recursos suficientes.
Urge, también, revisar los sistemas de incentivos para la
colaboración eficaz y otras formas de captación rápida de información
relevante para combatir a las organizaciones criminales y dotar de
recursos adecuados para proteger a víctimas, informantes y testigos.
Urge, además, la construcción de más penales que hagan posible una
efectiva clasificación de los presos, aislando a los incorregibles.
Asimismo, aplicar medidas alternativas a la prisión para delitos
menores.
Urge, en fin, un amplio plan nacional de prevención de la
delincuencia principalmente dirigido a los jóvenes en estado vulnerable;
plan conducido, financiado, y evaluado por el estado central e
implementado en alianza con los municipios.
Por último, pero no por ello menos importante, urge colocar para
liderar todo esto a una persona libre de toda sospecha, que pueda
combatir la corrupción, la verdaderamente importante, con libertad de
acción, sin tener rabo de paja ni ser víctima de su pasado. Urge, por
ello, licenciar al actual ministro del interior como lo han pedido
diversas instituciones y personas.
Todas las medidas anteriores y otras más se pueden realizar en un
plazo razonable e hilvanarse con una estrategia de mediano y largo
plazo, si es que hay liderazgo político con rumbo claro y con estrategia
meditada, que piense de verdad en el Perú y en las necesidades de su
gente. Urge dotarnos de todo ello. Urge.
(*) Suscriben el documento Carlos Basombrío Iglesias, Gustavo Carrión
Zavala, Gino Costa Santolalla, Jorge Nieto Montesinos, Fernando
Rospigliosi, Ricardo Uceda, Víctor García Toma, Rafael Fernández Stoll,
Jose Ugaz Sánchez Moreno, Ricardo Valdés Cavassa, Rubén Vargas Céspedes y
Manuel Boluarte Carbajal (Asesor en comunicaciones del grupo de
Seguridad Ciudadana).
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