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5 abr 2015

CHILE DECLARA LA GUERRA

German  Merino.

CHILE DECLARA LA GUERRA.
(Lima 5 de abril de 1879)
José Antonio Miró Quesada se apura por Espaderos rumbo a la Plaza de Armas, donde pronto irrumpirán delegaciones universitarias, fogueados veteranos del Dos de Mayo, patrióticos ciudadanos ansiosos de expresar su respaldo al Perú, la Patria amenazada.
A los 34 años de edad, más bien delgado, de corta estatura y redacción meticulosa, Miró Quesada es -con su socio Guillermo Carrillo- co Director de «El Comercio», seguramente el periódico mejor informado de la capital. Entre los seis diarios que se disputan el mercado local, “El Comercio”
 destaca por su capacidad de buscar noticias desde su fundación en 1839; es el periódico de mayor circulación en Lima porque ofrece las noticias más recientes y exactas: Miró Quesada es el mejor cazador de noticias de la ciudad.
Este mediodía, -como casi todo Lima- Miró Quesada sabe que la guerra es inminente: que el Embajador Extraordinario del Perú, José Antonio de Lavalle, está virtualmente sitiado en su residencia por las turbas han apedreado la legación peruana, arrancando y quemando el Escudo Nacional. Desde el 3 de abril, las relaciones diplomáticas entre los dos países están rotas y el Consejo de Estado chileno sesiona en secreto.
Todo este conflicto, cuestión de fertilizantes: las áridas tierras europeas exigen apetecidos nitratos sudamericanos. El Perú ha vendido 40 millones de libras esterlinas en guano desde 1843, pero el salitre de Atacama y Tarapacá parece ser un recurso aún más valioso. Capitales chilenos y británicos explotan las salitreras bolivianas de Atacama, que producen seis millones de quintales anuales. En Tarapacá, se extraen nueve millones y medio de quintales de salitre al año. Se trata, aproximadamente, de cuatro millones anuales de libras esterlinas, suma doce veces superior al presupuesto de la República para este difícil año 1879.
Chile ha contraído importantes deudas con varios bancos londinenses para financiar un ejército moderno y una marina potente: piensa pagar en salitre.
Cerca de la plaza, el periodista conversa con el General La Cotera: el Perú tiene unos cinco mil soldados sobre las armas, veteranos disciplinados, organizados en doce batallones mandados por buenos oficiales. Claro, el armamento no es muy moderno, los fusiles franceses “chassepot” son lentos, se dispone de unos 40 cañones comprados hace 20 años, no tenemos ametralladoras. Hay, en cambio, 26 generales y será difícil escoger un comandante único para las tropas.
Miró Quesada expresa sus dudas. Sabe que Chile tiene unos trece mil soldados, artillería “Krupp” de reciente modelo prusiano y 15 ametralladoras norteamericanas.
De todos modos, -razona el general- la guerra se va a decidir en el mar, la costa es muy larga, casi no hay caminos: la Marina de Guerra garantiza que nadie invadirá el Perú.
Esta vez, Miró Quesada prefiere guardar un silencio prudente. Anoche, en el Club, ha interrogado largamente a su amigo Miguel Grau. Puedes estar seguro que la Marina cumplirá su deber, ha dicho el comandante. Pero es un secreto a voces que los dos blindados peruanos “Huáscar” e “Independencia” son inferiores en velocidad, artillería y blindaje a los acorazados chilenos “Cochrane” y “Blanco Encalada”, fabricados en 1972, cuando ya era evidente que Chile preparaba la guerra.
Miró Quesada tiene ganas de maldecir la estupidez del difunto presidente Manuel Pardo. “Mis dos acorazados se llaman Bolivia y Argentina” había dicho Pardo, que prefirió confiar en el tratado de alianza y no quiso comprar buques de guerra.
Por la mañana, una breve conversación con el influyente empresario Manuel Candamo ha confirmado las peores previsiones financieras: el gobierno gestiona en los EE.UU. la compra de diez mil fusiles, cien cañones, veinte ametralladoras y material bélico complementario. Actuará como agente de compras el financista Henry Grace. Se trata de casi cien mil libras esterlinas, pero la Caja Fiscal apenas reúne 35 mil soles plata. Se piensa solicitar al Congreso una emisión extraordinaria de dos millones de soles papel, pero, -según Candamo-, esa medida sólo servirá para deprimir aún más la cotización del billete fiscal. Nadie cambia cañones por papel moneda.
Un agente confidencial del Ministro de Relaciones Exteriores pide que Miró Quesada publique el texto integro del Tratado de Alianza en la próxima edición de “El Comercio”. El Gobierno no asumirá ninguna responsabilidad en la divulgación de ese documento secreto.
El Tratado dice que Perú y Bolivia establecen una alianza defensiva, se comprometen a defenderse recíprocamente de cualquier ataque de un tercero.
Hace dos semanas, el Ministerio de Relaciones Exteriores pidió a toda la prensa nacional desmentir la existencia del malhadado documento.
Cuando Chile invadió en marzo el territorio boliviano de Atacama y se apoderó de los yacimientos salitreros, el Perú envió a Santiago la Misión Lavalle, pidiendo la desocupación del territorio invadido y ofreciendo su amigable mediación entre los dos países vecinos. Pero Chile no aceptó a Lavalle como mediador y denunció la intervención peruana como un acto de perfidia.. Cuando el congresista chileno Arturo Pratt - también oficial de la Marina de Guerra- denunció en la Cámara de Diputados la existencia de una alianza secreta entre Perú y Bolivia, los diarios limeños desmintieron a Pratt y negaron la existencia del Tratado.
Hoy, el Ministerio prefiere publicar este documento que nos conduce a la guerra.
Chile ocupa ya toda la costa boliviana, el ejército chileno empieza a concentrarse en Antofagasta y, para colmo de males, el Presidente de Bolivia Hilarión Daza nos exige cumplir el Tratado, promete enviar en el acto cinco divisiones a Arica.
Las primeras delegaciones llegan ya a la plaza, se concentran frente a Palacio de Gobierno, exigen fusiles y cantan el Himno Nacional. Elegantes caballeros con el sombrero en la mano, veteranos de otras guerras, estudiantes sanmarquinos y guadalupanos, robustos obreros del puerto, exigen fusiles. ¿Cuántos volverán de las batallas?.
La solitaria figura del Presidente Mariano Ignacio Prado se presenta por fin en el balcón de Palacio. Antiguo profesor de filosofía, después montonero y Dictador de la República, Prado venció a la escuadra española el 2 de mayo de 1866. Hoy, personifica al Perú en su hora más sombría. Redoblan los tambores en la plaza, los clarines entonan el “Ataque de Uchumayo”, el paso de ataque favorito de la infantería peruana. ¿Como enfrentar bayonetas con ametralladoras? Después del silencio, se levanta la voz del Presidente confirmando la noticia: estamos en guerra.
“Se nos ha declarado la guerra cuando abogábamos por la paz - dice Prado-, porque mediábamos en favor del más débil. Hicimos cuanto era posible para preservar la paz, ahora haremos cuanto sea necesario para ganar la guerra: el Perú la acepta con orgullo. En medio de su crisis económica y fiscal, tiene recursos para alcanzar la victoria, posee la energía y la dignidad necesaria para sostener sus derechos. Han querido la guerra y guerra tendrán, pero será una guerra terrible como la magnitud del agravio recibido.” Después, el Presidente se dirige a los estudiantes: “¡Jóvenes¡ id a llevar a todos los rincones la noticia de que el Perú ha sido ultrajado, decid a todos los peruanos que deben ponerse en pie para derrotar al enemigo”.
Esa tarde, en “El Comercio”, Miró Quesada enciende un cigarrillo para definir los titulares de la segunda edición, que la rotativa reproducirá en 15,000 ejemplares dentro de un par de horas. El general Juan Buendía es nombrado Jefe del Ejército. La División Bustamante sale al sur esta misma noche. Se pedirán al Congreso recursos adicionales para sostener la guerra. Se ha nombrado Jefe de la Escuadra de Operaciones al Comandante Miguel Grau. Hoy se presentaron novecientos voluntarios para el Ejército. La División Cáceres debe bajar a pie desde el Cusco hasta Arica en quince días.
Escuchó desfilar a los estudiantes, adivinó el entusiasmo con que los demás diarios anunciarán mañana una inminente victoria. Experimentado periodista, Miró Quesada sabe que no sólo es necesario decir la verdad, a veces es preciso presentarla de modo conveniente. “El Comercio” no alentará mañana ninguna ilusión funesta. Cogió un afilado lápiz negro y escribió con su fina letra de calígrafo el gran titular de primera página: “El Perú va a la Guerra en defensa del Derecho”.

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