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23 jul 2016

Carlos Basombrio y algunas conclusiones sobre la policia peruana.

 Nudo gordiano a desatar en relación a la corrupción policial: La corrupción policial se da principalmente a cuatro niveles, los cuales hay que enfrentar con igual decisión y en base a los cambios institucionales propuestos en el acápite anterior.
En primer lugar, en las grandes licitaciones. Es ampliamente conocido lo ocurrido en los últimos tiempos con la adquisición de pertrechos, remodelación de comisarías, compra de patrulleros, etc. Creo que la
solución definitiva a este problema pasa por sacar del ministerio del Interior y de otros ministerios las grandes compras estatales, creando una oficina central que tome esta misión y que cuente con personal altamente calificado y con mejores posibilidades de control. Es una decisión que viene dando vueltas en el Estado desde hace tiempo, pero nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato.
El segundo gran rubro de corrupción es el uso de los recursos otorgados para el funcionamiento de la institución con objetivos impropios. Esto ocasiona, adicionalmente, un perjuicio enorme para la calidad de vida del personal policial y para el funcionamiento operativo de la institución al servicio de los ciudadanos.
Aquí tenemos variedades múltiples: entre las más conocidas están el robo sistemático de la gasolina de los patrulleros (lo que impide que ejerzan su función), la apropiación ilegal de los dineros de inteligencia, el robo sistemático de las medicinas en los hospitales policiales, la asignación de personal en sus días de labor a actividades privadas, la apropiación de parte significativa del dinero destinado al rancho del personal de unidades acuarteladas, etc.
Para luchar contra ello se requiere, por un lado, cambiar las reglas de juego para la asignación de los recursos, las más de las veces visiblemente hechas para darle facilidad a los transgresores. Por otro lado, ya que como sabemos la impunidad alienta el delito, se requieren sanciones eficaces y ejemplares en casos concretos, los que irán teniendo un efecto disuasivo de mediano plazo.
En tercer lugar está la corrupción que se da en la relación entre policías y sospechosos de haber incurrido en delito, lo que ocurre sobre todo en unidades de investigación criminal en las que los delincuentes logran fugar con ayuda de malos policías, logran calificar su delito de la mejor manera para ellos o, incluso, logran no ser investigados a cambio de coimas, etc.
Este es uno de los ámbitos más difíciles de controlar en la lucha contra la corrupción y donde unidades de élite como la Oficina de Asuntos Internos, haciendo contra inteligencia, puede ser de gran utilidad.
Por último, está la corrupción que se produce en la relación del ciudadano con el policía, que es la que más afecta la imagen institucional por ser la más cotidiana y masiva. Esta ocurre, sobre todo, en el tránsito.
La cosa es tan dramática y afecta tanto a la población, que una broma cruel ya circula por las ciudades del Perú: se insinúa que los “patrulleros inteligentes”, recientemente instalados con bombos y platillos, no solo servirán para obtener mejores coimas por parte de los conductores detenidos, sino que la tecnología con la que vendrán implementados incluirá hasta sus propios POS para recibir el dinero con tarjeta de crédito.
La única forma de enfrentar este tema es una gran alianza con la opinión pública y los medios de comunicación, en colaboración con las fiscalías de prevención del delito, filmando y haciendo públicos los hechos de corrupción de ciudadanos a policías y viceversa. Tal como se hizo, lamentablemente por muy poco tiempo, pero con mucho éxito, durante la campaña “A la Policía se la Respeta”, durante la experiencia de reforma de comienzos de este siglo.
7.- Dignificar la función policial: Sin negar todos los problemas que existen en la Policía hay un elemento adicional que es que la sociedad y el Estado no valoran lo suficiente la labor de la institución y de sus miembros, la que es importantísima y sacrificada.
Se necesita para tener una Policía adecuada a las demandas tan grandes que se le hacen tener policías bien tratados.
Aún en un país pobre como el nuestro hay maneras de que los policías, sobre todo los suboficiales que son la inmensa mayoría y los que sufren con más fuerza los maltratos fuera y dentro de la institución, puedan tener una vida más digna. Mencionó rápidamente cosas que se pueden hacer si se tiene la voluntad política. Mejorar la salud policial: siempre se necesitarán más recursos pero el problema fundamental es que hay una pésima gestión y una gran corrupción, que lleva a que los efectivos y sus familiares que se atienden en los hospitales de la Policía reciban una pésima atención y tengan que llevar hasta sus propios medicamentos; o que el grado defina la prioridad en la atención y no las urgencias o el simple orden de llegada, creando inmenso malestar. No entró en detalles por espacio, pero hay formas de cambiar completamente esa situación, si es que se le pone el cascabel al gato.
Mejorar la atención al personal interno en sus trámites. Todos los policías saben que es una pesadilla tener que ir a hacer un trámite de cualquier tipo a recursos humanos. También hay corrupción y favoritismo, pero sobre todo hay niveles de ineficacia que rayan en lo increíble y que aluden a un profundo desinterés por los seres humanos policías que hacen esos trámites; una situación que se hace más incomprensible todavía, porque quienes los perjudican son sus propios compañeros de institución.
Mejorar la calidad de vida en el trabajo: es totalmente posible evitar que el rancho sea pésimo, que policías en misión fuera de su lugar duerman en el suelo y no se le den los viáticos; que las comisarías sean de cemento y no de cartón, que tengan protección judicial cuando son procesados etc. Hay que decirlo con claridad para eso ahora si hay recursos, lo que falta es voluntad y gestión.
Podría seguir con otros ámbitos, pero creo que el mensaje está trasmitido y sólo cabe decir que para proteger los derechos de los policías se creó una institución como la Defensoría del Policía que debía proteger a los más débiles dentro de la institución de los abusos, muy frecuentes, lamentablemente, de los jefes sobre ellos. La institución fue muy eficaz en su momento pero ahora ha desaparecido para todo fin práctico. Sigue en el organigrama y podría relanzarse con fuerza. De nuevo: voluntad política y mucho coraje.
CARLOS BASOMBRIO
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