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14 jun 2012

COLUNGA UN HEROE

Diario La Razón - Lima Peru
Médico Colunga recolectó bayonetas entre los heridos de las batallas de San Juan y Miraflores y los entregó a la resistencia


VÍCTOR ALVARADO
Antonia Moreno de Cáceres elogió su patriotismo de ocultarlas bajo tierra en el Jardín Botánico y entregárselas apenas
se los pidió

Un capítulo glorioso de la resistencia limeña a la invasión chilena fue protagonizado por los médicos de la Facultad de Medicina de San Fernando, liderados por el médico cirujano Miguel Fernández de Colunga (1836-1914), perennizado en la historia como el doctor Miguel Colunga y según lo ha narrado Antonia Moreno de Cáceres, en sus memorias, este galeno conformó un contingente que se batió íntegro para atender a heridos de la guerra y recolectar armas destinadas a los combatientes de la Breña, que ella recogió oportunamente y entregó a su esposo.
Colunga, junto a un plana dirigente integrada por los doctores Armando Vélez, Ignacio Acuña, Urbano Carbonera, Manuel Injoque, Jacobo Hunter, Francisco Pineda y Juan de Dios Salas, entre otros, después de la derrota peruana en el combate de Angamos del 08 de octubre de 1879 y ante el advenimiento de la guerra terrestre puso a disposición de la Junta de la Guerra, jefaturada por el propio presidente Mariano Ignacio Prado, el contingente de médicos cirujanos y su material quirúrgico de enseñanza para ser utilizados en los frentes de batalla que inevitablemente se iban a producir en el sur.

Pero no solo eso, inmediatamente por iniciativa del doctor Colunga, en octubre de 1879, los alumnos y docentes de la Universidad Mayor de San Marcos formaron la columna Independencia, en un primer momento denominada “Carolina” y ofrecieron sus servicios al Supremo Gobierno para integrarse a las ambulancias del Ejército que ese tiempo, en la práctica, eran hospitales de campaña que se levantaban a poca distancia de los campos de batalla.

El pedido de los estudiantes sanfernandinos, alentado por Colunga, para desempeñarse en las ambulancias fue respondido favorablemente por el Gobierno y el 20 de octubre de 1879, éste fue nombrado teniente coronel y primer jefe de la Columna “Independencia” adscrita a la Guardia Nacional.

La columna nunca llegó a entrar en combate, porque no hubo necesidad de que lo haga porque no había plazas disponibles, pero alumnos y profesores estuvieron listos para marchar al frente apenas fueran requeridos.

Más adelante, luego de las derrotas en las batallas de Tacna (26 de mayo de 1880) y Arica (07 junio de 1880) y se perfilaba que Lima sería objeto de una invasión militar chilena, los alumnos y profesores sanfernandinos se integraron a la Tercera División de la Reserva para usar las armas en defensa de la ciudad. El gobierno dispuso mediante decreto supremo la incorporación de profesores y alumnos sanfernandinos a la III División de la Reserva.

El 15 de junio de 1881, fecha de la irrupción militar chilena en Miraflores, los reservistas que se encontraban en espera de ser llamados para la acción, pero este llamado no se produjo porque los invasores rompieron la línea central de la defensa de Miraflores y la Junta de la Guerra consideró inevitable la destrucción de las siguientes líneas de defensa, por lo que todas las divisiones de reserva, incluyendo la III de Colunga, fueron desactivadas y sus integrantes enviados a sus casas.

La derrota en Miraflores acarreó la desactivación de las ambulancias militares y la improvisación de nuevas ambulancias a cargo de los profesores y estudiantes de medicina y de los propios galenos militares dispersos, correspondiéndoles a los sanfernandinos realizar un trabajo abnegado, en la medida de sus posibilidades, porque luego de las batallas de San Juan y Miraflores, la demanda de atenciones médicas y quirúrgicas sobrepasaron la capacidad de los oferentes.

El doctor Leonidas Avendaño (1860- 1946), notable médico al igual que Colunga, aunque en 1881 era solo bachiller y años más tarde consagrado como galeno, precisó que los médicos eran poco lo que podían hacer en esa época porque los conocimientos sobre asepsia y antisepsia no eran muy difundidos aún, no había antibióticos, no se hacía transfusiones sanguíneas, no se realizaba infusiones endovenosas, la anestesia era rudimentaria y no había analgésicos potentes.

Y por si fuera poco, señaló que las técnicas quirúrgicas y traumatológicas tenían muchas limitaciones, etc., por lo cual la mortalidad fue altísima, de manera que sobrevivir, luego de haber sido herido en combate, se consideraba un milagro.

Colunga, al igual que Avendaño y los médicos voluntarios de la Columna “Independencia”, desde antes de la irrupción de los invasores en San Juan y Miraflores, improvisaron en el Hospital Militar San Bartolomé prácticas quirúrgicas previendo emergencias y según el propio Avendaño lo testimonió: “pasaban las noches, por estrechez de los cuartos de guardia, tendidos en el suelo del patio, a toda intemperie”.

En las primeras horas de la noche del 15 de enero de 1881, luego de vencida la resistencia peruana comenzaron a llegar los primeros heridos a Lima. Avendaño, así está registrado en los anales de la historia, dijo a sus compañeros: triste, con la melancolía de un dolor que anonadada, pero grave, con la serenidad de un requerimiento que apremia: “Las grandes pesadumbres se mitigan con el trabajo, van llegando nuestros heridos, vamos juntos a ellos, sólo está nuestro deber”.

Hasta ese momento, eran los heridos peruanos, después llegarían los otros, los del enemigo, a invadir los últimos rincones de la sala y hasta los corredores del hospital.

Los invasores no se conformaron con invadir el Hospital San Bartolomé, porque luego asaltaron el Museo de Historia Natural, su biblioteca y laboratorio de química y sustrajeron todo lo que encontraron.

Antonia Moreno de Cáceres, la esposa del general Cáceres, recuerda en sus memorias que Colunga había tenido la valiente decisión de recoger las bayonetas de todos los soldados que llegaron con sus armas en solicitud de atención y esconderlas bajo tierra y al ser informada de este gesto suyo, lo buscó y le dijo: “Doctor, sé que tiene usted armas; no me las va usted a negar: las quiero para mandárselo a mi marido a su campamento”.

Durante toda la noche trabajaron desenterrándolas. “No dejábamos de estar nerviosos. Felizmente, Dios nos protegió y todo salió bien”, ha escrito en sus memorias. El episodio de la recuperación de estas armas ocurrió un día antes del 9 de abril de 1881 del ingreso de las tropas invasoras al Jardín Botánico, que lo convirtieron en su cuartel y lo hicieron objeto de su destrucción total.

Colunga sobrevivió a la ocupación de Lima, formó parte del concejo limeño en la gestión del alcalde, general César Canevaro y se desempeñó como catedrático auxiliar de la cátedra de Historia Natural Médica que tenía como titular al sabio italiano Antonio Raimondi y lo reemplazó luego de su muerte. En 1884, renunció junto con los profesores de su facultad en protesta por decisión del traidor presidente Miguel Iglesias, de nombrar profesores sin concurso. (Mañana Parte XLV: Médicos que asistieron a los patriotas en la Guerra del Guano y Salitre y Defensa de Lima.

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