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1 ago 2012

EL MAL DE OJO.

Qué es el mal de ojo

Desde tiempos remotos y prácticamente en todas las culturas, el hombre ha tenido al mal de ojo como uno de los principales peligros que podían acecharle. El mal de ojo o ‘aojamiento’ es, para definirlo de una manera lo más clara posible, la materialización de la envidia que alguien siente por algún triunfo o éxito de otra persona o los bienes conseguidos por ésta, transformándose dicha envidia en enfermedades, males, dolencias, etcétera, que perjudicarán a la persona aojada o incluso a alguno de sus familiares.
Los niños, al ser criaturas más débiles, son los que más sufren cuando se les
echa un mal de ojo.
En teoría, la persona envidiosa que aoja acumula tanta maldad dentro de sí misma que con tan sólo fijar su mirada en la persona elegida, puede hechizarla con el mal de ojo, trayéndole todo tipo de infortunios encadenados, y provocándole continuos episodios de mala suerte y desgracias. Por otra parte, otras personas que echan mal de ojo siguen algún tipo de ritual para hacerlo, ya que no les basta sólo con transmitir la energía negativa mirando fijamente; además necesitan afianzar el hechizo. Cabe sin embargo distinguir entre el mal de ojo involuntario (alguien tiene envidia de otra persona e inconscientemente, sin querer, le desea que las cosas le vayan mal), y el voluntario (alguien desea conscientemente que surja el fracaso en la vida de la persona elegida y voluntariamente le echa un mal de ojo).
El mal de ojo es casi una palabra tabú en muchas culturas. Por supuesto, a la par que se niega su existencia, proliferan los amuletos para defenderse de él (en la imagen que ilustra estas líneas puede contemplarse uno de los amuletos más conocidos, el Ojo de Horus, o udjat). Ampliando un poco más la explicación sobre este tema, señalaremos que las raíces del concepto “mal de ojo” debemos buscarlas en la palabra “fascinación”, que se define como hechizo o encantamiento negativo, y que está relacionado con la utilización que algunos personajes, ya sean magos, hechiceros o chamanes realizan de sus propias fuerzas mágicas. Según se asegura, cualquiera que tenga un gran poder energético es capaz, si así lo quiere, de provocar negatividad en el ambiente en que esté. Sin embargo, en el caso del mal de ojo debemos buscar más profundamente. La tradición indica que el iniciado o mago negro puede ser capaz, con su fuerza, de concentrar el mal en él y echarlo por medio de sus ojos a través de una penetrante y fría mirada sobre sus víctimas.
Más modernamente, el mal de ojo ha sido definido también como una enfermedad mental transitoria en la que se combinan las convicciones de la persona con la depresión, el desánimo y la ausencia de metas en la vida. A su vez, los practicantes de las artes mágicas consideran que el mal de ojo, al igual que la mayoría de las maldades, puede ser originado, más que con una sencilla mirada, con una complicada fórmula ritual, que tiene como objetivo lograr que el aojado abandone todo deseo de disfrutar la vida.
La realidad y el mito se unen en una cuestión tan debatida como interesante. Cuando hablamos de mito nos referimos a las creencias que indican que el mal de ojo se puede contagiar, y no sólo a través de contactos íntimos con un aojado, sino también a través de la mirada de una mujer embarazada que, además, sea estrábica y tenga joroba. Si rebuscamos en la historia, encontraremos que en la Edad Media se creía que cuando uno asistía a una celebración de una persona a la que le habían echado el mal de ojo, podía contagiárselo. La única forma de evitar pillarlo a través de la comida era tener en la boca, durante todo el ágape, un diente de ajo morado. Cuando nos referimos a la realidad que envuelve el mal de ojo, hablamos de los miles de individuos que, en todo el planeta, observan cómo, de golpe, la mala suerte comienza a pisarles los talones. Pueden ser despedidos de su trabajo, romper con su pareja, vivir permanentemente angustiados, o incluso sentir apariciones anormales en su entorno.
Los síntomas del mal de ojo
Muchas veces no sabemos qué nos pasa: las cosas van mal, pero tampoco alcanzamos a comprender si lo que nos ocurre es que hemos sido aojados o no. Para entenderlo, debemos aprender a reconocer los síntomas típicos de quien tiene mal de ojo. Las que señalaremos a continuación son observaciones generales.
Síntomas físicos.- Súbitos dolores de la musculatura e incluso calambres, aunque no hayamos hecho ningún ejercicio físico. Problemas en las cervicales y fuertes dolores de cabeza que duran pocos minutos, pero se repiten a menudo. Picazón en distintas partes del cuerpo, pero acentuada en la coronilla y el entrecejo. Flatulencias que no están relacionadas con el tipo de alimentación, muy olorosas y de difícil control. Problemas de sudoración que aparecen de repente, y que producen un olor ácido. Modificaciones intermitentes de la temperatura del cuerpo, que acaban con dolores en la zona de los ojos. Turgencia (excitación) sexual que no está relacionada con ninguna actividad o pensamiento.
Síntomas psíquicos.- Percepción de palabras obscenas o relacionadas con la muerte que no están siendo dichas por ninguna persona. Intensos deseos sexuales que llegan tan rápido como se van. Ausencia de metas en la vida, pereza en el momento de llevar a cabo cualquier tipo de tarea, incluidas aquellas que hasta ese momento resultaban muy agradables. Negatividad, ausencia de amor propio. Sensación de incomprensión.
Síntomas del entorno.- Repetición de accidentes de poca importancia: tropezones, golpes, cortes… Visiones de sucesos indeseables e indeseados, altercados y peleas sin causa real. Inseguridad, ansiedad frente a los traslados, paranoias de persecución. Temor a los sitios donde falta la luz, visiones extrañas en las que cuesta distinguir si lo que sucede es real, es un sueño o es parte de una fantasía. Pesadillas con monstruos. Mala fortuna en la vida cotidiana. Poca suerte en las acciones y proyectos que se emprenden.
A alguno de los antes mencionados síntomas ya nos hemos referido en los artículos titulados ‘Quiero saber si me han hecho brujería‘ y ‘Cómo saber si se está embrujado‘; pues entendemos que dichos síntomas pueden ser los mismos o muy similares en ambas situaciones. En ningún caso debemos llegar a conclusiones apresuradas, ya sea de que estamos aojados o ya sea de que estamos embrujados o nos han hecho brujería, y ello aunque suframos varios de estos síntomas al mismo tiempo. Si aún así creemos que padecemos el mal de ojo, lo mejor es analizar con detenimiento qué nos pasa, y, si no conseguimos resolverlo por nosotros mismos, sólo entonces adoptar la resolución de acudir a la consulta de un parapsicólogo o de un profesional de las artes esotéricas, en demanda de consejo y ayuda.

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