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9 nov 2013

LA MONOGAMIA NO ES NATURAL

El psicólogo Christopher Ryan escribió un polémico artículo para CNN en el que plantea que la naturaleza humana Homo Sapiens y el grueso de nuestro proceso evolutivo indican que nuestra especie está bioprogramada para la poligamia, para recibir y responder a estímulos sexuales de múltiples
parejas. Sin embargo, el argumento que se puede oponer al de Ryan es que la evolución humana ha llegado a una nueva etapa que podemos llamar epigenética, donde la cultura, la tecnología y nuestra propia inteligencia son capaces de moldear y dirigir la evolución hacia ciertos valores que consideramos trascendentes, es decir, que van más allá de las urgencias del primate. Pero para Ryan —como para Giordano Bruno— seguimos siendo primates y el polideseo nos mueve.
A decir de este psicólogo por la Universidad de Saybrook en San Francisco, la historia sexual de la humanidad es la historia de la represión autoritaria de la libertad orgiástica —que disfrutábamos en las sociedades nómadas igualitarias— por parte de los mecanismos de poder religiosos y políticos formados con el nacimiento de la agricultura hace 10 mil años. La cultura, esa ropa mental indisociable del cultivo propio de la agricultura, es una especie de cover-up de nuestra energía libidinal, en el que participan tanto sacerdotes como terapeutas.
En el fondo la monogamia, según Ryan, es una manifestación del autoritarismo posesivo, más que el resultado de un romanticismo idealista (como ideó Platón con el mito del alma gemela) que apela a las necesidades emocionales, monogámicas, de las mujeres que buscan entregar su dote sexual a un hombre único, al padre capaz de proveer para sus hijos (un contrato monogámico posesivo en el que se intercambia su sexualidad por provisiones) y por eso dicen NO a otros, porque solo así obtienen la seguridad y los bienes materiales de este hombre. La doble raíz de la monogamia sería, según Ryan, la posesión y el No. Pese a que la creencia cultural es que la monogamia es una práctica impulsada por la mujer para favorecerla, sucede justamente lo contrario. En la práctica la monogamia muchas veces ha sido una forma de autorreprimir el deseo sexual femenino, impulsada por el hombre cuyo mayor miedo es la expresión de dicho deseo y que lo quiere solamente para él, como parte de su propiedad, como forma de asegurarse que tendrá aquello que más desea.
El nacimiento de la monogamia tiene que ver con el nacimiento de la propiedad privada. Anteriormente las tribus humanas distribuían los alimentos de forma equitativa, amamantaban a los bebés de los demás (entre otras razones porque no se sabía del todo de quién era el bebé, lo cual, dicho sea de paso, es otra de las posibles razones para la institución de la monogamia) y dependían el uno del otro para sobrevivir.
Cuando evolucionaron las comunidades basadas en la agricultura las cosas cambiaron rápidamente, ya que  era importante saber dónde empezaba lo mío (mi tierra, mis cosechas y luego mi mujer) y donde lo tuyo. Es curioso que aunque tradicionalmente  se enseña que la agricultura fue desarrollada por las mujeres y que su práctica se asocia, con cierta razón, con la feminidad (por ejemplo, las diosas de la tierra y la fertilidad), al basar la civilización en esta práctica la mujer fue relegada a un rol secundario, a una posesión más dentro del apilamiento de bienes. No es que la agricultura en esencia provoque esto, es la posesión y la acumulación las que generaron históricamente este rol. Épocas primitivas muestran la existencia de matriarcados y sociedades de parejas igualitarias.
También con la agricultura nació la preocupación por la paternidad biológica. Ciertamente un argumento en contra de la poligamia es que la inteligencia evolutiva marca la tendencia de cuidar nuestros genes en circuitos cerrados de inetracción y educación. Tanto desde una perspectiva de eugenesia como de la creación de ambientes familiares que fomenten el desarrollo, siendo que teóricamente el mejor modelo es el de la pareja, la eterna dualidad que se funde para crear (y que se encuentra, como una numerología sagrada, en todos lados en la naturaleza). Sin embargo, se podría argumentar que esto es solamente una convención social y no obedece a ninguna certidumebre biológica y que además se podrían tener estos ambientes familiares propiciatorios dentro de una sociedad poligámica de igual forma.
Ryan argumenta que nuestra historia dentro del sistema operativo de la agricultura es de solo 10 mil años, el 5% de nuestra moderna historia anatómica en la Tierra, por lo cual, en el fondo, complazca a la instituciones religiosas o no, seguimos siendo naturalmente poligámicos. Ryan hace una analogía diciendo que un terapeuta nunca le diría a alguien: “madura, deja de ser gay”, pero la mayoría de los terapeutas de matrimonio consideran que la monogamia es normal y que la búsqueda de relaciones sexuales novedosas con diferentes parejas es patológica. La poligamia no significa anular las relaciones de fidelidad y lealtad emocional, significa entender los principios biológicos que también son parte importante de nuestro complejo organismo —y comprenderlo podría acabar con buena parte del daño emocional que los celos y las infidelidades propician.
Dos de las especies primates más cercanas a nosotros parecen confirmar esta idea. Las chimpancés hembras en ovulación copulan docenas de veces al día con todos los machos posibles. Los bonobos, famosamente promiscuos, disfrutan comúnmente de sexo grupal (incluso homosexual y por puro placer), el cual sirve para limar asperezas en el tejido social.
Por si eso fuera poco, los humanos parecen ser los más sexuales de los primates, con penes y testículos más grandes que cualquiera de los otros primates y con estos últimos fuera del cuerpo donde temperaturas más frías ayudan a preservar el esperma para poder tener múltiples eyaculaciones. La capacidad multiorgásmica de las mujeres y la llamada “vocalización copulatoria femenina” también sugieren que estamos hechos para la poligamia. Ahora bien, habrá quien diga que no somos ya primates, y que podemos cambiar.
Es cierto que podemos decidir qué tipo de paradigma sexual vivimos, pero es importante recordar que esta pujanza poligámica —que no es necesariamente un residuo de un pasado más bruto o menos sofisticado— existe entre nosotros y no debe de ser satanizada por la falsa moral (incluso hay quien argumenta que la verdadera evolución significa liberarse de los celos y de la posesión en todas sus formas). “Los recien casados serían inteligentes si recordaran que aunque hayas escogido ser vegetariano, es totalmente natural desear una hamburguesa con queso y tocino ocasionalmente”, dice Ryan.
Es difícil esgrimir argumentos biológicos que nos lleven a la naturalidad preeminente de la monogamia. Quizás el argumento que más permea la historia a favor de la monogamia proviene de la herencia religiosa. La implementación de la monogamia en la Tierra puede ser entendida como una forma de vivir bajo los principios morales dictados por una entidad superior, viviendo en imagen y semejanza. No solo dela tradición judeocristiana, sino también tal vez entendiendo ciertas concepciones esotéricas del principio de dualidad y de aniquilamiento de esa dualidad a través de un matrimonio sagrado o alquímico: el trabajo energético o tantra de los polos que se simbolizan en un hombre y en una mujer, el día y la noche, y que para realizarse previene de la contaminación de otras energías, karmas y material psíquico, para de esta foma purificar y sublimar la piedra filosofal del cuerpo en espíritu. De alguna manera (discutible) la forma de evolucionar de ser humanos a ser divinos. Sin embargo, esta monogamia religiosa con fines de sublimación energética no tendría que ser absoluta ni permanente, podría ser funcional y temporal como parte misma de la evolución, del aprendizaje de la energía masculina y femenina: de la otredad.
Quizás la pregunta por la monogamia o la poligamia en la espiritualidad se puede neutralizar de esta forma: por una parte el misticismo erótico es capaz de ver en una persona a todas las personas  (y amarlas) pero también en todas las personas es capaz de ver a una sola persona. Así que tal vez un practicante del tantra holográfico podría tener sexo con todas las personas del mundo y estar teniendo sexo con una sola persona, y de igual manera podría solo tener sexo con una persona durante toda su vida y haberlo hecho con todas las personas del mundo. De cualquier forma lo que queda claro es que poligámicamente o monogámicamente, es necesario reavivar el espíritu orgiástico de épocas pasadas, una forma de comunión extática en la que se conoce la unidad a través de lo múltiple.

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