En la década de 1880, Chile triunfó en la Guerra del Pacífico e incorporó a su territorio las provincias de Tarapacá y Antofagasta.
En ellas se encontraba el desierto de Atacama, una de cuyas riquezas
mineras, el salitre, haría del país el principal productor mundial de
ese abono natural. En la pampa, se encontraban yacimientos de enorme
extensión, una elevada ley del mineral y de relativa
accesibilidad, que
le dieron al país un monopolio natural por cuatro décadas.
Los primeros antecedentes de la explotación del salitre se remontan
al mundo colonial, en el que los españoles lo emplearon para fabricar
pólvora. Al iniciarse el siglo XIX, el salitre tarapaqueño comenzó a ser
conocido en Europa por sus bondades agrícolas (fertilizantes) e
industriales (pólvora). Al mismo tiempo, exploradores y empresarios
chilenos descubrían y echaban andar la explotación del salitre en el
salar del Carmen, a 20 kilómetros de la futura Antofagasta, a través de
la Compañía de Salitre y Ferrocarril de Antofagasta S.A.
En posesión de los territorios, el gobierno chileno resolvió dejar en
manos privadas la explotación del salitre, pero el Estado aplicó un
elevado impuesto de exportación que le reportaba enormes recursos. Los
empresarios favorecidos por la "reprivatización" de las oficinas
salitreras, fueron mayoritariamente ingleses, entre los que destacó John Thomas North, llamado en la época el "Rey del Salitre", como demostración del dominio británico sobre el salitre en Chile.
La explotación del salitre
se caracterizó por su orientación pre-moderna basada en unidades
productivas dispersas y de baja tecnología; asimismo la técnica de
elaboración del salitre, fue variando hasta que se consolidó un sistema
llamado Shanks. Sólo a fines de los años veinte surgió una modernización
de la industria con el sistema Guggenheim en las oficinas de las
salitreras María Elena y Pedro de Valdivia.
Una de las consecuencias de este particular sistema productivo fue la formación de numerosos centros poblados en la pampa salitrera y en los puertos vecinos, así como también la instalación de una extensa red de ferrocarriles.
Igualmente, el crecimiento de la población radicada en las localidades y
oficinas del interior y en puertos y caletas de la costa, se produjo
rápidamente, a causa de la migración de hombres y mujeres al norte
grande en busca de oportunidades de progreso.
Vista la comercialización del salitre
en forma dinámica, se observa un proceso de expansión progresiva de la
producción hasta fines de la Primera Guerra Mundial: de 500 mil
toneladas, en la década de 1880, se llega durante los años del conflicto
bélico a bordear los 3 millones de toneladas de producción anual.
Concluida la guerra, comenzó la crisis de la industria salitrera
producto de la competencia del salitre sintético, que obligó a una
fuerte campaña publicitaria del salitre natural.
Sin embargo, no impidió que disminuyera la producción salitrera a un
promedio de un millón y medio de toneladas anuales entre los años
1920-1927, para volver a alcanzar elevadas cifras en 1928-1929 y caer
violentamente en la crisis de los años treinta.
El auge del salitre y el desarrollo económico y social
del país estuvieron asociados desde fines del siglo XIX y comienzos del
XX, manifestándose en la expansión del comercio, la industria, la
agricultura y el aparato estatal. Asimismo, contribuyó al surgimiento de
un proletariado industrial y una incipiente clase media. En definitiva,
fue la base para un conjunto de transformaciones sociales y políticas
que cambiarían el país en el siglo XX.
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