Pastillita para el Alma 03 –10 – 14
Señor de los Cielos, ¿Por qué
a los niños?, claro que tampoco debería ser para nadie, porque tu misericordia
es inmensa e infinita, pero, tu sabiduría es incognoscible que no sabemos
porque nos diste el dolor de las enfermedades, dolor que se hace más grande, cuando sabemos que muchas de estos males, son
incurables.
Y no es por contarles cosas
desagradables que no les gustan, como a un respetable señor, que rechaza
todo
acto de sufrimiento, pero, hay gente que es indiferente ante el dolor humano.
Se sienten bendecidos porque nunca les picó el aguijón de la muerte, haciendo
sentir su presencia, marcando su cuerpo con llagas, con pústulas y postemas o haciendo que sus órganos, aparatos y sistemas
que se esconden bajo su piel, se hagan sentir con dolores, con punzadas,
jadeos, mareos y la presencia, consecuencia cierta, del mal dentro de su cuerpo.
Toda clase de sufrimiento es
inadmisible y más si se trata en niños, en aquellos en el que la enfermedad les
está matando, acabando con sus sueños que se quedan sepultados en su interior,
sin que su infancia les haya dado el placer de conocer lo bueno de este mundo.
Intercambio correos con una
persona muy querida por mí y en uno de ellos se ve un video de Niños de Siria,
llorando ante la estupidez humana de la guerra, que les quita a sus padres, a
sus amigos y familiares y son asesinados por la crueldad humana. Ellos están
sanos y en sus caritas inocentes, se refleja el terror de las balas y el miedo
a la muerte. Ella, me dice como una mujer santa y muy piadosa, que también sabe
de librar batallas contra la muerte, “la guerra es infausta y solo nos queda
orar por todos ellos”.
Visitando uno de nuestros
Nosocomios donde se atienden a los pacientes la mayoría de ellos, con
enfermedades terminales, o aquellos pálidos y enflaquecidos, con la mirada
triste y perdida, en que la esperanza de vida es incierta, por lo que tienen
que someterse a tratamientos y procedimientos muy difíciles que les causan
enormes estragos de náuseas y vómitos y dolores espantosos, me hace meditar, ¿cúal
será mas doloroso, que tu vida acabe con una bala que te atraviesa el cráneo o
esta forma de morir a pedacitos, como una lucecita que poquito a poquito se va
extinguiendo ante la mirada absorta de sus familiares y la impotencia de los
médicos y enfermeras?.
Jackelyn y Alexandra, son dos
huéspedes obligados de permanecer en estas casas de dolor. La primera con sus
doce añitos y la segunda apenas con nueve. Las dos vienen de allá del otro lado
del Marañón, gracias al diagnóstico de un famoso médico oncólogo que estuvo de
visita por esos lares, donde el Taita Amito, es el único que te sana, cuando
las yerbas del campo o las medicinas que te ha dado el señor curandero ya no te
hacen nada y ni los ruegos de tus parientes y vecinos, ya no valen porque
piensan que un mal espíritu se alojó dentro de tu cuerpo.
Estos dos angelitos están
recibiendo su tratamiento y a la mayorcita ya se le ha caído el pelo, está muy
flaquita y llora desconsolada porque desea regresar a su tierra, y meterse en
su choza con paredes de caña brava y techo de paja, allá metida en el monte,
donde el canto de las aves o el ruido del aguacero apaciguan el sonido de su
llanto y la brisa del follaje de los árboles lo ventean dando frescor a su
cuerpo, que hierve con la fiebre.
La abuelita que la cuida
también está vencida. Entra a la capilla, llena de gente, todos con ojos
llorosos y con una mirada de angustia, buscando a D+os que los haga el milagro
de curar a sus parientes. Se cruzan con el curita y le piden una bendición y
que les eche agua bendita. El curita reza con ellos, es un hombre de un corazón
generoso y bondadoso, que camina entre los hombres y mujeres que solo en
determinadas ocasiones llenan las bancas y reclinatorios de los templos y se
olvidan de Nuestro Creador, cuando están sanos.
Pero para Jackelyn, el tiempo
se le acabó violentamente. Para ella la esperanza de que iba a suceder un
milagro desaparece y ayer en la madrugada, abandona esta tierra y tal vez, lejos
de nuestra vista se producirá el verdadero milagro de renacer y estar cerca a
D+os, sin dolores, sin sufrimientos y su pelito que se había caído con las
medicinas de la quimioterapia, volverá a brillar en su cabecita y sus lágrimas
se convertirán en gotitas de lluvia donde aumentarán las flores en su pueblito
metido en el corazón de la selva.
Te fuiste Jackelyn, todos te
lloramos y nos dejas con el corazón partido, porque teníamos la esperanza de
volver a verte sonreír y caminar con tus compañeritos rumbo a tu colegio.
Tú médico allá en lontananza,
se ha puesto triste y tengo la seguridad que en el silencio de su consultorio
se humedecerán sus ojos y elevará una oración por tu partida.
Los pocos que tuvimos la
oportunidad de ver y acompañar a la abuelita en el tiempo que estuvo nuestro
angelito internada en el hospital y en el albergue, sentimos el dolor de su
partida, porque se había convertido en parte íntima de nuestra familia.
Los voluntarios que entendemos
en su verdadera dimensión la tarea de servir y sobre todo una de ellas que pasó
más tiempo al lado de nuestra guagüita, pidió que te quedes una noche con
nosotros con la finalidad de
sensibilizar a nuestros paisanos de noble corazón, de que no es con dinero
la forma en que se ayuda, sino bañándose con el dolor y el padecimiento de
nuestros enfermos, lamentablemente hubieron opiniones, posiblemente, más
correctas entendiendo que es mucho más prioritario el dolor de la mamá que te
espera y estaba lejos y tuviste que
partir en compañía de tus familiares
residentes en la Capital, que recién, seguramente, sabían que estabas tan
gravemente enferma.
Valioso todo el esfuerzo
desplegado por las pocas damas y caballeros que no escatimaron esfuerzos para
facilitarnos el alta de tus despojos, la cancelación de las deudas de medicinas
y sangre y el transporte a tu tierra natal.
Pienso Jackelyn, que habiendo
sido una víctima, te convertirás en un símbolo y un ejemplo para que muchos de
nuestros voluntarios entiendan el valor de ayudar cuando más se los necesita y
nuestra Alexandra, también con el demonio de la enfermedad que te llevó a la
tumba, así como los enfermos que por diferentes dolencias vendrán a continuar
con su tratamiento en los hospitales de la Capital de la República, ya no se
sentirán solos y estarán dando un poquito de su tiempo que es el verdadero
regalo y colaboración de servicio del voluntariado en las acciones médicas.
Pido perdón por no consignar
nombres, pues entiendo que no es el afán de figurar lo que nos mueve, sino el
deseo sincero y humilde de servir.
Jorge REINA Noriega
*AYÚDAME A AYUDAR*
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