LA EMBOSCADA.
(Cajamarca, 1532)
En el terrible minuto previo a la matanza, un silencio total congeló la plaza: Valverde regresaba, con el libro sagrado entre las manos. En su litera, el Inca se preparaba para dar órdenes. No cabía duda: el combate era inevitable. La masa de guerreros que rodeaba la litera imperial asumió la actitud propia de
(Cajamarca, 1532)
En el terrible minuto previo a la matanza, un silencio total congeló la plaza: Valverde regresaba, con el libro sagrado entre las manos. En su litera, el Inca se preparaba para dar órdenes. No cabía duda: el combate era inevitable. La masa de guerreros que rodeaba la litera imperial asumió la actitud propia de