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8 ago 2014

UN POLVORIN

Por Adriana Riva
Convencido de una victoria eminente, en el verano europeo de 1914 el káiser Guillermo II despidió a las tropas alemanas con un optimismo desmesurado: "Estarán en casa antes de que las hojas caigan de los árboles", les dijo. Fue una de las predicciones más fallidas de la historia: durante los siguientes cuatro años, el mundo sucumbió ante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que dejó diez millones de muertos
y veinte millones de heridos.
A cien años del inicio de la Gran Guerra, los paralelismos del mundo actual con aquella época inquietan: proliferan ideologías extremistas, furias nacionalistas y ambiciones imperialistas. "La Primera Guerra Mundial puso fin a cuatro imperios, reconfiguró el mapa de Medio Oriente, dio pie a la revolución bolchevique y, eventualmente, a la Gran Depresión, Adolf Hitler y la Segunda Guerra Mundial. Aún vivimos en las sombras de ese gran desastre. Varias de las regiones en crisis de aquel entonces también lo están ahora", dijo a la nacion el economista Jeffrey D. Sachs, asesor especial del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon.
Aunque no existe ninguna guerra activa declarada oficialmente entre diferentes Estados, el mundo es testigo de al menos diez grandes conflictos armados que dan cuenta de una realidad: que al igual que 100 años atrás, el orden internacional vigente se despedaza.
En una suerte de reacción tardía al derrumbe de la Unión Soviética, una revanchista Rusia anexa Crimea y la violencia estalla en Ucrania. En Irak, el sectarismo vuelve a resurgir y estrecha lazos con sus respectivas cofradías en la región. La Franja de Gaza, una vez más, sangra y arde. La cruenta guerra civil en Siria lleva más de tres años sin tregua. La violencia en Libia hunde al país en el más absoluto caos.
Se trata de conflictos que engrosan la lista de guerras de más larga data, como las de Afganistán, Somalia, Mali, Sudán del Sur y República Centroafricana, entre otras. Guerras olvidadas y relegadas a un segundo plano, pese a ser tan sangrientas como las más recientes.
Según los analistas, la ruptura del orden internacional es causa directa de esas agitaciones que irrumpen, cada vez con más violencia, en diversos rincones del mundo, y que son incapaces de apagarse sin un ejército de diplomáticos. Pero mientras que las zonas calientes se multiplican, nadie, empezando por Estados Unidos, parece dispuesto a apuntalar una estructura global.
En los últimos seis años, el mundo se volvió menos pacífico. Los conflictos en Irak, Siria, Afganistán, Sudán y República Centroafricana, en particular, ayudaron a lastrar el Índice de Paz Mundial anual que ofrece el Instituto para la Economía y la Paz.
Sin embargo, si bien resulta fácil para muchos -especialmente para los halcones republicanos- vincular el reciente estallido de conflictos al repliegue norteamericano durante la administración de Barack Obama, reacia a ocupar el rol de sheriff del mundo, no es una asociación del todo correcta, según muchos analistas.
Es, en todo caso, tan errónea como culpar a la administración de George W. Bush, que sobrerreaccionó en más de una oportunidad, de todos los focos actuales de inestabilidad mundial.
Y pese a que está cada vez más cerca de ser la principal potencia económica, China todavía es renuente a ocupar un lugar preponderante en el escenario diplomático global.
Ian Bremmer, presidente del grupo Eurasia, creó el término "mundo G-0", para explicar el orden global en el que vivimos. "Estamos en un mundo en el que ningún país o grupo de países quiere o puede asumir un liderazgo mundial y marcar la agenda internacional", dijo recientemente a la nacion.
Ni quiere, ni puede. Bush, en un mundo unipolar, parecía elegir sus guerras. Obama ya no puede darse ese lujo. Hoy rige el multilateralismo, que convive codo a codo con el ascenso de poderes regionales, que insisten en delimitar esferas de influencia, y el colapso del viejo y autoritario orden en Medio Oriente.
Esta nueva estructura, en el mundo interconectado actual, no deja ningún país al margen. Y mientras los desafíos al orden internacional queden impunes, los conflictos arderán con más fuerza y duración, mucho más que un verano europeo.
Ucrania
Este país, que como muchas ex repúblicas soviéticas lleva años tironeado por Rusia y la Unión Europea (UE), comenzó a dividirse por sus costuras en noviembre pasado, cuando el gobierno de Viktor Yanukovich se negó a firmar el Acuerdo de Asociación con la UE. Ese rechazo desencadenó una ola de protestas, que finalizó el 22 de febrero, con la destitución de Yanukovich y la convocatoria a elecciones anticipadas para mayo. Varias áreas del Este y el Sur no reconocieron la legitimidad del gobierno de Kiev y reivindicaron la federalización del país. Tropas rusas hicieron entonces su ingreso triunfal a la provincia de Crimea, en defensa de los rusos que residen allí, y el 11 de marzo esa provincia declaró su independencia de Ucrania, reconocida sólo por Moscú, que promulgó la anexión del territorio. En abril, grupos prorrusos ocuparon sedes gubernamentales de ciudades del Este, lo que llevó a Kiev a enviar tropas a la región. Desde entonces, la tensión aumentó y tuvo un cimbronazo el 17 de julio, cuando rebeldes derribaron un avión de Malaysia Airlines, con 298 personas a bordo.
Gaza
El conflicto israelí-palestino tiene raíces profundas. Pero el último capítulo de lo que muchos consideran una historia sin fin se desató a fines de junio, tras el secuestro y asesinato de tres jóvenes israelíes, y la posterior muerte de un adolescente palestino. Tras ello, Israel y Hamas se enfrentaron brutalmente. En respuesta al lanzamiento de cohetes desde la Franja de Gaza, y amparado en su "derecho a defenderse", el gobierno del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lanzó el 7 de julio la operación Barrera Protectora, cuyo principal objetivo es la destrucción de los túneles que utiliza Hamas para ingresar y atacar a Israel. La milicia, por su parte, exige para un alto el fuego permanente el fin del bloqueo israelí, que rige desde 2007, cuando Hamas se hizo del control de la Franja. La ronda actual de combates entre Hamas e Israel se detendrá algún día. Pero, por ahora, la comunidad internacional ha sido incapaz de forzar una tregua prolongada, y la muerte, el caos y destrucción arrecian con el paso de las horas.
Libia
Tres años después de la caída de Muammar Khadafy, Libia se encamina hacia una nueva guerra civil, a raíz de violentos enfrentamientos entre milicias rivales que se pelean por la influencia política y regional que dejó el excéntrico dictador. Fruto de las diferencias políticas, étnicas y territoriales que existen en el país, la caída de Libia en el caos y el desgobierno fue progresiva desde las elecciones parlamentarias de julio de 2012. Estos desencuentros provocaron el bloqueo de la transición democrática y la paralización de la reconstrucción de las instituciones del país. Las autoridades reconocieron más de una vez su incapacidad de integrar a las milicias surgidas en el levantamiento de 2011 en las fuerzas de seguridad, que aún son la ley en las calles. La situación se agravó en las últimas dos semanas, cuando milicias islamistas de la ciudad de Misurata lanzaron un ataque contra el aeropuerto internacional de Trípoli, bajo el control de una milicia rival de la localidad de Zintan. Ante la escalada de violencia, varios países evacuaron a su personal diplomático.
Mali
En marzo de 2012, al calor de la guerra de Libia, que una vez finalizada liberó armamento y mercenarios dispuestos a luchar por el mejor postor, estalló en el norte de Mali una rebelión separatista del pueblo tuareg, que siempre se sintió marginado por Bamako, capital del país. El estallido pronto provocó un golpe de Estado. Pero aprovechando el caos y el vacío político, dos grupos radicales islámicos se hicieron del control del territorio tuareg, desplazaron a los "hombres azules" e impusieron la ley islámica a la población. En enero del año pasado, el avance de los jihadistas finalmente provocó la intervención militar francesa, que logró su repliegue. En agosto de 2013, Ibrahim Bubakar Keita ganó las elecciones presidenciales. Pero los enfrentamientos y los atentados aún continúan.
República Centroafricana
Al igual que otras ex colonias europeas en África, esta nación apenas conoció un momento de estabilidad política desde su independencia. Su última crisis se desató a fines de 2012, cuando la coalición de fuerzas rebeldes musulmanas Seleka tomó varios pueblos del Noroeste, aduciendo que el entonces presidente François Bozize no había respetado los acuerdos de paz firmados en 2007. La revuelta provocó la huida de Bozize y el envío de militares franceses y de una misión de paz de la ONU. El líder de la coalición rebelde, Michel Djotodia, asumió el poder, pero renunció en enero pasado, ante la imparable oleada de violencia interconfesional entre cristianos y musulmanes.
Afganistán
El conflicto que para muchos norteamericanos sería "un paseo por las montañas" se convirtió en la guerra más larga en la que ha participado Estados Unidos y en una verdadera pesadilla para Washington. En octubre próximo se cumplirán 13 años de la invasión posterior al 11 de Septiembre, y la victoria militar aliada sobre la resistencia de los talibanes aún es una quimera. En 2011, con el anuncio de la Casa Blanca de un retiro de tropas que finalizaría en diciembre próximo, los insurgentes y el gobierno afgano iniciaron negociaciones secretas para alcanzar la paz, pero fracasaron. Tras negarse a participar de los comicios generales de abril pasado, los talibanes iniciaron una ofensiva en mayo. Todo parece indicar que el último soldado en retirarse dejará un gobierno débil y una insurgencia revitalizada, el escenario ideal para una nueva guerra civil.
Irak
Sumido en una profunda inestabilidad desde que las tropas estadounidenses se retiraron del país, en 2011, a mediados de junio Irak sucumbió ante una ofensiva relámpago de los jihadistas sunnitas del Estado Islámico de Irak y el Levante. En una vertiginosa arremetida, los milicianos se hicieron del control de Mosul y empezaron a avanzar hacia la capital, ante la desbandada del ejército iraquí y la perplejidad del gobierno chiita de Bagdad. La ofensiva ocurrió poco después de que los jihadistas se hubieran hecho de buena parte del nordeste de Siria, y, días más tarde, anunciaron la instauración de un califato islámico en los territorios que controlan en ambos países. Desde entonces, el mayor riesgo es que los enfrentamientos entre sunnitas y chiitas en Irak hagan metástasis hasta convertirse en una sola guerra en la región.
Sudán del Sur
El Estado más joven del mundo no nació con buena estrella. El país logró su independencia en 2011, como resultado de un proceso que comenzó con el acuerdo de paz de 2005, que puso fin a una de las guerras civiles más largas del siglo XX. El nuevo país no tardó en tener un conflicto fronterizo con su vecino del Norte, Sudán, que limitó su producción petrolera, su principal recurso. En diciembre pasado, un fallido golpe de Estado dividió al partido gobernante y provocó un conflicto armado con violencia étnica, que ya dejó 1000 muertos y un millón de desplazados. A raíz de ello, se perdieron cosechas y hoy, según la ONU, el país sufre la peor crisis alimentaria del mundo, que afecta a cuatro millones de personas, un tercio de su población.
Siria
En marzo de 2011, la "primavera árabe" finalmente floreció en Siria y muchos creyeron que la caída del presidente Bashar al-Assad sería cuestión de tiempo. Las protestas contra el régimen del joven "león de Damasco", sin embargo, fueron duramente reprimidas y pronto dieron pie a una cruenta guerra civil, que ya lleva más de tres años y dejó más de 170.000 muertos. A lo largo del conflicto, la oposición, respaldada tibiamente por Occidente, se fue despedazando en varios grupos, que abarcan desde rebeldes moderados hasta militantes islamistas extremos. Y Al-Assad, que cuenta con el apoyo de Rusia e Irán, y el respaldo de un poderoso y leal ejército, fue reelegido el 3 de junio en unas elecciones que Occidente y la oposición calificaron de "farsa". Actualmente, el gobierno controla el 40% del territorio del país, y al 60% de la población.
Somalia
Hubo un tiempo en que Somalia fue una nación. Pero pocos de sus ciudadanos lo recuerdan. Desde 1991, el país sobrevive sin un gobierno estable y es testigo de una guerra de todos contra todos para llenar el vacío de poder que dejó el derrocamiento del dictador Mohammed Siad Barre. En 2004, diferentes facciones llegaron a un acuerdo para conformar un gobierno de transición y unificar al país, y en 2012 se aprobó una nueva Constitución provisional. Pero, a pesar de los tímidos avances políticos de los últimos años, Somalia sigue inmersa en un conflicto armado. Actualmente, el grupo más poderoso es la milicia islamista Al-Shabbab, que en 2012 anunció su unión a Al-Qaeda. El grupo controla más territorio que el propio gobierno, que subsiste gracias al apoyo internacional, y busca instaurar un Estado islámico de tipo wahabi en el país.

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